Ya en la calle el nº 1041

Vamos a contar, ¿mentiras?

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

FÉLIX MARTÍNEZ/Asociación Espacio de Alcoba

La filosofía, ese ámbito tan rico (aunque en la parte alimenticia no la recomiendo), nos ofrece una visión o, mejor dicho, un razonamiento en torno al razonamiento y a la argumentación. Ambas podríamos reducirlas, si me lo permitís, bajo el paraguas de la retórica, que no sería otra cosa que el “arte de hablar bien”, pero como decía nuestro insigne pensador Antonio Machado: “para hablar bien primero se ha de pensar bien”.

Vamos a contar, ¿mentiras?Una de las maneras de pensar bien es analizando la forma del argumento que tenemos delante o nos presentan. Es decir, si entendemos el envoltorio podremos saber qué se encuentra dentro. Por ello hoy os voy a presentar a unas amigas que os deberían de acompañar toda la vida: las falacias. Falacia, según el Diccionario de Filosofía de José Ferrater Mora, es una forma de argumento no válido (por cierto, esto se llama “argumento de autoridad”, esperen y verán). Veamos, pues, algunos ejemplos de falacias y entenderán que nos rodean, prácticamente respiramos falacias.

  • Falacia Ad hominem (dirigida al hombre): esta es una de las más comunes, campechana podrías decir. Se trata de que un sujeto cualquiera (A) afirma cualquier cosa (x), sin embargo, el sujeto A no tiene credibilidad o crédito no por lo que dice, sino por otros motivos externos. Por ejemplo, no creer al sujeto A de x porque el sujeto A lleva el pelo largo y todo el que lleva el pelo largo sabemos que son todos unos mentirosos.
  • Falacia ad baculum (dirigida al miedo): este ejemplo lo tenemos tan claro dentro de nuestro Parlamento que casi no merece la pena realizarlo. Sería el hecho de que el sujeto A interpela al auditorio argumentando que si vota al sujeto B correrá la sangre y la destrucción, pero claro, sin ninguna evidencia.
  • Falacia ad varecundiam (se apela a la autoridad): básicamente en este caso sería creer a una “autoridad” mediática, por ejemplo, que nos diga que si compramos un objeto determinado como un móvil seremos populares y felices. Se puede ver perfectamente con cualquier anuncio publicitario. ¿Se aprecia esta falacia del argumento de autoridad cuando os he remitido a Ferrater Mora?
  • Falacia ad ignorantiam (apelación a la ignorancia): este es uno de los más curiosos y creo que viene muy bien para el contexto de pandemia en el que nos encontramos. Es uno de los argumentos fetiches de los conocidos como “negacionistas”. Un ejemplo de ello es: los unicornios existen, tengo uno en mi casa. Si no dejo a nadie entrar a mi casa y comprobarlo nadie puede refutar mi afirmación. En el caso de los negacionistas sería alguna variante de: si no veo el coronavirus no existe y si no pues desmiéntemelo.

Vamos a pasar ahora a otro tipo de argumentos (falsos o inválidos), las falacias formales. Estos razonamientos no válidos son, básicamente, aceptar su validez por la semejanza a otros razonamientos. Aquí vamos a poner solo tres, las que creo más relevantes:

  • La afirmación del consecuente: poner el consecuente como la parte fundamental de la validez de la afirmación, ejemplo: Si llueve cojo un paraguas, entonces si cojo un paraguas llueve.
  • Silogismo disyuntivo falaz: entre dos opciones quedarnos solo con una. Ejemplo: Te gusta los libros o el cine, si te gusta el cine es que no te gustan los libros.
  • Tercero excluso: la falacia de que solo existen dos alternativas, es decir, entre una opción y otra siempre nos quedará, al menos, la vía intermedia. Este ejemplo dejo que lo pongan ustedes.

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