Ya en la calle el nº 1041

Un cuarto de siglo “huérfanos” de Lola Flores, “La Faraona”

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Pedro Antonio Hurtado García

Imposible resulta resumir en una página la vida, obra, categoría artística, autenticidad personal, poder maternal, dominio conyugal, maestría escénica, enriquecimiento de lo que tocaba, capacidad matriarcal y entrega a sus amigos de una forma tan sincera que era capaz de ofrecerles el corazón y hasta su sangre, como más de una vez ha proclamado. Imposible, igualmente, resulta olvidarse de quien ya hace un cuarto de siglo que nos abandonó para siempre, con 72 años de edad, como consecuencia de un cáncer de mama. Pero parece que fue ayer y le recordamos con la frescura, desparpajo, espontaneidad y gloria artística que supo alimentar, cosechar y administrar María Dolores Flores Ruiz (21-01-1923, Jerez de la Frontera-Cádiz-España/16-05-1995, Alcobendas-Madrid-España), artísticamente conocida como Lola Flores, a la que cariñosamente se le apodada, también, “La Faraona”. Y es que… ¡¡¡menuda personalidad la suya!!!.

Artista.- No era ya la enorme experiencia que atesoraba, sino que llevaba en las venas el arte, el talento y el magisterio artístico, de tal forma que su taconeo era una bendición, mágico el movimiento de la cola de su traje de faralaes, estremecedor su dominio escénico y su forma de interpretar las canciones le convertía en estrella, ante los numerosos géneros que era capaz de afrontar, porque podía con todo y, además, lo hacía con ese arte que, como dicen en su tierra, “no se pué aguantá”.

Única.- En España se le admiraba, mientras que en América era un auténtico mito al que se respetaba, se quería y hasta se idolatraba. Su incursión en el arte era tan variada y extensa que se atrevía con la canción, bailaora de flamenco, actriz y, todo ello, con un dominio espectacular. Quiso hacer artistas a sus hijos y lo logró, ¡vaya si lo consiguió!, pero, además, exigiéndoles que respetaran y defendieran el apellido que lucían. Así, Lolita, la mayor, podrá gozar de mayor o menor nivel artístico, pero trabajadora es, como quiso parirla su madre. Antonio, desaparecido 14 días después de su progenitora, se convirtió en un gran compositor, excelente músico y extraordinario intérprete. Y la más Flores de los tres hermanos es Rosario que, indudablemente, es la más parecida a su madre en su arte y su genio escénico, aunque, realmente, todos respetaron ese apellido que la madre les inculcó, pero ninguno, porque era imposible, podía ser una nueva Lola Flores, porque “La Faraona” se parió una vez e, indudablemente, “se rompió el molde”.

Familia.- Lola Flores hizo frente a la copla, la rumba, flamenco, canción española, actuó junto a los más grandes del folclore internacional, haciendo memorable, entre otras muchas, su actuación con la reina de la salsa, Celia Cruz. También aprovechaba cualquier aparición televisiva para inyectarle algún que otro empujoncito a sus vástagos, con quienes también cantaba cada vez que la oportunidad se lo permitía.

Anecdotario.- Una vida colmada de anécdotas, como cuando “explotó” en la boda de su hija mayor, Lolita, por la multitud que se concentró para ver el cortejo nupcial y dijo aquello que, ahora, impera en el ambiente popular: “Si me queréis, irse”. O cuando, en el televisivo programa de José María Íñigo, mientras cantaba sobre el escenario, perdió un pendiente que, luego, en plena actuación, le reclamaba al propio Íñigo con su habitual espontaneidad. Una crónica periodística neoyorkina cerraba con “Lola Flores, una artista española, no canta ni baila, pero no se la pierdan”. También, en plena posguerra, se convirtió en una de las primeras mujeres que habló libremente y sin cortapisas de materias consideradas tabú, como la prostitución, relaciones extramatrimoniales o violencia contra el sexo femenino. Su conflicto fiscal con la Hacienda Pública derrochó ríos de tinta. Fue, entre 1982 y 1985, cuando Lola Flores y su esposo, “El Pescaílla”, otro artista de muchos quilates, no presentaron su declaración sobre el I.R.P.F., situación en la que “La Faraona” pronunció aquella frase tan recordada: “si una peseta me diera cada español…”. Una victimista e insustancial actitud tendente a reclamar la atención colectiva en demanda de piedad pública con la que restar importancia a ese “descuido” fiscal por el que la pareja tuvo que desembolsar 28 millones de las antiguas pesetas, lo que, ahora, serían casi 170.000 €uros, pero, ¡claro!, hay que trasladar el valor de esas cifras a las fechas en las que se produjo el “despiste”. “La Faraona”, en el juicio celebrado en 1989, se despachó con que había pagado a Hacienda durante toda su vida, pero que, en aquellos años, no gozaba de ingresos y que tampoco recordaba si había presentado, o no, la declaración de la renta.

Querida.- Su velatorio oficial tuvo lugar en el “Centro Cultural de la Villa”, de Madrid, publicando los medios de comunicación que, entre el 16 y 17 de mayo de 1995, desfilaron por su capilla ardiente más de 150.000 personas. Y es que, en realidad, a Lola Flores, se le quiso, se le quiere en el recuerdo y se le tendrá siempre presente como artista y como ser humano singular.

Jerez y Sevilla.- De padre onubense, de La Palma del Condado, y madre gaditana, de Sanlúcar de Barrameda, Pedro Flores Pinto y María del Rosario Ruiz Rodríguez, respectivamente, era la mayor de los tres hijos del matrimonio. Carmen Flores, la conocida artista, es su hermana menor, mientras que Manuel falleció a los 15 años, víctima de una peritonitis. Familia en la que no abundaba el dinero, pero que tampoco sufrió escaseces. Tabernero, su padre, y costurera, su madre, actividades que les proporcionaban lo suficiente para ir viviendo. Tenía Lola cinco años cuando, con su familia, se trasladó a vivir a Sevilla. En la capital hispalense, su padre trabajó en diversos bares y restaurantes, terminando enfrascado en algunos negocios que emprendió. Comenzó la artista a asistir al colegio de las monjas de Santa Teresita cuando nació su hermano, Manuel. Corría 1934 cuando regresaron a Jerez, donde sus abuelos seguían viviendo.

Mucho en el tintero.- Repasar su vida completa, su discografía, sus actuaciones, sus giras mundiales y demás aspectos de Lola Flores, precisaría de una edición especial de este semanario. Por eso, digamos, finalmente, que su relación con los compositores y poetas Quintero, León y Quiroga le sirvió de trampolín artístico. Su “Ay pena, penita, pena”, “La Zarzamora”, “Que me coma el tigre”, “Cómo me las maravillaría yo”, “Burundanga”, “A tu vera”, “Torbellino de colores” y tantas y tantas canciones, por ella interpretadas, forman parte del baúl de los recuerdos de esta jerezana de nacimiento, andaluza de casta y española de corazón. Gitana vocacional que no lo era en su totalidad, pero que se sentía como tal “desde los pies hasta la cabeza”, sentenciaba. Y añadía que “La gitana era mi madre y no del todo, ya que era hija de gitano, vendedor de aceite por más señas. Pero me da lo mismo. Me siento gitana y orgullosa de serlo”. Era muy auténtica, extraordinariamente grande y una magnífica artista. Y, aunque nos queda mucho por comentar, no disponemos de más espacio. Buenos días.

 

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