Jesús Rodríguez Sánchez
Está llegando a su fin el periodo invernal en el que las currucas capirotadas (capirote negro el macho, castaño la hembra y los jóvenes), permanecen en nuestro territorio. Afincadas en zonas de abundante vegetación y muy especialmente en aquellos lugares donde crecen higueras, kakileros, olivares y cualquier otra planta que ofrezca frutillos de los que alimentarse; En zonas urbanas frecuentan especialmente los aligustres, tanto si es en forma de setos, como a veces, árboles de cierto tamaño. Pero además de ser un ave principalmente invernante en nuestro territorio, en zonas altas y con cierto grado de humedad, generalmente barrancos con presencia de agua, las capirotadas son aves residentes, por tanto reproductoras que en breve comenzarán con sus melodiosos cantos, a animar las florestas que les sirven de cobijo. Quién quiera intentar verlas en ese preciso y precioso momento, tendrá que afinar su atención, ya que lo suyo es el fondo de la espesura.
Son aves pequeñas de unos 13 centímetros de longitud, donde el color gris está presente en todo el plumaje excepto sobre la cabeza (capirote), por lo que identificarlas, en ocasiones, no es nada fácil, especialmente si no disponemos de prismáticos. Se alimenta de pequeños invertebrados fundamentalmente, aunque en época invernal, los frutillos llegan a suponer la mayor parte de su dieta.
Su status en Europa y en España es de población estable o en ligero aumento, es decir, que afortunadamente no está amenazada. No obstante, muchos ejemplares mueren atropellados en carreteras o por colisión contra edificio y mamparas transparentes de pistas de pádel y otras instalaciones.