Ya en la calle el nº 1041

Salir en la foto

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Los 400 Golpes

DAVID LÓPEZ SANDOVAL / www.400golpes.com

En el mundo literario es más útil conocer a las personas adecuadas que escribir un buen libro. Por eso hay escritores que, desde jovencitos, siempre procuran salir en la foto. Salir en la foto es un arte y un trabajo al mismo tiempo, es decir, debes tener desparpajo y don de gentes, pero también picar piedra como un condenado. De hecho, es de esto último de lo que depende que pases del subsuelo local al purgatorio regional, y de ahí, a sentarte en la mesa de los mayores. Así que, si eres uno de esos a los que les puede la hybris y esperan que su obra sea la que tenga la última palabra, este no es tu artículo.

Con Internet, la manera de labrarse un futuro en la literatura no ha cambiado demasiado: además de estar en el momento justo con la persona adecuada, debes hablar de ti mismo todo el rato. Esto se hace evidente cuando en las redes sociales el escritor solo postea sobre su libro y sobre lo que otros dicen de él. O cuando escribe sus opiniones como si fueran la verdad revelada. Lo importante es figurar, hacerse visible, convertirse en el paisaje del muro de mucha gente y, por supuesto, cazar el seguimiento o el «me gusta» de alguien de arriba.

En la vida real, una persona que estuviera hablando continuamente de lo que escribe sería considerada un coñazo; en literatura, sin embargo, el tamaño de tu narcisismo importa. Cuanto más grande lo tengas, más admiración causarás. Esto supieron verlo a la perfección los poetas de la Generación del 27. Se pagaban sus propias ediciones y luego se reseñaban mutuamente poniéndose por las nubes. Y para colmo, algunos de ellos, desde su cátedra universitaria, no tuvieron reparos en integrarse a sí mismos en el canon literario español junto a Bécquer o Machado.

En el fondo, la Generación del 27 es un obstáculo para comprender la cultura del primer tercio del siglo XX, el árbol que impide ver el bosque. Pero eso no importa. Lo realmente importante es que constituye una de las patrañas más exitosas de la historia de la literatura, y que fueron sus integrantes (no todos; a algunos, como Cernuda, no les gustaba estar allí) quienes se la inventaron. Es una obra de autobombo tan perfecta que aún hoy marca el camino que recorren muchos escritores que quieren salir en la foto.

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