Ya en la calle el nº 1041

Las fiestas de la Cruz hace un siglo

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

José Antonio Melgares Guerrero

Cronista Oficial de Caravaca y de la Región de Murcia

En lo sustancial nada ha cambiado si comparamos las Fiestas de la Cruz de hace un siglo con las de hoy, salvo en los horarios de los actos y en el boato que guarnece los rituales. Sin embargo, el cambio en los gustos por determinados aspectos de la Fiesta si que se ponen de manifiesto cuando echamos la vista atrás y contemplamos cómo las vivieron nuestros abuelos y los padres de aquellos.

Se valoraba entonces y mucho, el aspecto literario, hoy tan poco reconocido (salvo en el Pregón y en algunas presentaciones de reyes y otros personajes festeros). Se cuidaba mucho el traer a un predicador de tronío para la “función de iglesia” del tres de mayo, habiendo pasado por el púlpito de “El Salvador” los mejores oradores sagrados de España, entre ellos los canónigos magistrales de las más importantes catedrales.

Y se organizaban “Juegos Florales”, a los que podemos considerar como el “plato fuerte” de los festejos cívicos, en una sociedad mucho mas elitista que la nuestra y también menos participativa, a la que se lo daban todo hecho.

De los “Juegos Florales” en general ya trató José Alberto Sáez de Haro en las páginas de la Revista de Fiestas de 2010, por lo que evitaré tratar del origen y desarrollo de los mismos en cualesquier fiestas de España que se preciaran, en los que se dieron a conocer muchos de los poetas y literatos de la primera mitad del S. XX.

Los “Juegos Florales, como digo, constituían uno de los actos más importantes y esperados. Eran convocados por la comisión al efecto de la Cofradía de la Stma. Cruz y se hacía con suficiente antelación para su conocimiento por los interesados de dentro y fuera de la ciudad. En 1923, hace ahora un siglo, fueron convocados el 4 de abril en la prensa local y regional, para celebrarse en la ciudad el 6 de mayo siguiente (ya fuera del espacio temporal de las Fiestas de la Cruz). Se propusieron ocho temas, entre los que figuraron: “Canto a Caravaca y su Cruz”, “Canto a la mujer de la Región” “Cuatro sonetos dedicados a Cehegín, Calasparra, Moratalla y Caravaca”, “Poesía festiva” y “El estado actual de nuestra industria”, entre otros más generales. Los premios no eran en metálico sino que determinadas instituciones y particulares ofrecían como tales “objetos artísticos”, siendo premiado el mejor trabajo por un jurado calificador cuyos nombres no se daban a conocer hasta el día de la entrega de premios. El primero y más importante era la “Flor Natural” (estrictamente simbólico, pero de gran valor sentimental y poético). Los participantes habrían de cumplir las bases estipuladas en la convocatoria y enviar sus trabajos (siempre originales) al notario local Francisco del Moral.

En el acto de entrega de premios, que tuvo lugar en el teatro Tuhillier, en la fecha antes indicada, con toda solemnidad y lujo, actuó como mantenedor el abogado de Albacete Antonio Gotor, y presentó al mismo el Dr. en Sda. Teología e Hijo Ilustre de Caravaca D. Tomás Hervás García. El Secretario de la Comisión y de Comisión de Festejos Pedro Robles dio lectura a los nombres de los premiados, resultando merecedor de la Flor Natural el poeta y Cronista Oficial de la Ciudad D. Manuel Guerrero Torres.

La Reina del festejo, elegida previamente por la comisión organizadora entre la sociedad burguesa local (que elegía a su vez a un número indeterminado de damas y pajes), fue en esta ocasión Lolita Jiménez Godínez, y entre su corte figuraron Carmencita Fernández, Cruz Robles Sánchez, Asunción Marín Jiménez, Antoñita Muso, Adelita Oñate y Pepita Abad, siendo los pajes Lolita Torrecilla y Matildita Álvarez.

También conocemos por la prensa regional de aquel año, los nombres de los componentes de la Comisión Organizadora: José López Martínez, Francisco Sánchez, Pedro Robles y Jorge López. Ni que decir tiene que los comentarios sobre el acto, en los ambientes locales del momento giraron en torno a la belleza de la reina y damas de su corte. Su atuendo, confeccionado por modistas locales o de fuera de la población; y del orador, quien dejó boquiabiertos a propios y extraños por lo que dijo y también por cómo lo dijo.

Número principal en las Fiestas de la Cruz de 1923 fue también la presencia en las mismas de la “Banda de Música de Infantería de Marina de Cartagena”, que dirigía a la sazón el “eminente músico mayor D. Jerónimo Oliver”. Lo que la Comisión de festejos de la Cofradía de la Stma. Cruz pagó a la citada banda militar, fue donado por la institución filarmónica al Santo Hospital de Caridad de la Ciudad Portuaria, institución que días atrás había organizado con tata solemnidad la coronación canónica de la patrona de la Ciudad: la Stma. Virgen de la Caridad, estando sus fondos en esos momentos bajo mínimos.

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