Por Pepe Fuentes
Ya duermes los inesperados sueños de piedra
en la indecible presencia del silencio.
Tus ojos han quedado plantados en la tierra
como un rumor de truenos y de luz inesperada,
como llamas prendidas en el centro de tu alma,
como el huracán de amor y sufrimiento
que ha bamboleado tus días.
El cielo ha trazado para ti
un camino de pájaros
el mismo día que la luna se echó sobre tu pecho
y te apretó a un césped regado de estrellas.
No hubo malabares posibles sobre el vértigo.
Los árboles atestados de chicharras
certificaron que marchabas
a lomos del viento,
aupado a un aire cargado de tu tiempo.
Dormitas, hermano,
presiento tus ojitos claros
auguro que los mantendrás abiertos,
mirándonos.