Ya en la calle el nº 1041

La atalaya de Qalasbarra

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

MANUELA SEVILLA/FOTOMONTAJE: FRANCISCO SOLER

La Serreta del Castillo siempre ha sido un lugar estratégico y como tal fue habitado por los antiguos asentamientos (argáricos, Reconstrucción del castillo de Calasparraromanos…) del pueblo, como lo demuestran los trozos de sílex, cerámica y monedas encontrados en su recinto. Pero fueron los árabes los que le dieron el carácter defensivo construyendo una Atalaya o torre vigía.
La primera vez que se menciona el Castillo de Calasparra es en el s. XII por Al-Idrisi uno de los geógrafos y cartógrafos más importantes de la Edad Media, en su recopilación de caminos de Al Andalus, describe el camino de Murcia a Segura y menciona Calasparra: ” hins de Murcia al hisn de Mulina que está junto al río (Segura) hay ocho millas, al castillo de Riqut (Ricote) hay doce millas, al castillo de Siyasa (Cieza) hay seis millas, al castillo de Qalasbarra (Calasparra) hay dieciocho millas” entendiendo este como un refugio rocoso y la Villa Vieja un lugar de residencia permanente . El hins es una fortaleza sin dotación militar permanente, el papel primordial de este castillo árabe seria dar albergue a los pobladores de las explotaciones agrícolas como la de Villa Vieja en su amplia explanada así lo atestigua los numerosos aljibes y cazoletas donde beberían las personas y el ganado durante el asedio. Otros castillos de esta misma época y función, son el castillo de Blanca para la alquería de Negra, el de Ricote, Molina de Segura y Alhama. Es esta una época de constantes incursiones, siendo Calasparra tierra fronteriza entre el reino castellano y granadino. Las razzias de ambos bandos agotaron su territorio, que pasó a manos de cristianos o de musulmanes según evolucionaba la contienda. Siguiendo en el tiempo en 1189 es mencionado cuando Alfonso VIII de Castilla consigue recuperar de los moros el castillo de Burgalimar, en Baños de la Encina (Jaén) y brevemente Calasparra.
En 1243 se firmó el Tratado de Alcaraz, entre Don Alfonso, como Infante heredero de Castilla y los diversos señores del desunido reino musulmán, en él se concertaba la entrega pacífica de todo el reino musulmán murciano al protectorado castellano, si bien no se sabía con seguridad si se podría llevar a cabo, porque no todos los señores, de los “señoríos enseñoreados sobre si” como dice la Crónica, enviaron sus representantes a Alcaraz. La firma suponía dos condiciones: la entrega de las fortalezas y el pago de la mitad de las rentas reales y señoriales. El heredero de Castilla, iría entregando a diversos nobles de su hueste, la tenencia de los principales núcleos de población, en su doble concepto de posesión y seguridad de sus fortalezas y el respeto a los musulmanes (en sus posesiones, religión, modos de vida, etc). Y aquí tenemos al primer Alcalde de Calasparra, Diego Alonso de Rojas, confirmado dos meses después en el Privilegio de la Villa de Segura a la Orden de Santiago. Ya había participado en campañas, desde Bureva (Burgos), con gentes de armas pagadas a su costa, para pelear contra los moros del reino de Valencia, en ayuda del rey Don Jaime de Aragón. Muy fuerte debió ser su ayuda, porque una vez terminada la campaña, el rey Don Jaime hizo valiosos presentes al citado Alonso de Rojas, en forma de ricas heredades. Les distinguió además con el nombramiento de Capitán de Caballos. Poco he averiguado de este señor, aunque el escritor murciano Jerónimo Tristante no ha dudado en hacerlo protagonista, junto al Castillo de Calasparra, en su libro “Crónica de Jufre”. Se le entregó por tenencia que era una fórmula para dar propiedades reguladas por ley y con una serie de condiciones: compromisos y deberes que tenían los alcaides, pertenecer a grupo aristocrático-militar y mantener la guarnición.
A la muerte del emir en 1264 se produce un levantamiento general de los musulmanes murcianos, que es reprimido por Alfonso con la ayuda de su suegro, el rey Jaime I de Aragón. Murcia comenzará a partir de ese momento su integración en Castilla. Es en este momento cuando la Villa Vieja queda despoblada durante esta campaña. Y ya sería el 9 de Junio de 1.289 cuando Sancho IV, entrega la Villa en Donación a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, en la persona de D. Fenant Pérez, Gran Comendador de la Orden, siendo la última fortaleza de importancia que recibía la orden en el priorato castellano leonés. La fortaleza de Calasparra se convierte en el núcleo de influencia de la Orden en el reino –transformándola en Encomienda– y Archena es incorporada como subencomienda, además de la Dehesa de Alcaraz y los heredamientos conservados en la huerta de Murcia. Hasta el siglo XV permanecerá casi despoblada y sujeta a las “razzias” de los moros granadinos. Pero en 1.412 recibe carta de repoblación (de las primeras poblaciones en tenerlas) y vienen a poblarla cincuenta vecinos, con sus familias, que constituirán el primitivo núcleo de la futura población. Estos son los nombres de los primeros pobladores y que perviven en el tiempo: Anton Ruyz de Cordova, Johan Garçia, Johan Garçia Mançano, Domingo Gil, Gil Perez, don Guillen, Martin Sanchez, Martin Cuadrado, Domingo Gaçia, Mateo Gil, Bartolomé Sanches, Miguel Sanchez del Canpo, Alfonso Sanchez , Anton Sanchez , Johan de Otiel , Anton Sanches, Johan Franco, Johan Martines de la Terrçera, Andres Lopez , Domingo Pascual, Johan Peres, Johan Orgiles , Johan de Aroca, Johan Martines de las Peñas, Anton Domingues, Johan Cuadrado, Bartolome Sanchez, Johan de Olivas, Anton Meseguer, Pedro Garçia, Domingo Gonçale, Fernan Garçia, Pedro Cuadrado, Johan Cuadrado, Domingo Mateo, Gines Franco, Mateo del Amor, Johan Garçia Texedor, Pascual Garçia, et afuera de las partiçiones susodichas que son quarenta fincas, diez particiones reservadas para la Encomienda.
Sirviendo desde hace siglos como centinela de la ciudad, su ubicación realmente no puede ser más estratégica, era un recinto amurallado con doble muralla, si bien el primer cinturón de murallas quedo absorbido por las casas aledañas, y más arriba la segunda muralla con torres defensivas, que van por lo más escarpado de la roca en la que se asienta, de la que se conservan algunos restos, y algún lienzo de las torres que flanquean su acceso actual. En un lateral la torre de planta cuadrada, de 10 m de lado aproximadamente, construida en tapial, y en el interior un aljibe que ocupa la primera planta, faltando el segundo cuerpo que podría estar terminado en un techo de madera a dos aguas. El castillo se convierte en la residencia permanente del Alcaide y comendador de la villa. La fortaleza sufrió numerosas remodelaciones, desde la primera atalaya musulmana hasta que, en época cristiana se construyó el Palacio de la Encomienda situado a los pies de la Iglesia de San Pedro, que determinó su ruina. Ya no reconocemos el castillo como lo correteábamos de pequeñas, buscando los tesoros escondidos y los túneles que siempre nos han dicho que comunicaban con la Iglesia de la Merced y el Hospicio. Recuerdo las diferentes cuevas donde al hacer las palmas el eco sonaba a platos rotos, como nos adentrábamos en el laberinto de paleras y pitas que poblaban las rocas y acercábamos a la Cueva de San José y las diferentes cuevas habitadas que había. La “enfarrera” natural que había (como en otros lugares del pueblo) y el inhiesto “Peñon del Moro”.
Ahora ha sido consolidado, reforzando las murallas del primer y segundo recinto, construyendo una pasarela-escalera con tablones de madera para dar acceso a la Torre del Homenaje y a una plataforma-mirador, financiado por el Ministerio de Fomento y el Ayuntamiento de Calasparra. También se han encontrado restos de un abrevadero , cuadras, y algunos objetos como una bala de piedra de catapulta. Todo ello, junto con la historia, nos permitirá pasar el testigo a las generaciones futuras,que sabrán que allí había un castillo.

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