Francisco Fernández García
Archivo Municipal de Caravaca de la Cruz
Con este epígrafe encabezó el escribano del ayuntamiento el acuerdo adoptado por el concejo de la villa de Caravaca para celebrar el alumbramiento del primer hijo varón del monarca Felipe IV, noticia que se recibió con gran júbilo en todo el reino ya que, al menos momentáneamente, resolvía la sucesión al trono, zanjando con ello un problema que, en ciertos ámbitos, había comenzado a ser preocupante, puesto que hasta ese momento el monarca español solamente había tenido hijas.
Felipe IV contrajo matrimonio con Isabel de Borbón, hija del rey Enrique IV de Francia, en 1615 cuando contaba con tan solo 10 años, 2 menos que su esposa, por lo que tuvieron que transcurrir varios años hasta que comenzaron a tener descendencia. El primero de sus vástagos vino al mundo en 1621, fue una niña y le pusieron por nombre María Margarita; 2 años más tarde nació la princesa Margarita María Catalina que murió prematuramente poco antes de que hubiera pasado un mes de su nacimiento. Idéntica suerte corrieron las princesas María Eugenia, que nació en 1625 y falleció en 1627 e Isabel María Teresa, fenecida también ese mismo año a las pocas horas de nacer; finalmente el 17 de octubre de 1629 nació el primer varón. El niño fue bautizado el 4 de noviembre de ese mismo año, imponiéndosele el nombre de Baltasar Carlos, y se convirtió en el legítimo heredero al trono en una solemne ceremonia celebrada el 7 de marzo de 1632 en el monasterio de San Jerónimo el Real de Madrid.
La noticia del fausto suceso llegó a nuestra población a finales de octubre de 1629, siendo comunicada oficialmente por el Licenciado Mateo Cruzate de Barrientos, gobernador y alcalde mayor de Caravaca, en la sesión celebrada el 29 de ese mes, recordando al mismo tiempo la obligación de celebrar el acontecimiento, en cumplimiento de las disposiciones existentes para semejantes ocasiones: “sea tenido noticia que dios nuestro señor a sido seruido de dar vn príncipe suçesor enestos reynos y que estando como tan leal y ynteresada a tan gran benefiçio esta obligada con su posible a haçer las demostraciones asi de haçimientos de graçias a dios nuestro señor como de fiestas y regoçijos por el feliz parto dela reyna nuestra señora lo que hace saber aesta villa para que como otras bezes a luçido en semejantes demostraciones lo haga enla presente cumpliendo con la dicha obligación de tan leales y principales vasallos como son los vecinos desta villa”.
A pesar de la difícil situación que atravesaba la economía local en esos momentos, el concejo municipal, consciente de la importancia del acontecimiento y deseoso de demostrar públicamente su fidelidad a la corona y la alegría que la noticia había causado entre los vecinos y moradores de la entonces villa de Caravaca, decidió organizar, eso sí, con más voluntad que medios, un amplio programa que incluía actos religiosos y diversiones populares, figurando entre los primeros “vna procesión general que salga dela iglesia mayor Parroquial desta villa y vaya ala parte que parezca mas conbeniente”, tomando parte en ella todas las cofradías existentes en la villa.
En cuanto a las diversiones públicas, el concejo determinó la celebración de dos, “vna encamisada de noche”, restringiendo, para evitar conflictos, la participación en ella solamente a “las personas que pareçiere a los comisarios” y un juego de toros con 6 de estos animales. Inspirada en los ataques nocturnos de los tercios de Flandes, la encamisada era una fiesta popular en la que los participantes recorrían determinadas calles de la población montados a caballo, vestidos con una camisa blanca y portando, algunos de ellos, una antorcha en la mano; esta diversión gozó de gran aceptación en la segunda mitad de siglo XVI y primera del XVII, siendo este uno de los escasos testimonios de su celebración en nuestra ciudad.
En cuanto al juego de toros, dispusieron que fuesen 6 los que se corriesen en esa ocasión, teniendo, al estar vacías las arcas municipales, cada regidor presente que aportar 10 ducados para su adquisición, siendo comisionado el regidor Alonso de Robles Aramburu para que concertase la compra de los referidos animales, autorizándole a desplazarse para ello a Alcaraz, Segura, Hellín, Villanueva de los Infantes y “otras cualesquier ciudades, villas y lugares que los hallare”, dándole potestad para, en caso de resultar insuficiente el dinero o no encontrar la cantidad precisada, decidiese “la cantidad de toros que le pareciere”, habilitándole igualmente para que los alquilase en caso no resultar factible la compra. Posteriormente se ofrecieron a contribuir mas regidores, siendo finalmente 14 los participantes, por lo que fueron 140 ducados los que reunieron para poder efectuar la compra; sin embargo el importe final resultó ser algo mayor, teniéndose que comisionar al regidor Diego Godínez para que buscase el resto del dinero.
Además de estos actos, acordaron que de forma inmediata se festejase el suceso con cohetes, hogueras e iluminación general: “quel domingo que uiene enla noche se pongan luminarias por todas las calles y varrios y se hagan fuegos con mill maravedíes de pena a quien no lo hiçiere y ansi mesmo se pongan y se echen cohetes desde las camaras del ayuntamiento donde asistan los ministriles y pongan luminarias”, remitiendo el correspondiente aviso al mayordomo de la villa para que iluminase los lugares mas altos del castillo. El día en que tuvo lugar esta iluminación general fue el domingo 4 de noviembre. Los trámites y preparación de la fiestas ocuparon el resto del mes, dictándose el 29 de ese mes un mandamiento declarando festivos los días de la celebración, condenándose con pena de cincuenta mil maravedíes a los infractores. El edicto fue pregonado públicamente en los sitios acostumbrados para conocimiento de toda la población.
Con todos los preparativos hechos, el concejo se reunió nuevamente el sábado l5 de diciembre para señalar las fechas en que habrían de celebrarse los distintos actos programados, disponiéndose finalmente para el día siguiente, domingo 16, la realización de una procesión general en acción de gracias, pasando el correspondiente recado al Vicario para su asistencia y la de las cofradías con su cera “y los toros se corran el lunes diez y seis de diciembre y el comisario para traer los toros disponga lo neçesario para este dia y la encamisada se haga el sabado en la noche”. Orgullosos del programa confeccionado así como del esfuerzo y dinero invertido en el mismo, ordenaron al escribano del ayuntamiento la redacción de una detallada relación de las fiestas y la mostrase al ayuntamiento, “para que se uea si conviene se ynprima”.
No hay ninguna noticia más al respecto, por lo que es de suponer que la celebración se llevó a cabo con el lucimiento debido y sin incidentes que resaltar; ni tampoco a la redacción encargada al escribano, por lo que se desconoce si llegó a realizarla y a publicarse.
La vida del príncipe Baltasar Carlos fue breve, pues falleció de viruelas en 1646 una semana antes de cumplir los 16 años de edad, a pesar de ello su figura resulta ser bastante conocida gracias al conjunto de retratos realizados por Velázquez, especialmente el ecuestre fechado en 1635. Su muerte produjo cierta inestabilidad en el reino, al no existir heredero varón al trono y haber enviudado su padre 2 años antes; para solucionar este problema se concertó un nuevo matrimonio, siendo la elegida en esta ocasión su sobrina Mariana de Austria, hija de su hermana Maria Ana y del emperador alemán Fernando III de Habsburgo; este matrimonio tuvo 5 hijos, siendo precisamente el último de ellos el que heredó el trono de España, reinando con el nombre de Carlos II.
