Ya en la calle el nº 1041

Día de la Mujer

“Yo he pensado siempre que Dios debía ser una mujer como lo fue mi madre y mi abuela, el amor absoluto y la indulgencia completa, el perdón total”

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

PASCUAL GARCÍA

Siempre me gustaron las mujeres, yo creo que desde que estaba en la barriga de mi madre, aunque alguien pueda pensar de una manera torcida que esta es una opinión machista, no sé, porque casi todo lo que se dice con respecto a las mujeres hoy resulta machista a la postre, de una manera o de otra, a favor o en contra, aunque es un verdadero disparate decir nada en contra de ellas, yo, al menos, sigo el ejemplo de mi abuelo Pascual y todo me parece adorable, pienso en mi madre , en mi hermana y en mi hija y en las mujeres que amé por el camino y no hallo deficiencia o falta alguna en ellas, no más que las que puedo encontrar en algunos hombres.

         Les sobra fortaleza e inteligencia, de hecho mi padre solía preferir en los animales a las hembras porque eran más listas y no se marchaban, la fidelidad y la madurez son virtudes que las acompañan toda la vida, tal vez aquí residan los inconvenientes de su leyenda negra, la naturaleza dotó al macho de la inconstancia y la promiscuidad para que la raza no se extinguiera, porque en cualquier situación y con cualquier pareja era capaz de aparearse, incluso a la carrera y huyendo de sus depredadores, de ahí la rapidez de sus cópulas, pero  las hembras tienen que aceptar el acoplamiento, de lo contrario  nunca pasará nada, por eso el celo lo tienen ellas y también la última decisión.

         Hace años que aguardo la verdadera revolución femenina, la que transforme el mundo y nos enseña su verdadero punto de vista, su poder total. Yo no les temo porque siempre dependí de una de ellas y debo reconocer que no me ha ido nada mal, he aprendido a confiar y a valorar su punto de vista, sé que junto a ellas estoy más seguro y más cómodo, me gusta cómo huelen, cómo saben y cómo suenan sus voces, me gusta lo que construyen, lo que levantan y el mundo que están proponiendo cada día, aunque solo les pido que me muestren su verdadera índole, que pongan encima de la mesa su peculiaridad, que no repitan el error de intentar parecerse a los hombres.

         Tengo puesta toda la esperanza en ellas y ya me planteo cómo será el mundo bajo su mandato, cuántos beneficios y prebendas lograremos, porque yo estaré junto a ellas para verlo todo, como he estado siempre, pero esta vez de su parte, disfrutando de su presencia y apoyándolas, fundiéndome en su corriente humana, al acecho de  todos sus logros y empujando siempre en su misma dirección, porque un mundo femenino, si somos capaces de prescindir de tabúes y prejuicios no puede ser otra cosa que un paraíso, al menos yo he pensado siempre que Dios debía ser una mujer como lo fue mi madre y mi abuela, el amor absoluto y la indulgencia completa, el perdón total.

         Renovar las antiguas civilizaciones femeninas donde gobernaba la fertilidad, la exuberancia y la compasión

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