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LA ESPAÑA RURAL EN PIE DE GUERRA: consecuencias de la pérdida de la soberanía alimentaria

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Alfonso Sánchez, ganadero @entusgenes

El sector primario, pilar fundamental de toda sociedad, se enfrenta a su mayor encrucijada. El aumento vertiginoso de los insumos, las políticas de libre comercio, las condicionalidades asfixiantes para acceder a subvenciones, la desaparición de los modelos ganaderos y agrícolas tradicionales, el encarecimiento desmedido de la tierra y la falta de relevo generacional forman parte de un intrincado que está secuestrando nuestra soberanía alimentaria y hace que dependamos de terceros países para garantizar la alimentación a la ciudadanía.

Aumento de insumos y condicionantes para subvenciones.

El agro, vital para nuestro sustento, se ve atrapado en una espiral de dependencia de insumos cada vez más caros procedentes de terceros países. A eso se le suma las numerosas condicionalidades para recibir apoyo económico para que su actividad sea rentable ante el incremento de costos.

Estos son los dos pilares de la esclavitud a la que están sometidas la gran mayoría de las explotaciones agropecuarias. Por un lado, son incapaces de adquirir semillas, abonos, combustibles o piensos a precios razonables para garantizar unos beneficios acordes a los precios de venta del mercado. Por el otro lado encontramos los incesantes cumplimientos a los que están sometidos, independientemente del modelo productivo y del tamaño de la explotación, para la obtención de las ayudas y subvenciones que garantizan que en años como los dos anteriores y el presente donde las producciones son bajas y los precios de todo son muy volátiles, no tengan que cerrar sus explotaciones.

Por tanto, todas las condicionalidades, cuyo fin debe servir para trazar un camino hacia un cambio del modelo productivo más respetuosos, sostenible y soberano, terminan siendo vistas como obstáculos a la producción y que suponen un gasto adicional al ganadero o agricultor para cumplir con ellas y no quedar excluido de las ayudas.

Especulación de la tierra agrícola y falta de relevo generacional

La tierra de labor, cuna de nuestra soberanía alimentaria, se torna cada vez más inaccesible para las nuevas generaciones. El encarecimiento desproporcionado debido a la especulación del terreno agrícola para otros usos como plantas de energía renovable o la compra de fondos de inversión para reconvertirlos a intensivo, ahoga la posibilidad de una sucesión en el sector. La falta de relevo motivado por esto y por lo poco atractivo en cuanto respecta a condiciones laborales pone en peligro la continuidad de la producción de alimentos, no solo a nivel local, sino estatal.

Empobrecimiento de suelos y dependencia de insumos químicos

Los suelos, fuentes de vida, se empobrecen bajo el peso de prácticas insostenibles. La necesidad de rendimiento inmediatos lleva al uso indiscriminado de abonos inorgánicos, debilitando la salud del suelo y generando dependencia preocupante de insumos químicos. Esto hace que perdamos nuestra total capacidad de producción de forma autónoma y no podamos ser dueños de nuestros procesos productivos si recurrir a las grandes agroquímicas.

Descontrol de plagas y uso excesivo de fitosanitarios

El desbalance ecológico ocasionado por la práctica del monocultivo y la intrusión de plagas por la importación de viveros de terceros países provoca un descontrol de plagas requiriendo el uso masivo de fitosanitarios para proteger los cultivos. Este exceso, si bien intenta preservar la producción, se convierte en un arma de doble filo, amenazando la salud ambiental y aumentando la vulnerabilidad de nuestra cadena alimentaria.

En los últimos años se viene regulando el uso de fitosanitarios, pero de nada sirve si después no hay una regulación para alimento importados de otros países que tienen legislaciones en materia de uso de fitosanitarios mas laxas.

Conclusiones

La suma de todos estos desafíos no solo cuestiona la viabilidad de nuestra agricultura, sino que también pone en jaque nuestra soberanía alimentaria. No somos dueños de nuestros procesos productivos o explotaciones. Dependemos de otras personas, y no suele ser nuestro vecino, para desarrollar nuestras actividades. Dependemos cada vez más de factores externos perdiendo el control sobre la producción que sostiene la alimentación de todos.

Recuperar nuestra soberanía alimentaria implica replantear prácticas agrícolas sostenibles y soberanas, promover políticas que faciliten el acceso a la tierra para que se cultive con el fin universal de dar de comer a la población de tu zona, garantizar unos precios que sean justos para el ganadero o agricultor y para el consumidor, educar a la ciudadanía para que vuelva a tener el respeto por los alimentos que llenan sus despensas y por los productores de los mismos, que la reducción de fitosanitarios sea con el único fin de mejorar la calidad de los alimentos y la salud de los ciudadanos y subvenciones dirigidas a la recuperación de nuestros suelos facilitando y promoviendo técnicas que hagan sostenible su cultivo para generaciones venideras.

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