GLORIA LÓPEZ CORBALÁN
Maria Concepción Carro Alcaraz, que pasaría a la historia del cine con el nombre artístico de Conchita Montes, nació en Madrid el 13 de marzo de 1914, hija de aristócratas, recibiría una esmerada educación en colegios extranjeros, y fue una de las primeras universitarias españolas. No sabemos que debió de opinar el padre sobre que su hija se dedicase a la abogacía (licenciarse en derecho era algo poco común en una mujer durante el primer cuarto del siglo pasado), pero imagino lo que escupiría por su noble boca cuando la niña descubrió que tenia una vena artística (que no era la de actriz) y le dio por la escritura, metiéndose de lleno a hacer el guión en 1939 de Frente de Madrid. Fue durante ese trabajo donde conoce a otro escritor, tan de la generación del 27 como lo fue de la Serna, Lorca o Cernuda pero que se pasó a tiempo, Edgar Neville; un diplomático republicano casado y con dos hijos. Surgió el amor entre ellos, tenían tantas cosas en común..era aristócrata como él, intelectual como él y artista, como él… No solo fue el amor de su vida, sino la mujer que le salvó la vida en los primeros momentos de la Guerra Civil. Permanecería al lado de Neville, tanto en los buenos como en los malos momentos, y no dejó de quererlo ni cuando los graves problemas de salud le deformaron el cuerpo, hasta que la muerte los separó 1967. Toda la vida libres pero juntos (vivían en el mismo rellano pero en pisos diferentes, lo que no es del todo mala idea), juntos hacen numerosas películas: Correo de Indias (1942), Café de París (1943), La vida en un hilo (1945), juntos cosecharon fracasos: Nada (adaptada por ella misma), juntos tuvieron el mayor éxito de su vida: El baile, en 1952. Y si muy bien no lo hizo (seamos sinceros) lo cierto es que lograba hechizar al espectador, dando sentido a la frase que decía aquello de que Conchita Montes nunca fue una gran actriz pero fue la mejor primera actriz. Ese mismo brillo tuvo en la calle y los salones: fue una primera actriz de la vida. Conchita era brillante y disparatada, alegre y sentimental. Entre Miguel y Jerónimo Mihura, López Rubio, Calvo Sotelo, Tono, Álvaro de La Iglesia, Conchita Montes era uno más, y mantenía una conversación ingeniosa y brillante, con ellos se hizo la primera revista rebelde frente a la burguesía dura de la posguerra la Codorniz. Fue su musa, y colaboradora. Durante sus reuniones para elaborar la revista, en 1941 el director, Mihura, le preguntó a Conchita, crítica de traducciones, si se le ocurría algún pasatiempo original para el semanario, harto del crucigrama. Ella recordó un juego que había resuelto con frecuencia en inglés, cuando estudiaba en Estados Unidos, consistente en un doble acróstico. Le hizo dos o tres, llamándoles El Damero Maldito y se los mostró. Mihura no estaba muy convencido, pero como no tenía otra cosa mejor publicó el primero en el número 22. Pero lo que son las cosas, el éxito fue sonado y la tirada de la revista aumentó. Al principio aparecieron de forma anónima, pero luego, a su cabecera, se unió el nombre de su autora. A partir de 1960 y tras estrenar en teatro Mi calle, toda su vocación se volcó al teatro. Tuvo su compañía, interpretó a Edgar y a otros autores, traducía obras inglesas, de cuando en cuando reponía El baile, interpreto un papel en Tristeza de amor. Su último trabajo importante fue el de La estanquera de Vallecas, de Alonso de Santos. Seguía supervisando los ensayos de sus obras cuando el 18 de octubre de 1994 sufrió un infarto, tenía 80 años.