Ya en la calle el nº 1041

Sergio López Barrancos: Sobrevivir vs. Supervivir

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

EL PROBADOR

Sergio López Barrancos/Doctor en Educación

Vivimos en un momento de la historia donde posiblemente las personas que conformamos las sociedades del primer mundo tengamos a nuestro alcance las mejores y mayores oportunidades a nivel de calidad de vida y bienestar social y económico.

La gran mayoría tiene a su alcance una educación de calidad que atiende a la diversidad de alumnado que encontramos en las aulas, con capacidades diferentes, tanto aquellas que presentan dificultades en su aprendizaje como el alumnado talentoso que destaca en diferentes ámbitos educativos. Las familias más vulnerables gozan de servicios y ayudas, aunque todas sean pocas, con el objetivo que nadie quede atrás y dotar de oportunidades para ganarse el derecho que todos tenemos a progresar en la vida y no perder el denominado “ascensor social”. Nuestros jóvenes y adolescentes tienen los recursos económicos para “ir a la moda” en todos los sentidos, materiales, acceso a internet, acceso a formación presencial u online, salidas semanales con amigos y pareja, viajes,  carnet y coche a los dieciocho años, estudiar fuera de su población e incluso fuera de nuestro país, etc, etc… En definitiva, mucho más de lo que nuestras generaciones tuvimos a nuestro alcance e infinitivamente más de las sociedades del tercer mundo.

Entonces, ¿porqué se ha disparado el número de chicas y chicos con problemas psicosociales y de salud mental en general?, ¿porqué cada más hay jóvenes vitalmente desmotivados y que incluso toman la decisión de no seguir adelante? Y lo que es todavía más paradójico, porqué en estos países subdesarrollados  tienen una escasa o nula tasa de suicidios, ansiedad y el resto de enfermedades psíquicas, cuando la lógica diría lo contrario.

Los factores seguro que son diversos y variados, pero creo que en el epicentro podría estar un “descuido” de nuestra sociedad en trabajar desde edades tempranas el bienestar emocional de sus ciudadanos. El bienestar emocional debe ser un objetivo de la educación no solo en el ámbito escolar, sino en el seno de la familia y de la comunidad.

Una sociedad emocionalmente inteligente se logra solo a través de una alfabetización emocional que dure toda la vida. Las emociones nos acompañan toda la vida y hay que aprender a gestionarlas. Diversos estudios definen a estas personas, inteligentes emocionales, por ocho características esenciales. En primer lugar tienen una buena autoestima; aprenden más y mejor que el resto; presentan pocos problemas de conducta; son positivas y optimistas; resistentes a las presión social de su entorno; combaten con éxito las frustraciones; son resolutivos en sus conflictos; y por último, son más felices y desarrollan en su día a día hábitos saludables.

La Psicología Positiva, centrada en la promoción del bienestar y salud mental, pone el acento en desarrollar cualidades y habilidades positivas que generen bienestar y felicidad, como son la satisfacción, la esperanza, el optimismo, la resiliencia, el flow, la imaginación, la creatividad, la sabiduría, la perseverancia, la gratitud y la espiritualidad (Seligman y Csilszentmihalyi, 2000). Lo que nos lleva a hablar del modelo de Educación en Habilidades para la Vida (HpV) propuesto por la OMS, el cual persigue mejorar la capacidad para vivir una vida más sana y feliz y participar de manera activa en la construcción de sociedades justas, solidarias y equitativas. Las HpV se clasifican en tres categorías: cognitivas, emocionales y sociales, las enumeraré únicamente por no extenderme demasiado pero invito al lector en profundizar en cada una de ellas: autoconocimiento, empatía, comunicación efectiva o asertiva, relaciones interpersonales, toma de decisiones, solución de problemas y conflictos, pensamiento creativo, pensamiento crítico, manejo de emociones y sentimientos y relaciones interpersonales.

Las Hpv buscan que una persona se relacione mejor consiga misma, con los demás y con el entorno y necesitan para su desarrollo un estilo educativo centrado en aspectos más personales, humanos y subjetivos del alumnado. Y todo ello implicaría el diseño de un currículo holístico para que los programas escolares desarrollen habilidades y competencias para una vida saludable y para que escuelas y familias atiendan las necesidades sociales y emocionales de su alumnado e hijos.

En los países subdesarrollados, en su “pódium” de antropología social está la SUPERVIVIENCIA de sus ciudadanos, en cambio, en las sociedades avanzadas la SOBREVIVENCIA es la seña de identidad. Vivimos para tener más y ser mejores que antes, pero también “superar” a las personas que tenemos a lado. Quizás hemos caído en un “egoísmo” patológico que no nos deja pensar en lo mucho y bueno que tenemos a nuestro alrededor y siempre queremos más a costa de lo que sea necesario. 

Es un objetivo ambicioso pero necesario, una sociedad se construye con personas y esas personas “sanas” y en plenitud física y mental son las que posibilitan los avances tecnológicos, económicos y sociales. Debemos avanzar hacia una sociedad más humanista y menos emocionalmente “robotizada”.

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