ISABEL ESPÍN
Nos gusta rodearnos de magnificencia, nos enseñan desde pequeños que ese debe ser nuestro objetivo: acumular riqueza. Adoctrinados con esta filosofía, consumimos como si nos fuera la vida en ello, olvidano que no todo consiste en comprar cualquier cosa que vendan.
Sin embargo, nuestro objeto de mayor valor no se relaciona con aquel que el mercado dice, sino que todos tenemos un pequeño detalle o recuerdo que nos acompaña en el devenir de los días como una brújula que busca mantener intacto el Norte. En las ocasiones donde la soledad se apodera del momento, ningún objeto nos salvará del abismo salvo, quizás, la evocación de insignificantes acciones, objetos, personas o incluso palabras. Éstas son nuestra mayor riqueza, que nunca desaparecerán.