Ya en la calle el nº 1041

El Correo de Nerpio

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

José Antonio Melgares Guerrero/Cronista Oficial de Caravaca y de la Vera Cruz.

Hubo un tiempo, hasta bien entrada la segunda mitad del S. XX, cuando el vehículo de motor particular aún era un lujo sólo al alcance de unos pocos, y eran referente en los caminos las curvas y los baches, en que las gentes utilizaban los coches de línea como medio de transporte habitual, tras abandonar los traslados en vehículos de tracción animal y antes de generalizarse el de motor de propiedad privada.

Caravaca, como centro comarcal administrativo y comercial, era término de línea de los denominados correos de Huéscar, Lorca y Nerpio, además de tener líneas con Cehegín, Moratalla y Murcia, con parada urbana en diferentes lugares de la ciudad a los que me referí en EL NOROESTE de 20 de diciembre de 1997.

Cobrador primero y conductor después del Correo de Nerpio en la época referida fue Teófilo Moya Peña, quien nació en aquella localidad castellano manchega en abril de 1937, siendo el menor de los cinco hijos que nacieron del matrimonio entre Teófilo Moya Salazar y Trinidad Peña Navarro, quienes vivían de lo que producía una tienda de comestibles y de la venta ambulante por los caseríos y aldeas del campo (Pedro Andrés, Cortijo Nuevo, Pincorto, Yetar, Casa del Collao, Mingranao etc.) con dos burros de su propiedad: el Radiao y el Cabrito. En Nerpio era monaguillo y, como tal fue alumno del Rvdo. D. Antonio Ruiz Expósito en la escuela de Dª. María Larios Sánchez, siendo ésta y la propia vida las universidades donde aprendió todo lo que sabe.

Muy joven, se colocó como cobrador en el coche que hacía la línea entre Nerpio y Elche de la Sierra, propiedad de Juan Martínez Blázquez, recorriendo caminos de tierra llenos de baches y piedras e invirtiendo mucho tiempo en hacer pocos kilómetros.

Tras cumplir el servicio militar en el cuartel de artillería de Alcoy (donde obtuvo el carnet de conducir que luego convalidaría por el documento civil denominado de Primera Especial) Ángel Fernández Picón lo colocó, también de cobrador, en la línea de Nerpio a Caravaca, siendo ya éste propietario de la misma.

La concesión del denominado Correo de Nerpio fue originariamente propiedad de un tal D. Evelio y luego de Los Comendantes de Archivel, siendo su conductor Alfonso El Perdizo. Con posterioridad fueron sus propietarios Los Catorce (también de Archivel), quienes constituyeron la empresa López Soriano, con coches de motor Lincon en uve, de gasolina. Su conductor entonces era José López Nevado y la empresa se constituyó por los hermanos Benjamín, Julián, Pedro José y Juan, hasta que aquella fue adquirida por la empresa Fernández Picón uniéndola a las líneas de Huéscar y Lorca, fecha a partir de la cual el conductor del vehículo era José el Caique.

El correo salía de Nerpio diariamente a las siete de la mañana, y desde Caravaca a las cuatro de la tarde. Los lunes, día semanal de mercado, había otro coche que salía de Caravaca a las 14 y regresaba de Nerpio a las 19. En el trayecto, de 60 Km. se invertían tres horas, con paradas en Turrilla, Venta Vidal, El Sabinar, Los Ferreles, Casa Pernías, Venta Nueva, Casilla del Campo de S. Juan (donde se hacía cargo del correo Antonio Sánchez Baquero, cartero del lugar), Fuente Mellina, El Bebedor, Archivel, Barranda y Caravaca. La parada más larga tenía lugar en Archivel, donde los pasajeros tenían la oportunidad de tomar café en el bar del López. Las demás paradas eran sólo para subir y bajar viajeros y acomodar sus bultos.

Los pasajeros, sobre todo los marchantes, solían viajar con abundante y variado equipaje, en el que era frecuente encontrar animales vivos y alimentos frescos que se colocaban en la baca, a veces acompañados de ellos mismos, cuyo peso se sostenía con seis pilares metálicos que se integraban en la carrocería del vehículo.

También los pasajeros se acomodaban de pie, en el pasillo central, cuando no encontraban sitio sentados. Teófilo recuerda haber llevado a más de cien pasajeros en un coche que sólo disponía de cincuenta asientos.

En los primeros años sesenta el billete de tránsito costaba 37´50 pts. si se hacía el trayecto completo. Si el pasajero montaba en El Sabinar pagaba 12 pts. y si lo hacía en Archivel 8 ptas.

La parada en Caravaca se ubicaba en la Gran Vía, en la cochera de Santos Baquero, haciendo esquina con la actual C. de Juan Carlos I, entonces denominada de Ángel Blanc, donde se encontraba la administración al frente de la cual estuvo primero Francisco Rodríguez Carvajo y Luego Manuel Balumbo y Mariano Martínez-Iglesias Marín-Espinosa.

El trabajo del cobrador era polivalente. A su misión principal se añadía ser el responsable de la saca del correo, del dinero de los giros postales y hasta de la paga de los pensionistas, por lo que Teófilo a veces llevaba en su poder más de tres millones de ptas. que justificaba diariamente en la oficina de correos de Caravaca, ante su jefe D. José García Martínez. También el cobrador aceptaba trabajos adicionales de agencia, tales como compra y arreglo de relojes en la relojería de Pedro San Nicolás, análisis clínicos y adquisición de medicinas en la farmacia de D. Pedro Antonio López, arreglo de medias femeninas, compra de productos diversos en el comercio local y hasta turrón en la fábrica de mi tío Julián Guerrero Martínez. Teófilo evidentemente percibía comisiones por su trabajo, que a veces superaban el sueldo, que en 1955 ascendía a 15 ptas. mensuales y en 2000, cuando se jubiló, sobrepasaban las 100.000, ejerciendo ya como conductor desde 1970.

Teófilo, que casó en 1960 en Nerpio, con Pilar Martínez Escobar, vivió en aquella localidad en la C. López Chicheri, y en Caravaca en la carretera de Murcia y pisos que los Tudelas construyeron frente al chalet de Juan Rico. Allí vinieron al mundo sus tres hijas: Trinidad, Pilar y Rosa, y desde allí optó por fijar su residencia en Murcia, desde que se jubiló en el año 2000, donde reside en la actualidad pensando siempre en Nerpio y rodeado de recuerdos que tienen que ver con su dilatada vida laboral y con sus amigos caravaqueños: Paco el Pintor, Antonio el de la Venus, Juanito Fantasía, Juan González, José Sánchez Collado, el Tiburcio, Barrancos y Fernando el Gorrafina entre otros muchos, a quienes actualiza en su memoria cada día, teniendo de todos ellos recuerdos imborrables cargados de anécdotas que los ilustran.

Entre los cientos de anécdotas que Teófilo recuerda sólo me referiré a tres de ellas: Pascual Álvarez el de Martiheerrero, tenía un asiento fijo, pagado todo el año, entre El sabinar y Caravaca, viajara o no. A su paso por El Sabinar era frecuente que se montara Elpidio con toda la familia y animales. Por el mal estado del firme (Salvo en el Campo de San Juan donde el peón caminero Sr. Obdulio lo tenía muy bien cuidado) se consumían ballestas (antecedente de los actuales amortiguadores), a camiones, las cuales eran fabricadas artesanalmente por Manolo Ansón (que era el mecánico de la empresa) y José el Conductor.

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