Ya en la calle el nº 1043

El silencio de Bullas

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

ANTONIO F. JIMÉNEZ
El silencio arropa. Ese es el silencio que ha salido en todos los medios. Bullas ha creado un silencio de compasión, de abrigo, de respeto, a partir de lPortada El Noroestes silencios de cada uno, del duelo y del dolor y de la impotencia de cada uno, del sentimiento de pertenecer a una tierra, que estos días tiene las calles mustias y vacías, los establecimientos cerrados, el lazo negro presidiendo en las banderas, en los escaparates, en los perfiles de facebook, de whatsapp: Por mis vecinos de Bullas. Todo por Bullas. Aceptando el pueblo que la desgracia está ahí, ha ocurrido de verdad, pero con esa fría sensación de que lo que está aconteciendo es irreal, imposible de acaecer. Qué enorme tristeza oír decir al locutor aquella madrugada del domingo: Les seguiremos informando de la tragedia que está viviendo el pequeño pueblo de Bullas, cuando la mayoría de los bulleros no pudo pegar ojo.
En las noches posteriores, ha venido el silencio del silencio. De los que han partido. Qué silencio habrá ahora en una cama. Qué silencio en la sacristía, en la oscuridad del templo… Qué silencio tienen las calles, qué silencio cada rincón, cada esquina de nuestro pueblo. Qué silencio en los campos de Bullas, en la noche de Bullas. Cuánto expresa ese silencio, siendo invisible. Como los que ya no se encuentran físicamente con nosotros.
La trascendencia de la desgracia nos ponía en la realidad del hecho. La Corona viajó hasta Bullas en nombre de España. La Iglesia Universal estaba presente en el nombre del Papa. Estaban representantes de la política. Estaba toda la Ayuda en el nombre de todos los servicios de Emergencias y Seguridad, que se llevan posiblemente la experiencia más dura de su profesión. Estaban todos los vecinos arropando con su silencio en el pabellón Juan Valera. También estaban allí los bulleros que andan fuera del pueblo. Con el corazón en un puño, o “arrugado”, como expresó un vecino en la televisión al ser preguntado por lo que sentía el pueblo ante la pérdida de su párroco, ante la pérdida de su vecino, ante la pérdida de sus doce vecinas.
Nos queda el consuelo de los cipreses, que son firmes y están por encima de los sufrimientos inevitables. Pensemos entonces que Bullas es ahora como un ciprés inmerso en un valle de lágrimas, rodeado de tristeza y de silencios, sí, pero con la esperanza firme y puesta en la altura, porque desde ese cielo más alto y más cercano e inimaginable, los que ya no están desean que no nos quedemos tan solo en el silencio de sus lápidas. Bullas es fuerte. Bullas abraza siempre a sus hijos. Bullas es “una pequeña parcela del Reino de Dios”, como dijo en la toma de posesión de don Miguel, el seminarista Lope. Y que del mismo modo que nos ha caído la tormenta del dolor, así broten pronto, como nuestros racimos de uva bullera, una alegría y esperanzas nuevas. Sin olvidar jamás a los 14 fallecidos, porque ellos también nos tienen presentes. Recordemos que una de las virtudes del alma es la memoria.

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