PEDRO ANTONIO MARTÍNEZ ROBLES
A cualquier calasparreño que tenga menos de 40 años y no haya recibido esa herencia necesaria que es la cultura popular, con sus expresiones y giros vernáculos, que nuestros ancestros administraron y hoy nos legan, puede sonarle a trabalenguas lo de La Vaerica la Granaera. Ignoran, sin duda, que tras ese nombre de connotaciones nostálgicas se oculta la memoria de muchos baños furtivos en el río Argos, bautizado por la lengua común como río Caravaca. La Vaerica la Granaera no era otra cosa que un remanso natural del río en las inmediaciones de lo que hoy es la depuradora municipal y en la década de los sesenta (y por supuesto, con anterioridad), cuando las aguas de este pequeño río discurrían aún libres y asilvestradas, oliváceas pero limpias en los tramos más profundos y remansados, y transparentes en los correntales pedregosos, eran muchos los chiquillos que, a falta de tanta piscina privada como satura ahora nuestros campos, buscaban el solaz estival del agua en este hermoso paraje. Quizá convenga aclarar que vaerica procede de vadera y granaera de granados, que por aquella época y antes de que los carrizos colonizaran infaustamente las riberas del Argos, los había en cantidad y ofrecían sus frutos redondos y saludables a quien los quisiera tomar.
Hace unos días, mirando unos paneles informativos en la Casa de la Cultura, se me llenaron los ojos de alegría al ver que las autoridades políticas parecen haber tomado finalmente conciencia del avanzado estado de deterioro y abandono que el río viene sufriendo desde hace más de 30 años y han decidido, con un proyecto magno, recuperar sus riberas con la flora autóctona, cauce ecológico, miradores, senderos, zonas de expansión y recreo y, por supuesto, las vaeras que antaño servían de paso y abrevadero a los animales y cívica diversión a todo el que quería refrescarse en ellas.
Espero que esta recuperación se haga con conocimiento y su conservación sea una feliz responsabilidad de todos.
13 de mayo de 2007
Pedro Antonio Martínez Robles.