JAIME PARRA
El 12 de marzo de 2009 se produjo en Moratalla un suceso que debiera haberlo cambiado todo: el asesinato de la doctora María Eugenia Moreno tiroteada por un paciente en el centro de salud donde trabajaba.
Trece años más tarde no ha vuelto ha producirse un asesinato en nuestra comarca, pero este 2022 hemos visto a los sanitarios concentrarse a la puerta del Hospital Comarcal y de los centros de salud del Noroeste debido al aumento de las agresiones psicológicas o verbales.
La violencia nunca ha desaparecido, como demuestran estudios de 2021 que aseguran que más de la mitad de los trabajadores del sector sanitario han experimentado al menos un incidente de violencia física o psicológica en el último año.
Pero la crisis sanitaria debida a la pandemia del coronavirus, y los recortes en sanidad, coinciden todos los médicos consultados, han intensificado los ataques a sanitarios. En el Noroeste, por ejemplo, una médico pidió en 2022 su traslado debido a una agresión sufrida en su puesto de trabajo.
Otro médico de familia nos cuenta cómo vivió una agresión similar a manos de la misma persona, esta vez acompañada por un familiar que trataba de conseguir una receta sin pedir cita.
“Me dice que siempre es lo mismo, que yo soy el que le pone problemas”, nos explica el médico, que ha preferido permanecer en el anonimato: “y se abalanza increpándome e insultándome a la mesa donde trabajo. Cuando le di al botón antipánico, vinieron compañeros y, aunque continuó en actitud desafiante, se fue con su acompañante”.
Eso fue el jueves, y la misma persona volvió a presentarse el lunes en la consulta del médico. “Yo les invité a para a la consulta y salí y se lo dije a la coordinadora. Antes de marcharse le dijo a un compañero que sabía quién era yo y dónde desayunaba cada mañana. Conmigo que no se cruce, que como lo haga se va a terminar yendo como la otra médico”.
Desde entonces, él y otros médicos del centro de salud almuerzan y comen en su puesto de trabajo.
Nuestro médico no quiso denunciar, tenía la experiencia de una compañera que lo denunció por insultos y, aunque delante del juez, su actitud fue similar a la mostrada en el centro de salud, no sirvió de nada.
La Gerencia del Área IV, sin embargo, sí ha denunciado en su nombre.
La primera reacción del médico fue pedir el traslado, ya que no es el primero que sufre agresiones, pero se han tomado una serie de medidas como colocar cámaras de seguridad o simplificar el botón del pánico.
“La población”, se lamenta”, “debe saber que estamos al pie del cañón para curarlos de sus enfermedades. Somos la cara visible de la sanidad, los que mantienen un contacto estrecho con ellos. Si tienen alguna pega con nosotros o con el servicio sanitario, lo primero es hablarlo, y luego poner una reclamación por escrito”.
Aunque agradece las medidas adoptadas tras la agresión sufrida, cree que éstas deberían aumentar. “Debería haber dos guardias de seguridad en cada centro. Hay uno a la entrada, pero no le daría tiempo a reaccionar con rapidez si se produce una agresión. Debe además obligar a que el acompañante de un paciente se identifique antes de entrar. Si no lo hace, no se le debería dejar pasar. Y, por último, que a los reincidentes los de seguridad los escoltaran en el centro mientras se les atiende”.
El incremento de agresiones a sanitarios se ha convertido en uno de los hechos negativos más destacables de este 2022 que se cierra.