Ya en la calle el nº 1041

Una mañana en la Rogativa

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Pascual García ([email protected])

Subir a la Rogativa es una suerte de peregrinación laica a la que mi amigo Diego y yo nos entregamos en estamañana de agosto, animados por el espectáculo continuo de un paisaje que va festoneando el camino y que poco a poco nos llena los ojos de especies vegetales únicas, desde los álamos y los pinos carrasco y ródeno, pasando por las nogueras y los olmos hasta los sauces, los pinos laricio y esa sorpresa final de las sabinas. Muy pronto rebasamos los mil metros de altitud y el paisaje cambia y se hace adusto; hemos cruzado Béjar y, colgados ya en la estrecha carretera que nos conducirá a nuestro destino, descubrimos el portento orográfico del Campo de San Juan, La Risca y Zaén abajo y a un lado, a la izquierda, las huellas visibles de los juncos que marcan el lugar donde alguna vez manó la Fuente de Los Muertos, el agua más fresca y pura de estos contornos.

Pascual García ([email protected])

Una mañana en la RogativaSubir a la Rogativa es una suerte de peregrinación laica a la que mi amigo Diego y yo nos entregamos en estamañana de agosto, animados por el espectáculo continuo de un paisaje que va festoneando el camino y que poco a poco nos llena los ojos de especies vegetales únicas, desde los álamos y los pinos carrasco y ródeno, pasando por las nogueras y los olmos hasta los sauces, los pinos laricio y esa sorpresa final de las sabinas. Muy pronto rebasamos los mil metros de altitud y el paisaje cambia y se hace adusto; hemos cruzado Béjar y, colgados ya en la estrecha carretera que nos conducirá a nuestro destino, descubrimos el portento orográfico del Campo de San Juan, La Risca y Zaén abajo y a un lado, a la izquierda, las huellas visibles de los juncos que marcan el lugar donde alguna vez manó la Fuente de Los Muertos, el agua más fresca y pura de estos contornos.
Nos detenemos en San Juan, paramos en la Fuente de Los Almeces y vamos empapándonos del espíritu y de la materia de un territorio diferente, enigmático y muy valioso, al que mi amigo Diego y yo le guardamos un aprecio y un respeto particulares como se lo guardamos en general a todo el campo de Moratalla, tal vez porque nuestras raíces pertenecen a la tierra escarpada de un pueblo que ha sabido sobrevivir casi milagrosamente a una precaria economía de subsistencia, mientras enarbolaba las virtudes campesinas de la nobleza, la hospitalidad y la generosidad.
Pasado El Sabinar tomamos la dirección de nuestro rumbo, casi un camino de herradura que el todoterreno de mi amigo Diego va sorteando sin problemas.
Subimos hasta los mil quinientos metros y aparece la ermita, remozada, pero con la vieja aureola de los lugares mágicos, más cerca del cielo que de los hombres. En el porche dos octogenarios, un hombre y una mujer, dormitan echados en el suelo como dos figuras salidas de una alucinación. Descendemos del coche y los saludamos, pero el hombre persiste en su lugar en el suelo, tendido sobre lo que parece una colcha, mientras que su mujer, decidida e inteligente, como suelen ser las mujeres del campo, va atendiendo nuestras preguntas y nuestra curiosidad y nos va guiando por el interior de la ermita, en el que no puedo dejar de estremecerme, no por un sentimiento religioso, sino más bien por la intuición de que esa sala llena de bancos de madera que están colocados en dirección a una figura tan venerada y antigua como la Virgen de La Rogativa ha albergado a hombres y mujeres, cuyo primer cometido ha sido siempre comer y protegerse de las inclemencias del clima, pero en las fiestas, en el día de su patrona, el último domingo de mayo, ha celebrado de la manera más alegre y amistosa el prodigio de estar juntos y de estar vivos cada año, que ha sido siempre, en el fondo, el único propósito de cualquier fiesta.
Mi amigo Diego, en su calidad de Teniente de Alcalde del nuevo Consistorio de Moratalla, va satisfaciendo las dudas y las preguntas de la mujer, calmando sus invectivas acerbas contra quienes, a su parecer, han descuidado el Santuario y han expoliado, en parte, las cuentas de la Virgen, fundamentalmente contra ciertos personajes del clero. La mujer es valiente y lúcida, pese a mostrar el aspecto, junto a su hombre, de vivir en un estado de penuria lamentable; la última corporación municipal, al menos, los ha provisto de agua potable, ha remozado el Santuario, que exhibe un aspecto curioso y atrayente, y de vez en cuando se ha dado una vuelta por aquel lugar, remoto y alejado del mundo, casi inaccesible, en los límites con el cielo, un lugar apropiado para que la Virgen se le apareciera a un lugareño y le pidiera un refugio terrenal, donde pudieran orarle los habitantes de aquellas tierras altas y solitarias. Lástima que los milagros no hayan existido nunca.
Antes de irnos le damos una propina a la mujer por haber cumplido de sobra con su trabajo de guía y habernos facilitado el acceso. El hombre continúa acostado en la puerta sobre una colcha y apenas levanta la cabeza para saludarnos.
Me cuesta mucho trabajo sacar el móvil para hacer una foto. Me asaltan los remordimientos de un turista de terceray yo nunca he sido un turista en mi tierra.
Mientras dejamos La Rogativa en dirección al Sabinar donde almorzaremos a la usanza del campo, siento, sentimos, que volveremos lo antes posible, porque un sitio así no se puede abandonar nunca.

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