Ya en la calle el nº 1041

Mi encuentro con Ulises

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Mi encuentro con Ulises
Mi encuentro con Ulises

¡Oh, el impulso de la brisa! ¡Oh, el aroma del otoño! Otra reunión espontánea de elementos me aboca, de nuevo, a recorrer mis orígenes, como cuando era aire. Algunas rocas plagadas de líquenes fueron testigo del evento. Yo fui pájaro de vuelo raso y certero por entre los bosquejos del encinar centenario. Tal como el milano, me adentré sorteando obstáculos en aquel entramado lóbrego que me atraía. Al principio salí ileso de la aventura porque, en el bosque, supe llamar a todos por su nombre. Alrededor mío, sin embargo, nadie más corrió esa suerte al no conocer el lenguaje de los árboles. Ninguno de los que me acompañaban quedó indemne en la travesía. Autodidacta fui en el aprendizaje de la lengua del bosque. Aprender la lengua es lo primero para no sentirse solo: eso he aprendido.

Un sol rezagado se asoma, tímido, por entre una bandada de sahumerios de agua: niebla pertinaz y constante —aún más que la memoria— que trenza y acaudala de agua los árboles que jalonan el camino. La imagen allega en forma de poema sutil que se expande por los entresijos de la tarde. Adopto, entonces, regurgitando balbuceos, mi condición de soñador. Garbillo imágenes que me elevan sobre la realidad de la rutina. Cuando a lomos de Fantasía galopo hacia donde moran los sueños, entonces constato todos los errores del pasado. No consiento interesarme por aquellos de los que ya he aprendido: ya están amortizados. Mi hato, empero, pesa aún demasiado: sigue sin aliviarse del todo debido a tanta equivocación y desatino. No tengo más remedio que atender ese bagaje. Quizá debiera adoptar la función de cloaca, cuanto antes, ya que no me resigno a formar parte del rebaño insulso. Al menos, no me resigno a formar parte del rebaño insulso intelectualmente. Casi que es lo único que puedo hacer. Porque es verdad que deambulo entre los rediles que marca el engranaje social del capitalismo más rancio, rebelándome, si acaso, solo cuando se me propone algo perverso. Perverso o insubstancial. Pero vagabundeo aquiescente tolerando las mil y una formas que tiene el Sistema para engullirme. Hasta ahora, lo único que no he consentido que se traguen ha sido mi conciencia. La libertad es una actitud, una actitud que aparece a menudo en mis sueños. En mi sueño de hoy me entretenía merodeando en las entretelas del alma y me he sorprendido a mí mismo en actitud de peregrino, metamorfoseado en hombre caminante que pone su horizonte en aquella ínsula Barataria que fuera prometida a Sancho. He soñado que me inmiscuía por rutas ignotas ensartando astucias para seguir en el camino sin ser engullido ni fagocitado por los vahos del relativismo: aquellos que mascullan a mi oído que no pasa nada por abandonar el viaje. En el sueño de hoy se mostraba mi figura investida de harapos, de ropas jironadas que exhalaban los aromas del fracaso. En mi barjola de esparto resonaba el sonido hueco de lo momentáneo. Me he encontrado con Ulises en su viaje de regreso. Ítaca le quedaba aún lejos. El héroe parecía estar a punto de desfallecer. Ya apenas le era posible recomponer en la mente la imagen de su hijo Telémaco jugando a las tabas con las doncellas. A pesar de mi esfuerzo por hablarle no he conseguido articular palabra alguna, quizá porque, en el sueño, muy cerca de mí, fuera de su alcance, Penélope devanaba las madejas de algodón y las tejía y destejía una y otra vez, esperándolo.

En ocasiones, a mí también me confunden las sirenas con sus cantos.

Tanta pena tengo.

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