Ya en la calle el nº 1042

Dolores Núñez (modista): «Me dijeron que traía mala suerte hacerse una misma su traje de novia, pero yo no era supersticiosa»

Dolores Núñez Guerrero nació en 1933. La pequeña de tres hermanos de una familia humilde que vivía del campo.

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

MARÍA JOSÉ GOMARIZ

Dolores nunca ha acudido a una manifestación a favor de la mujer. Su nombre tampoco aparece en la lista de las mujeres más influyentes y nunca ha recibido ningún reconocimiento por haber trabajado desde los 11 años, cuando tuvo que abandonar la escuela. A sus 90 años, viuda y con tres hijos, Dolores, sin quizá saberlo, ha abierto el camino a las que han venido detrás. Mujeres emprendedoras y valientes que se abrieron paso con esfuerzo, tesón y constancia frente a prejuicios e inconvenientes. Lola, como se la conoce cariñosamente en el pueblo, es casi con toda seguridad la mujer con más edad de Calasparra que más años ha cotizado como autónoma. Cerca de 30. Primero como modista y luego como comerciante. En los años 70 abrió una mercería en Calasparra, su pueblo natal, aunque a Lola Núñez, la Lola del “Letras”, también se la conoce por sus trabajos como modista. “He diseñado y cosido más de 100 trajes de novia para Calasparra y Valentín. Además de todo tipo de prendas para mujer. Trajes de chaqueta, abrigos, vestidos..”. Por eso no era raro encontrar sus diseños y confecciones especialmente en los días de fiesta en el pueblo. “Cuando llegaba la Semana Santa o el Día de los Santos la faena me superaba. Nunca decía que no a ningún encargo”. Lola no solo cortaba y cosía sus confecciones, sino que también las diseñaba y se encargaba, en la mayoría de los casos, de comprar las telas más adecuadas. Una “Coco Chanel” rural.

Dolores Núñez Guerrero nació en 1933. La pequeña de tres hermanos de una familia humilde que vivía del campo.

Dolores Núñez (modista): «Me dijeron que traía mala suerte hacerse una misma su traje de novia, pero yo no era supersticiosa»
Dolores Núñez, con el vestido que ella misma diseñó, en el día de su boda

¿Cómo recuerda su infancia?

Abandoné muy pronto el colegio. A los once años ya estaba aprendiendo a coser en el taller de la “Dolores del Cojo”.  Lo compaginaba con el trabajo en el campo. Sembrando cebollas, en el panizo, en el granero, o en el sequero de albaricoques. Ganaba 7 pesetas al día. Aprendí muy rápido a coser. Con 16 años ya tenía encargos de costura.

¿Cómo recuerda aquellos trabajos de modista?

Al principio los compaginaba con el trabajo en el campo. Poco a poco fui perfeccionando, a base de coser mucho. Iba a las casas y tomaba las medidas. Con los primeros ahorros me compré mi máquina de coser que aún conservo. Una Alfa que me costó 1.900 pesetas.

Me iba en el tren a Murcia a por las telas. A Ramón Madrid, a Galerías Preciados…

¿Cuál ha sido el trabajo más especial que ha hecho?

Sin duda mi traje de novia. Lo diseñé yo misma. La falda era toda de tul, ya no recuerdo cuantos metros, pero fueron muchos. Me enviaron las muestras desde Galerías Preciados de Madrid. Me dijeron que traía mala suerte hacerse una misma su traje de novia, pero yo no era supersticiosa. Tenía 26 años y un entusiasmo muy grande por mi trabajo. En ese tiempo, entre los años 60 y los 70, pude hacer más de cien trajes de novia, también el de mi propia hija, y otros tantos de comunión. Además de trajes de todo tipo. Vestidos, chaquetas, abrigos largos. Cuando llegaban las fiestas de Calasparra tenía el taller hasta arriba de trabajo. Nunca decía que no a ningún encargo.

¿De dónde sacaba los diseños?

De los escaparates cuando iba a Murcia. Me quedaba con los modelos. De algún figurín que me traían de Madrid. De las revistas de la época y de mi propia imaginación.

¿Cuándo abrió su propia mercería?

“A finales de los 70 en la plaza de la Corredera de Calasparra, en todo el centro. La abrí pensando en mi hija para darle un trabajo. En mi tienda había de todo. Hilos, botones, sábanas, ropa, juguetes, colonias, ropa interior. A todas horas había gente entrando y saliendo. Los días de Reyes Magos cerrábamos de madrugada. Todo lo que se vendía estaba fabricado en España. Fueron unos años muy buenos. Recuerdo especialmente el cariño de nuestros clientes.

Nuestras clientas se compraban en mi tienda sus “ajuares”, que iban pagando a plazos. Siempre procuraba traer los mejores artículos y de la mejor calidad posible”.

Lola no disponía de coche propio, pero aquello no fue nunca impedimento para viajar a Murcia para traer el “género” para su tienda. “Me iba en la murciana y caminaba desde San Andrés hasta el barrio del Carmen o hasta la Gran Vía para hacer los pedidos. Al principio, antes de que aparecieran los viajantes era así.

Lola, que quedó viuda en 1998,  asegura que pocos días al año tenía descanso, pero que “volvería a vivir la vida de la misma manera”. Un ejemplo de trabajo y superación, y siempre con una amable y cariñosa sonrisa.

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