Ya en la calle el nº 1041

Pablo Martínez Hernández, el músico de coraza blanca y corazón negro

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

ANTONIO FERNÁNDEZ
Ha montado en Holanda su propia banda, Pablo Martínez Flamenco-Jazz Band, que fusiona jazz y flamenco al más puro estilo del maestro Jorque Pardo, premio al Mejor Músico de Jazz Europeo 2012 con el disco “Huellas” en el que Pablo Martínez  ha colaborado.Pablo Martínez Flamenco Jazz Band
¿Qué pasa, Pablo, cómo va ese holandés? «Pues como el que oye llover». Le he hecho la primera pregunta y ya empieza a hablarme del oído. Allí, en Ámsterdam, donde Pablo vive desde septiembre del año pasado, llueve mucho y seguramente este músico de 23 años, y que ya se ha recorrido prácticamente toda España, se entretiene más interiorizando el sonido de la lluvia que en aprender holandés. Como estamos conversando por escrito, de vez en cuando me dice: «Oye, hay un por en la frase anterior que sobra». Tranquilo, hombre, que luego viene la tarea de edición. «Entonces es igual que la magia del estudio de grabación». Como se nota mucho que quiere hablar de música, vamos a ello.  Su trombón suena como un parón del tiempo, alguien que toca a lo lejos y nos prende el alma. Pablo Martínez quiere rozar el sentimiento del pueblo negro y gitano cuando agarra su instrumento. Ansía la bulla del flamenco y la rabia del jazz. Quiere tocar como ellos, inclinarse como ellos, perfilarse igual que aquellas taciturnas siluetas ensombrecidas en la pared de ladrillo de algún garito de Nueva York. Aunque de momento está en Holanda, escuchando el holandés como quien oye llover, yendo al grano, es decir, a la música, al jazz, al flamenco,  montando su primera banda.  
 
—Sí, y se llama Pablo Martínez Flamenco-Jazz Band, con la que estoy trabajando duro, componiendo y arreglando temas. Para ello, me he rodeado de músicos del jazz y del flamenco que viven, estudian y trabajan como yo en Ámsterdam. Ellos son: Lluc Casares al saxo tenor, Joan Comaposada al bajo eléctrico, Joan Terol a la batería y el guitarrista flamenco Jeff Heijne, holandés de pura cepa, pero un apasionado del flamenco puro. También tengo tres proyectos paralelos como son el grupo de funky y groove Crayon; una banda de salsa y timba con músicos venezolanos; y un dúo flamenco con el guitarrista de mi banda, Jeff Heijne, donde toco el cajón flamenco, trombón y también me animo con algún cante que otro. Pablo Martínez Flamenco-Jazz Band todavía no tiene página web, pero los que estén interesados me pueden encontrar en facebook, donde voy actualizando mi agenda.
 
—¿Y para cuándo la primera actuación?
—Nos presentaremos en breve con un potente debut cargado de flamenco y jazz al más puro estilo del maestro Jorge Pardo, con el que he colaborado tocando en directo y grabando en su último disco “Huellas” de 2012, premio al Mejor Músico de Jazz Europeo por la Academia de Jazz de Francia.
 
—¿Qué supone haber tocado con un músico como Jorge Pardo?
— Estar a la sombra de un músico tan grande me ha marcado bastante y en cierta manera me ha dictado el camino para aprovechar lo que nuestra tierra nos da, el flamenco, y cocinarlo con los ingredientes del jazz, una música que me apasiona y en la que estoy metido a fondo, tanto, que me he venido a Holanda  a estudiarla de manera oficial en el Conservatorium van Amsterdam
 
—¿Cómo fue el encuentro con el jazz?
—A los 17 años más o menos empecé a interesarme por la música moderna. Pero el encuentro con el jazz fue a través de mi padre, que ha sido siempre un gran aficionado a esta música. Recuerdo que grababa los conciertos del festival de jazz de Vitoria y de San Sebastián en VHS y luego los veíamos juntos y yo alucinaba viendo a aquellos negros tocando como locos. Y piensas: yo quiero tocar así. El comienzo siempre es apasionante. También me ayudaron mucho las jam session que organiza la Asociación Zarangojazz en Murcia.
 
—Pero tú ya tocabas desde bien niño… 
—Comencé con la música porque mi padre es músico y quería que yo también lo fuese. Además, cuando era pequeño cantaba decentemente y mis padres se dieron cuenta de que no me funcionaba mal del todo el oído. Con ocho años comencé a tocar el trombón por una cuestión de utilidad, vamos, que mi padre me convenció, aunque no habría podido escoger mejor. 
 
—¿Y qué fue lo que pasó con aquel piano de juguete que te regalaron tus padres?
-Yo tenía  nueve años y mis padres alucinaron al verme tocar una pieza a dos manos en aquel piano de juguete sin que nadie me hubiera enseñado. A raíz de esa anécdota empecé a tomar clases. Hice tres años  de piano en Bullas, uno en El Palmar y seis en el conservatorio de Murcia, aunque no me considero pianista para nada.
 
—¿Cómo continuó tu formación?
—Estudié un año de preparatorio y un año de trombón en la escuela de música de Bullas. Al año siguiente, en mi segundo año de trombón, accedí al conservatorio de Murcia, donde estudié grado elemental, grado medio y grado superior de trombón. 
 
—¿Tocabas ya en alguna agrupación musical? 
—Desde los 10 años hasta los 16 fui miembro de la Unión Musical Villa de Bullas. Con 13 años formé parte de la Orquesta de Jóvenes de la Región de Murcia en su sección de aspirantes, me acuerdo que hicimos un viaje estupendo a París y dimos un concierto en Disneyland. También recuerdo con cariño haber tocado en el Lincoln Center de Nueva York con la Orquesta de Jóvenes de la Región de Murcia y en un festival de orquestas bastante importante en Chicago, el Midwest Clinic Festival. 
 
—Eres un hombre de travesías…
—Es que las travesías forman parte de la condición de músico. No sé cuantos kilómetros llevaré encima, pero unas cuantas vueltas al mundo habré dado. He sido miembro durante cinco años de La Mundial Orquesta Show y hemos girado bastante por España, de la que me queda por visitar solamente Canarias y Baleares. Ahora tengo un año y medio para disfrutar de Holanda y luego ya veremos. De todas formas, esté donde esté, nunca dejaré de crecer como músico.
 
—¿Cuándo descubriste que tenías oído absoluto?
Realmente no tengo oído absoluto, pero estoy bastante cerca. El oído absoluto supone tener siempre el  la a 440 hz perfectamente afinado en tu mente. Pero, ya digo, estar ahí rondando este tipo de oído ayuda a comprende mejor la música que escuchas. 
 
—¿Qué músicos te han marcado hasta el punto de llamarlos maestros?
—Los maestros están en los discos, dicen por ahí. Y no falta razón. Siempre he escuchado mucha variedad de estilos y músicos pero si tuviera que destacar a gente diría J.J. Johnson, Kai Windig, Charlie Parker… En el jazz he ido siempre por libre, aprendiendo de los músicos con los que toco y a los que escucho. Recuerdo que el primer solo que transcribí fue Crazy she calls me de Kai Windig, un trombonista de jazz. Los flamencos también me han influenciado mucho en los últimos años: Camarón, Paco, Duquende, Jorge Pardo…
 
—¿Qué  piensas de la situación del jazz en España ahora que vives en un país donde este género musical tiene un respeto y una influencia mayor?
—Me parece que nuestro jazz es el flamenco y no le hacemos ni caso, lo cual es una pena. Tampoco hay que imponer el jazz de los americanos porque es algo que no es nuestro y siempre será de minorías. Creo que los músicos europeos de jazz tienen que encontrar una identidad propia y dejar de ir siempre a rebufo de los músicos americanos. 
 
—¿Y sé está forjando esa identidad?
—Pues me hace bastante gracia que aquí en Holanda no haya una cultura definida en el ámbito musical, ni en el histórico, ni en el culinario. Se dedican a imitar a otra gente, les ha dado por los americanos en el jazz y, claro, van siempre por detrás. Sin embargo, hay gente que está consiguiendo forjar un estilo propio. En España, por ejempelo, músicos como Jorge Pardo o Perico Sambeat están consiguiendo hacer música creativa e improvisada pero manteniendo una identidad flamenca.
 
—¿Qué piensas cuando se dice que el jazz es música intelectual? 
—Me parece que cuando intelectualizas demasiado el jazz (como músico, me refiero) pierdes la raíz y el componente social que siempre ha tenido el jazz. Me doy cuenta de esto cuando escucho músicos que tocan muy bien a nivel técnico y creativo pero que no tienen sangre tocando, no transmiten un claro sentimiento que puede ser de inconformismo, de rabia o de sufrimiento, que es de donde nacen el jazz y el flamenco: del sufrimiento del pueblo negro y del pueblo gitano. Entonces, para nosotros, que no arrastramos ese sentir, es difícil que podamos llegar al nivel de transmisión que tiene esa gente. Por eso alucinamos cuando vemos a los negros.
 
—¿Te gustaría llegar a ser un negro lleno de inconformismo, rabia, pasión?
—Totalmente. Aunque me dejaría mucho dinero en rayos UVA. 

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