Ya en la calle el nº 1041

“El Señor de la Cama”

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

MANUELA SEVILLA

Es nuestro “Señor de la Cama” un Cristo Yacente que en otros tiempos fue un Cristo del Descendimiento. Esta imagen, tan querida y venerada por los Calasparreños, esconde una bonita historia entre los pliegues de su cuerpo desnudo.
Es la figura de más antigüedad que procesiona en la Semana Santa de Calasparra, junto con la de Nuestro Padre Jesús, ya que todas las demás son posteriores, encargadas por las Cofradías para reemplazar las que fueron destruidas en la GuerEl Señor de la Cama antes de la restauraciónra Civil. Esta imagen fue donada en testamento a la Ermita de los Santos Mártires, en 1617, por una calasparreña singular de azarosa vida, lo que le valió al final de sus días el sobrenombre de “la Beata”. Hablamos de Juana Sánchez, Hermana Terciaria de la Orden de San Francisco (J. José Moya), pues en esta época es el color franciscano el que predomina. Entre las formas y objetos de religiosidad más relacionados con los franciscanos encontramos la difusión de la Orden Tercera, extensión seglar de la espiritualidad franciscana. En aquellos años, casi toda la población pertenecía a esta orden, encontrándola ampliamente representada en poblaciones como Moratalla, Caravaca, Cehegín, Totana, Cieza, Jumilla, Yecla y Calasparra, donde estuvo presente hasta la disolución del Hospicio e Iglesia franciscana en 1835.
Las primeras hermandades y cofradías de España se encuentran ligadas, desde su inicio, a la Orden fundada por el penitente San Francisco de Asís. Pertenecer a una cofradía era un vínculo muy fuerte que no solo se desarrollaba en el periodo de Semana Santa sino que duraba todo el año. Así iban a misa periódicamente en la capilla donde tenía su sede la cofradía, asistían a reuniones (en Calasparra había una “Escuela del Cristo” donde se reunían periódicamente, en una especie de ejercicios espirituales donde hacían oración mental), se dejaban pagadas misas para después de muertos e incluso se enterraban con su túnica. En las visitas a la Encomienda de Calasparra de 1771, 1776 y 1790 se hace alusión a la imagen de Jesús Nazareno con túnica de terciopelo morada y cordones de oro puesta en el nicho y, bajo éste, otra obra hechura de su majestad en el sepulcro. Esta dualidad de las dos figuras provocaba un gran impacto.
El Descendimiento se encuadra dentro de la liturgia de la Semana Santa. Este modelo iconográfico posee una doble funcionalidad ya que permanece crucificado durante todo el año hasta que la tarde del Viernes Santo es desenclavado de la cruz para ser enterrado en una urna de cristal y allí velado durante toda la noche. En un principio esta escenificación, o Auto Sacramental de la Pasión, era representado por actores que luego fueron sustituidos por imágenes que, para darle mayor realismo, tienen los brazos y muñecas articulados. En otras localidades vecinas también existen otros Cristos del Descendimiento, como el Cristo de la Reja en Jumilla.
De nuestra imagen sabemos que aparece en los inventarios que realiza la Orden de San Juan de Jerusalén, con una diferencia de 150 años respecto al testamento de Juana Sánchez, por lo podemos pensar que es la misma. En el año 1.816 aparece ya la familia custodia de la imagen, que la ha ido guardando hasta nuestros días y que ha tenido que salvar dos guerras: la Guerra de Independencia de los franceses salvado por D. Juan Garcia Mateos y en la Guerra Civil por D. Martin Garcia Castillo fue envuelto en un saco y guardado en el pajar de la casa familiar en el número 3 de la calle Manzano, en la que permaneció hasta el año 2005.
En Calasparra también se realizaba la representación del Descendimiento. Fue trasladada a la Iglesia de San Pedro cuando se reconstruyó la Iglesia de los Santos y a un lado del altar se colocaba la cruz en un agujero en el suelo y se procedía a quitarle los símbolos de la Pasión: la cartela de INRI ( Iesus Nazarenus Rex Iodorum , Jesús de Nazaret Rey de los Judíos), la corona de espinas, los clavos de la mano derecha y luego la izquierda y, por último, el clavo de los pies, mientras se presentaban a la Virgen de la Soledad. Por eso tenía los brazos móviles, con una especie de fuelle de tela que le permitía subirlos y bajarlos, siendo convertidos en fijos después de su restauración. Esta escenificación la realizaban el sacerdote y el sacristán de la Iglesia, representando a José de Arimatea y Nicodemo. Posteriormente se depositaba la imagen en la urna de cristal. Después tenía lugar el “Sermón del Descendimiento”, para ayudar a la formación de los cofrades y vecinos, aunque más con tintes de exaltación que de enseñanza. Permanecía en la urna hasta el Domingo de Resurrección, custodiado por dos picas o “armaos” que se turnaban toda la noche.
El trono procesionaba en Semana Santa con el Cristo yacente y dos ángeles de gran tamaño en la parte de atrás, sosteniendo la losa de la tumba, cubierto con un manto de seda salpicado de flores. Llevaba una luz de faroles proyectada hacia arriba que inundaba a los dos ángeles. El trono iba escoltado por una escuadra de la Guardia civil con sus trajes de gala, la cabeza descubierta con los tricornios a la espalda y los fusiles colgados al hombro a la funerala, con la culata hacia arriba y el cañón hacia abajo. Detrás iba el madero, símbolo de muerte, de cuyos brazos colgaba un lienzo que había sido utilizado para el descenso del cadáver, al igual que la escalera adosada en la parte posterior. El alumbrado público estaba apagado, solo iluminado por los faroles y las velas de los acompañantes. Numerosos penitentes vestidos con túnicas, la cara tapada, con sus pesadas cruces, los pies descalzos, algunos con una pEl Señor de la Cama, restauradoesada cadena que arrastraban al andar, la Banda de música tocaba una marcha fúnebre…
La Cofradía de Nuestro Padre Jesus cuenta con la imagen del Cristo Yacente o el Señor de la cama, restaurada en el año 1999 por los propietarios herederos de Don Victoriano, Don José y Dª Rosa García Montiel, quienes la ceden todos los años de manera desinteresada. La restauración la llevó a cabo un fallero de Alicante, ya que nuestro Cristo no es de madera, ni piedra, ni marfil sino un material más pobre: cartón piedra. Estas figuras eran muy comunes en esta época, usadas por la Orden Franciscana, debido a su escaso peso y bajo coste económico, para hacer “las misiones” por las distintas poblaciones.
Hoy en día es un Cristo Yacente acostado en las andas que hizo Don Damián Guirado 1953, que sustituyeron a unas andas doradas de extraordinaria belleza. Luce sin cubrir después de ser restaurado. Es llevado por la Cofradía de Nuestro Padre Jesús y detrás de él van las Manolas de riguroso luto portando las velas del Santo Entierro y una sucesión de personas acompañándolo. Cierra la procesión su madre, “La Dolorosa”, las autoridades eclesiásticas y las civiles, con la marcha fúnebre de la Banda de Calasparra.
Al finalizar la Procesión de Viernes Santo, sobre las 2 de la madrugada, es recogido en la Iglesia de San Pedro. Todo el mundo guarda silencio, las luces están apagadas y una trompeta toca a silencio desde un balcón de la fachada y no cesa hasta que “El Señor de la Cama” está recogido en su morada.
Posteriormente es devuelto a su casa de acogida, en la Plaza de la Corredera, custodiado por Don Martin García Soler y su esposa Dª Josefa Martínez, que tan amablemente me han facilitado la información y fotos, en representación de todos los descendientes de los primeros custodios. Allí puede ser visitado por todos los calasparreños que lo deseen, así como llevarle ofrendas de flores. Tendremos que esperar a la próxima restauración para saber con exactitud la fecha de creación pero a lo mejor ocurre lo mismo que con “La Dolorosa” de Salzillo que tras su restauración hace unas semanas se ha encontrado en su interior un pergamino que constata su fecha y quien la mando realizar y los expertos solo se habían equivocado unos 20 años.
Siempre ha sido mi imagen favorita de nuestra Semana Santa. Siempre la he visto desde lo alto, en el balcón de mi casa. Siempre mirando hacia abajo para ver a “un señor de la cama” que, sin llegar al extremo barroco, refleja todo el sufrimiento de su vida con la tranquilidad que nos anuncia su resurrección.

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