Ya en la calle el nº 1041

¿Una oportunidad perdida?

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Juan Antonio Sánchez Gímenez

Decía don Pedro Ballester Lorca que en Caravaca hay más fiestas que pueblo. Tal afirmación se hace más que evidente en la mañana de nuestro dos de mayo, cuando la explosión de alegría y color se derrama por las calles de Caravaca como el vino lo hará sobre las flores en el rito de la Santísima Cruz al final de la mañana y que le da sentido a la misma existencia de los Caballos del Vino.

Es en estos momentos cuando se presenta el mayor reto para los responsables de la organización por la gran afluencia de personas y los riesgos que ello conlleva, más aún desde la primera década del siglo XXI en la que la fiesta creció y creció, pero no sin desequilibrios, como otros tantos aspectos en aquellos años. Este es el reto que asumieron principalmente Simón Laborda como Secretario de la Comisión de Festejos y Javier Gallego, como presidente del Bando de los Caballos del Vino, así como los presidentes de los bandos moro y cristiano, Miguel Ángel Martínez y Salvador Campoy, respectivamente; una reestructuración de la mañana del dos de mayo que no alteraba la esencia ni tradición alguna de las que la componen, dando mayor fluidez al recorrido y vitalidad a la mañana.

Como la sangre en el cuerpo humano o el agua en un arroyo, la fluidez es esencial por salud y supervivencia. La propuesta consistía en cambiar el orden de los dos recorridos que hacen los Caballos del Vino y que Moros y Cristianos terminaran su desfile en la plaza del Arco, subiendo solo al castillo el grupo o kábila que acompañase a reyes y sultanes. Fue sometida a votación en asamblea festera y el resultado fue el rechazo a dichos cambios. Por lo que se oía en los mentideros festeros y en el barullo casi nunca cierto de las redes sociales, se alegaba que se quería acabar con la cuesta de la Simona, dando por hecho, sobre todo en muchos jóvenes, que es una tradición correr dicho tramo con el caballo y que resultaba un perjuicio intolerable. Nada más lejos de la realidad. La cuesta de la Simona empezaron a correrla algunas peñas en la primera década del siglo XXI, pero es una parte más del recorrido, sin contenido ritual específico.

De hecho un buen amigo mío, hablando de este asunto recordaba como de niño, cuando subía con la peña Dandy estaban incluso los coches aparcados. La otra manzana de la discordia era la subida de moros y cristianos al castillo. Simplemente se trataba de una medida que dignificaba la subida actual, que se ha convertido en un caos absoluto con algunos grupos y kábilas que suben con un número irrisorio componentes, de mala manera o directamente sin banda y con cortes, dando una imagen más que mejorable. Resulta entonces que tras un año de trabajo, en el que se barajaron decenas de opciones y en el que se llamó a muchas puertas, la propuesta que estaba consensuada por los tres bandos y Comisión de Festejos se tiró para atrás.

Y en el año previo al jubilar 2024 nos encontramos con los problemas generados en la primera década de los 2000, cuando todo empezó a acumularse y aunque no rompiendo, por lo menos sí disolviendo la magia de lo efímero y dinámico de la mañana, cuando los horarios aún eran racionales y acordes al ritual. Personalmente creo que esta medida no ha salido adelante debido entre otras cosas a la escasísima pedagogía festera entre los más jóvenes que se viene haciendo de un tiempo a esta parte, y ahí entramos todos. Y cuando hablo de pedagogía me refiero por ejemplo, y entre muchos otros testimonios, al brillante discurso que dio el caballista del año  Pedro Salcedo Rodríguez en la gala festera celebrada en el teatro Thuillier.

También juegan en contra los tiempos que corren en todo Occidente, en los que se malbaratan las tradiciones ancestrales (que son riqueza y cultura) y se sustituyen por elementos sintéticos y planos que nada tienen que ver con la raíz originaria de los festejos propios. Pongo por ejemplo algo que hubiera sido imposible hace unos pocos años en un pueblo que se jacta de su identidad y de su culto a la Santísima Cruz; a la misma hora que procesiona la Sagrada Reliquia, se han programado estos últimos años algunas actuaciones de disc-jockeys en algunos refugios, tal y como suena.

¿Es coherente con el significado de la fiesta y más si lo organizan colectivos que pertenecen a la misma?. ¿Alguien se imagina algo así en festejos como el Rocío o el Corpus de Toledo?. ¿Y en la Semana Santa de Sevilla?. ¿Un concierto de rock organizado por una cofradía durante la célebre madrugá?. Pues sí, los organizadores están en su libertad de hacerlo, pero recordemos que el fundamento y centro de la fiesta caravaqueña es la Santísima Cruz. Parece que hay un elefante en la habitación, que diría Soto Ivars, y nadie quiere verlo. E insisto que todo esto es fruto de la escasa pedagogía que se ha hecho en los últimos años, amén de otros errores cometidos como la dejadez de algunos colectivos festeros, el individualismo, no mirar por el bien común o la permisividad con asuntos que no entran ni con un calzador.

Pero no quiero alargar más este escrito sin insistir en la mañana del 2 de mayo. Siempre brillará con luz propia, pero la cuestión de la organización tendrá que resolverse antes que tarde, aunque de momento los únicos que han tenido la osadía de tirar hacia delante con una propuesta solvente y concreta han sido Simón Laborda y Javier Gallego con sus respectivos equipos de trabajo. Su esfuerzo, su amor a las fiestas y su afán de mejorarlas algún día se verán recompensados y todos los festeros les estaremos agradecidos. Estoy más que seguro.

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