Ya en la calle el nº 1041

Miguel Sánchez Robles «La poesía mística es tal vez el consuelo más íntimo del hombre»

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

¿Qué le ha supuesto ganar el Premio Internacional de Poesía Mística en su ciudad natal?

Ha sido un verdadero honor y una gran alegría. Primero por ver unido de alguna manera mi nombre a alguien tan importante en nuestra ciudad y en la historia de la Literatura como es San Juan de la Cruz. Y en segundo lugar por tener la oportunidad de ver publicado este libro tan pulido y trabajado, porque publicar poesía mística es muy difícil hoy en día, casi imposible. Nadie en casa sabía que me había presentado, era como uno de esos secretos que uno guarda exclusivamente para sí mismo, como cerrado con la llave de un sagrario, y albergaba la ilusión de poder ganarlo porque “Confesión de la sed” es un poemario crucial en mi trayectoria. Es una obra honda y diferente a todo cuanto he escrito antes. Es un libro balsámico, curativo. La poesía mística es tal vez el consuelo más íntimo del hombre.

¿Qué suponen los premios “Albacara” para escritores de su generación?

La palabra “Albacara” supone mucho para la “conciencia intelectual” de mi generación y para el acervo cultural de Caravaca de la Cruz. Hubo un momento en nuestra juventud, en la memoria de los caravaqueños que amábamos ya entonces la Literatura y pudimos ir a la Universidad, en que este certamen tenía mucha resononancia y prestigio. Tuvo su esplendor a nivel nacional y se editaron obras francamente buenas. Recuerdo que participaba gente de toda España y que algún año lo ganaron escritores que yo admiré de joven, escritores que, aunque no eran muy famosos, escribían muy bien, como el mallorquín Miguel López Crespí. Todo aquel dinamismo cultural que supuso durante muchos años el premio ha vuelto con empuje gracias al auspicio de los padres carmelitas y de los patrocinadores de la “Asociación Cultural Albacara”. Me alegra muchísimo y agradezco que así sea. Le viene muy bien a una ciudad como Caravaca tener un certamen de esta relevancia y categoría.

¿Qué se encontrará el lector en su poemario premiado?

Encontrará sobre todo preguntas y vivencias, poesía y confesiones. Encontrará una mirada sobre el mundo y sobre el sentido de la vida. Y la convicción de que esas inquietudes y cuestiones profundas que a veces le planteamos a Dios cuando estamos muy lúcidos y solos sean lo más importante y trascendente que un ser humano llegue hacer en su vida.

¿Qué es para usted poesía mística?

Es una incesante búsqueda y una forma sutil de expresar el amor y la trascendencia humana. Un diálogo con un “Tú” superior que aborda las incertidumbres y las certezas más hondas. Sí, la poesía en general y la mística aún más, es ese diálogo con las cosas que son más oscuras y profundas que el mundo mismo. Las palabras abren caminos y levantan puentes y los hombres las seguimos como si estuviésemos ciegos porque casi todos hemos venido a este mundo a escuchar y a ser escuchados. En ese sentido asumo y reivindico estas palabras de mi amigo José Elgarresta: “Un libro de poesía es bueno cuando cualquier poema que leas en él parece escrito para ti”.

¿Hay que ser religioso para poder escribir mística?

No necesariamente. La religión explica el mundo, da también un sentido a todo, pero hay personas que tienen un anhelo intenso que va más allá de lo puramente religioso, una sed que no se sacia del todo. Para escribir poesía mística hay que tener esa sed.

¿Por qué son trascendentes “las pequeñas cosas” de las que hablaba en su discurso al recoger el premio?

Porque en realidad, como dice Sándor Márai, la verdad no existe, la verdad son los detalles, los pequeños detalles. Hay más verdad en una sonrisa o en un dedal que en un documento de seiscientos folios. A veces hay más verdad en un vaso de agua que en el mar “entero”. El “Padre Nuestro”, por ejemplo, tiene cincuenta y seis palabras, la Declaración de Independencia de los Estados Unidos tiene trescientas, y el Tratado de Importación de Caramelos dentro de la Comunidad Europea, ciento nueve mil ochocientas once. A veces hay más enjundia y más verdad humana en un poema de seis versos que en una novela de cuatrocientas páginas. Cuando hablaba de “las pequeñas cosas” me refería también a eso.

¿Ve alguna semejanza entre su novela “Salvación” y este poemario?

Sí. Este libro culmina en cierto sentido el camino espiritual que atraviesa mi novela “Salvación”. Es una especie de adenda, de compendio final, definitivo.

No sé si le parece que la poesía cobra todo su sentido cuando es recitada, ¿vale también para la poesía mística o ésta exige del silencio y de la lectura interior?

Yo creo que la poesía cobra sentido cuando se lee con esa atención que supone una especie de generosidad suprema. Pero para eso la poesía debe de ser buena, “auténtica”, así, entre comillas. Hay poetas que al recitar sus versos le otorgan un valor especial, un significado añadido, y también ocurre lo contrario, poetas que al recitar devalúan el contenido mismo del poema. A veces las palabras se nos clavan en el corazón como un pedazo de Cielo que nos ha sido concedido, pero eso no se sabe nunca cuándo va a ocurrir. Puede suceder en el acto de leer a solas o en el momento de escuchar. En el fondo es un misterio el porqué unas palabras precisas llegan como la nieve al corazón de alguien.

El primer libro suyo que leí fue “La perra diecinueve”, ¿qué queda de aquel poeta en el poeta de hoy?

Todo. Queda todo. Tal vez ahora sea más exigente y a la vez más preciso, pero el anhelo es el mismo, la mirada es la misma, mi actitud es la misma. Escribir para decir que has existido y que has intentado y sabido hacer algo contigo mismo.

¿Con qué género nos sorprenderá en su próximo libro?

Novela. Aunque en la actualidad me encuentro inmerso dentro de una obra que escribo muy despacio, un texto sin un género claro, híbrido, entre el ensayo, el memorialismo y la prosa poética. Me da mucha vida hacer algo así, tener ese proyecto, disfrutar escribiendo con libertad absoluta, como diciéndole al lenguaje: ¡Te necesito para otra cosa!

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