Ya en la calle el nº 1041

Gonzalo López, el Francés

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

José Antonio Melgares Guerrero/Cronista Oficial de Caravaca y de la Vera Cruz.

Otra de las figuras emblemáticas del S. XX caravaqueño, paradigma del emigrante que hizo fortuna lejos de su tierra, regresando a ella para disfrutarla (como antes en el tiempo habían hecho los indianos cuando la emigración se producía a América) fue Gonzalo López Marín quien, a los doce años marchó a París requerido por su tío Pedro (hermano de su padre), para formarlo e introducirlo en el negocio textil que regentaba y pensaba dejarle, puesto que al seno de su matrimonio no llegaron los hijos.

Hermano Mayor en 1954
Hermano Mayor en 1954

Gonzalo nació en Caravaca en 1898, en el seno del matrimonio formado por Antonio López Navarro y Teresa Marín Sánchez-Cortés, quienes tras su enlace establecieron el domicilio familiar en el número once de la calle del Poeta Ibáñez., donde llegaron al mundo, además de Gonzalo, otros tres hijos: Cruz, María Antonia y Paco (fallecido durante la adolescencia).

Su formación primaria tuvo lugar en el colegio Niño Jesús de Praga de los PP. Carmelitas (en la Glorieta). Sin embargo, marcado desde su nacimiento para marchar a París, como queda dicho, estuvo algún tiempo en un internado en Murcia, para iniciarse en el aprendizaje del idioma galo. Muy pronto, a la edad mencionada de doce años, marchó a la capital de Francia a ayudar a su tío, prosiguiendo la educación secundaria en la capital francesa, que compatibilizaba con la actividad comercial.

Muy joven aún, se hizo cargo de las empresas mercantiles de su tío y comenzó a volar por su cuenta en el mundo de los negocios en el seno de la empresa Del Valle, Calleja, Leiría y Cia, con sede central en La Rioja, y dedicada a la fabricación y distribución de tejidos. Gonzalo era su representante en París, con poderes para comprar y vender no sólo en Francia sino en América y concretamente en Chile, país que tuvo ocasión de visitar en dos ocasiones.

En la capital gala vivió primeramente en el domicilio familiar de su tío, en la rue Carnot, 10 de Gagny (barriada de la ciudad muy bien comunicada con el centro).

Conoció a quien luego sería su mujer Marinette Augüy Tissandie, cuya familia regentaba un restaurante y una tienda de antigüedades, y se casó con ella en abril de 1923, en la iglesia de Saint Germain de Pres (Distrito 6), estableciendo el domicilio familiar en la rue Darwin (barrio de Montmartre), donde nació el primero de sus dos hijos: Pedro. De Montmartre la familia se trasladó con el tiempo a Villemomble y luego de nuevo a Montmartre, donde nació el segundo de los hijos: Andrés, en 1934.

Anualmente eran frecuentes las temporadas que pasaban en España. Estando la familia veraneando en Torrevieja, en julio de 1936 se produjo el Alzamiento Nacional, lo que supuso que Gonzalo, que estaba en París, no pudiera reunirse con ellos, permaneciendo en Francia, alejado del resto de la familia, quedando Marinette con los hijos en Caravaca durante toda la contienda.

El día de la boda
El día de la boda

En la casa de la calle del poeta Ibáñez, Marinette puso una bandera francesa en el balcón, así como un cartel que decía: Nacionalidad francesa, lo que motivó el que nadie les molestara durante el tiempo que duró el conflicto bélico en que Gonzalo, al no poder enviar dinero, mandaba paquetes con chucherías, medicinas, agujas de coser etc. que Marinette cambiaba por alimentos y ropa para ella y sus hijos.

Al concluir la Guerra Española, la familia se reunió de nuevo en París, pero poco después, al iniciarse la europea y comenzar la invasión alemana de Francia, Gonzalo decidió liquidar su actividad comercial francesa y regresar a Caravaca, donde adquirió la Casa Muso en la huerta y margen derecha del río Argos, a un tal Belda de Calasparra, comenzando una actividad económica muy diferente de carácter agropecuario, con vaquería industrial para la explotación de la leche y una rentable explotación de frutales. Simultáneamente a la actividad mencionada en la Casa Muso, abrió comercio de tejidos en la C. Mayor (frente a la librería de Pedro Montoya), y adquirió varios pisos en construcción en la Gran Vía. Fue ésta su época dorada desde el punto de vista social y económico en Caravaca. Elegido Hermano Mayor de la Real e Ilustre Cofradía de la Stma. y Vera Cruz en 1954 (sin estar presente en el cabildo que lo eligió y enterándose de ello en Cartagena donde estaba en aquel momento), sucedió en el cargo a Luís Martínez-Carrasco Blanc (quien lo había sido durante los años 1952 y 53). Tras su dimisión voluntaria le sucedió Manuel Hervás Martínez, (quien lo fue entre 1955 y 1957). Como digo, fue ésta la época de mayor proyección social de Gonzalo en la vida local, que se prolongó hasta la conclusión de su vida laboral.

Afectado de diabetes desde su estancia en París, Gonzalo visitó a Gregorio Marañón en su modesta consulta parisina (durante el exilio del famoso médico allí). Sin embargo no prestó mucha atención a la dolencia, que trataba por su cuenta, sin vigilancia facultativa, junto a otros conocidos diabéticos locales contemporáneos como Pedro Antonio Orrico y Pepe Gómez, sus grandes amigos, quienes le aconsejaron, y consiguieron, que se tratara en Madrid con el especialista Pallardo, de reconocido prestigio nacional en su especialidad.

Durante su ancianidad se deshizo de las propiedades rurales, y se refugió en su casa de la Gran Vía donde falleció, víctima de la enfermedad referida, en abril de 1989. Marinette, su esposa, le sobrevivió nueve años, falleciendo en el mismo lugar en marzo de 1998.

De Gonzalo López, apodado popular y cariñosamente en la ciudad con el sobrenombre de El Francés, por su larga estancia en el país galo, se recuerda su porte señorial, su envidiable estampa física gracias al continuado ejercicio, y sus costumbres saludables (que le permitieron superar con éxito incluso un coma diabético). Su genio, su carácter emprendedor, luchador e imaginativo. Su honradez profesional y humana aprendida y heredada de los comerciantes y negociantes franceses, y su convencida españolidad mezclada con la admiración a todo lo francés, especialmente a la gastronomía.

 

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