Ya en la calle el nº 1041

En Moratalla te quedas, por Pascual García

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

AÑOS FUGITIVOS

Pascual García ([email protected])

Salí de mi pueblo por primera vez a los catorce años, aunque dos años antes ya había ido a Francia a la vendimia y había conocido otros caminos, otros paisajes y otros pueblos, llevaba a todos lados la imagen y el olor de Moratalla y cuando los contrastaba con los que me iba encontrando no podía reprimir una decepción palmaria, no me gustaban los pueblos alineados a lo largo de una carretera, longitudinales y planos, pueblos sin sabor y sin olor cuyo horizonte no aparecía cortado por una sierra alta y fiera, no me gustaban los pueblos con gente demasiado educada a cuyas palabras les sobraban las apabullantes eses castellanas o levantinas, tan excesivas, de hecho tardé bastante en acostumbrarme a la ciudad de Murcia, aunque esta pequeña capital tiene mucho de pueblo y ya empiezan a conocerme sus gentes, aquí comencé a escribir de mis sueños en Moratalla, de mi paisaje y de mis leyendas particulares, forjadas a partes iguales por los relatos de mi padre y la épica de mi abuelo, hube de irme de aquí para sentir la necesidad de escribir sobre Moratalla, tal vez porque la nostalgia es el motor de mi literatura.

         Pensé mucho en mi tierra y llegué a la conclusión de que uno necesita irse de su lugar de origen para echarlo de menos, y para construirlo de nuevo y pensar en él y de que hay una infinidad de pueblos por los que uno pasa, en coche, en autobús, en tren, incluso en avión, pero en los que nunca ha pensado quedarse, mientras que el nuestro está hecho para acogernos, como una especie de nido, de útero maternal o madriguera confortable donde nuestro espíritu busca descansar, y supongo que no solamente nos pasa a los que nacimos aquí, sino que Moratalla ejerce una atracción especial sobre todos los que se atreven a entrar en él o a pasar muy cerca, una fuerza mágica  suele llamar a sus hijos, de tal modo que aunque anden dispersos por el mundo, antes o después acaban regresando.

         En otros pueblos uno pasa como por un almacén o por el escaparate de una tienda o entra en ellos buscando una señal mística o una llamada religiosa, en otros pueblos se llega para buscarse la vida, para  admirar sus bienes como un turista o un viajero, pero en Moratalla, que nunca fue un lugar de paso uno viene para quedarse y como si cayera en una dulce trampa, al paso del tiempo te das cuenta de que pasabas por aquí, vistes las luces encendidas y te asomaste a ver lo que ocurría, y lo que pasaba era la vida misma, así que nunca más quisiste irte.

         Han venido para quedarse porque en Moratalla te quedas como el viajero cansado que se aloja en una posada acogedora, como el turista que reniega de su identidad falsa y termina adoptando la verdad del sitio en el que está para siempre.

         Nos ha pasado a todos, aunque algunos nacimos aquí, pero para pertenecer a este pueblo de pleno derecho no basta con que tu madre te para en una de sus calles, necesitas además que Moratalla te acepte y que te ganes tú mismo su carta de naturaleza y para eso tienes toda la vida por delante.

         Y el apoyo de todos y cada uno de nosotros.

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