Ya en la calle el nº 1041

Un siglo de la demolición de la última puerta de la villa de Mula

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Juan Gutiérrez García

Aunque la falta de documentación es un serio obstáculo, a poco que se haga un esfuerzo de investigación, casi todos los días del año serían motivo de efemérides por la demolición de algún monumento histórico cultural en la Región de Murcia. Un territorio fuertemente castigado por la piqueta de la ignorancia y la codicia humana.

Hace un siglo, a principios de mayo de 1920, era alevosamente demolido el arco de sillería de la conocida como «Puerta de Murcia», situado entre las calles Blaya y Nueva (recreación). El último arco que quedaba en pie de la antigua cerca que protegía la villa de Mula de las continuas epidemias de peste, fiebre amarilla o cólera. También eran utilizadas estas puertas para cobrar impuestos a la mercancía que entraba y salía de la villa.

Los hechos ocurrieron como siguen. Ante la falta de piedra labrada en las obras de remodelación que se estaban llevando a cabo en la Glorieta, el maestro alarife encargado de las mismas, ni corto ni perezoso, dio orden a los albañiles de dicha obra que derribasen el arco de piedra que había por la calle Blaya para emplear sus sillares en la construcción de los zócalos de la Glorieta (algo a tener en cuenta en una posible reforma). Ante el revuelo producido en el pueblo por la demolición del histórico arco, el alarife paró el desescombro justificando su lamentable acción alegando que había oído al alcalde decir en varias ocasiones que debería derribarse por estar ruinoso y ser un estorbo.

Como no podía ser de otra manera, este atropello histórico monumental, no tardó en llegar a oídos del primer regidor de la villa. El 11 de mayo de 1920, el tema era tratado en sesión plenaria presidida por el alcalde, José Meseguer Sánchez, quien informa a los señores concejales sobre los hechos acontecidos recientemente con el legendario arco, añadiendo que no se le había consultado tal acción aunque la hubiese aprobado. Abierto el debate de rigor, tomó la palabra Antonio López del Toro quién: «lamenta y protesta que se proceda a la demolición de un arco que, aún cuando tosco, significa y recuerda la historia de esta población, por donde entraron los guerreros españoles que reconquistaron la ciudad del poder musulmán». Tras este alegato, tomaron la palabra el alcalde y varios concejales los cuales manifestaron que también hubiese sido deseo de los mismos, conservar ese recuerdo de la historia de esta población, pero todos convinieron en que el referido arco estaba en estado ruinoso y dificultaba el tránsito de carruajes en la referida calle, habiendo la necesidad de derribarlo. La propuesta de eliminarlo fue aprobada por la mayoría del pleno con el voto en contra del referido López del Toro.

Como era previsible, ante una decisión tan lamentable que atentaba contra el patrimonio histórico de Mula, la prensa local de la época se hace eco de la resolución tomada por el consistorio. El noticiero La Semana, azote de los mandatarios concejiles, no perdió la ocasión para criticar duramente lo ocurrido. En su tirada del 15 de mayo, entra a saco sobre el pleno del Ayuntamiento celebrado el 11 de mayo de 1920, centrándose en el asunto del derribo del arco. Según nos dice la crónica, después de las palabras del presidente relatando lo ocurrido: «Lo inesperado del caso produce enorme sensación en parte de los señores Concejales y por unos minutos queda en silencio la sala, reflejándose en muchos rostros la tristeza que ha producido este atentado contra la historia de nuestro pueblo y la falta de respeto a la Corporación Municipal. El Sr. Meseguer se da cuenta de la situación y dice que si los señores Concejales quieren, él de su bolsillo particular hará levantar de nuevo el arco y no hay nada perdido. (¡Cuánta esplendidez!)». A continuación, Artero Perea, del partido Ciervista, percatado del malestar de sus compañeros de partido, toma la palabra y pide a estos que no se adhieran a la protesta del Sr. López. Ante esta postura, no pudo reprimirse el cronista llamando cacique al Sr. Artero.

No quedó aquí zanjado el asunto, ni mucho menos. En el número siguiente del 22 de mayo, en la columna Chispazosatiza sin miramientos al Sr. alcalde: «Para colocar unos adoquines que hacían falta en la glorieta, derriban el histórico arco que había a la entrada de la Calle Nueva creyendo con eso hacer prodigios de economía. ¡Qué ignorancia! ¿No hubiese resultado más económico y más positivo aprovechar los “adoquines” que existen en algunos partidos políticos? ¡Sr. Alcalde… Sr. Alcalde!». Todavía hubo más críticas al Sr. Meseguer en el siguiente número de La Semana, pero ya va apañado.

Parecía liquidado el tema del derribo del arco, pero, he aquí que, otro rotativo que estaba en liza por aquellas fechas, retoma el asunto dos meses después. El 31 de julio, El Faro de la Juventud, bajo el título El arco de la calle Nueva, daba duro a los responsables del consistorio, sobre todo al alcalde Meseguer y concejal Artero, por semejante barbarie: «La piqueta, impulsada por alevoso draconismo, ha derruido la histórica puerta de la antigua villa de Salonac (hoy nuestro pueblo)». Así comenzaba el artículo el cual sigue con otras lindezas hacia los responsables de este atentado monumental. Y como dice el artículo: «destrucción que sellará a los mandarines muleños de incultos ante los ojos de la historia y del mundo no incivil». He aquí el certificado incívico. Así fue como quedó reducida a escombros parte de nuestra historia monumental, como tantas y tantas otras edificaciones.

No voy a decir que el referido arco fuese de la Edad Media como se decía en la época de su derribo, pues, las puertas de la villa por entonces estaban empotradas en la muralla hasta la caída del Reino de Granada. Tampoco se puede descartar que fuese del siglo XVI o XVII, ya que el perímetro de la cerca iba ampliándose según avanzaba la expansión de las viviendas con el crecimiento poblacional a lo largo de los siglos. Casi con toda seguridad, los arcos de sillería de las puertas eran desmontados y trasladados a su nueva ubicación. Sí se puede asegurar que, en 1804 ese arco estaba en pie. Pues, con motivo de la epidemia de fiebre amarilla que azotaba Cartagena y se acercaba peligrosamente a Mula, por informe de la Junta de Sanidad, el concejo acuerda las medidas profilácticas de costumbre y librar varias partidas de dinero para tapiar portillos, reparar la cerca y comprar puertas para cerrar el pueblo con el fin de impedir la entrada de forasteros para evitar el contagio. Con estas medidas se evitó que la epidemia de fiebre amarilla entrara en la villa este año, aunque no se pudo evitar que siete años más tarde, esta misma plaga dejara bajo tierra alrededor de 560 almas en Mula.

Mula, 9 de mayo de 2020

 

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