Ya en la calle el nº 1041

Un año más sin nuestras queridas fiestas, sin nuestros Caballos del Vino

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Juan López García./Caballista de la Peña Júpiter

Fotografía: Diego Martínez

La camisa blanca, el pantalón negro, el pañuelo y la faja tendrán que esperar un año más en nuestros armarios, mientras los recuerdos y las anécdotas pasadas inundan nuestros corazones.

Un año más sin nuestras queridas fiestas, sin nuestros Caballos del Vino
Juan López Garcia, de la peña Júpiter, un 2 de mayo

Cuando uno piensa en qué estaría haciendo en este momento si hubiera fiestas, un gran desasosiego viene a la mente. Mientras uno se coloca la mascarilla sanitaria, uno no deja de pensar que estos serían días de reuniones, nervios y algún que otro contratiempo que nos harían correr con los quehaceres y preparativos de la fiesta a última hora, lo cual siempre provoca el mismo comentario “este es el último año que…”, pero al año siguiente vuelve a suceder. Cómo echo de menos esos días.

No puedo explicar el sentimiento de no poder celebrar nuestro festejo, ya que para un caballista es su forma de vida y lo identifica con su forma de ser. Este es un sentir que solo se puede comprender en esas noches de abril y, sobre todo, en la mañana del 2 de mayo, con tu caballo, con el reencuentro con tus amigos caballistas, en donde las miradas se cruzan y hablan por sí solas. Este es el día del sonido de las cascabeleras, la tronería y el repique de campanas que resuena en lo más hondo de tu corazón, y como no, el día del abrazo y del beso de un ser querido mientras te susurra al oído ten cuidado”.

Podría mencionar miles de detalles que se dan esa mañana, pero imposible describir con palabras lo que significan.  Son momentos duros y difíciles debido a esta pandemia que nos lo está arrebatando todo. Por eso es importante que todos pongamos de nuestra parte para salir cuanto antes de esta situación. Que todo esto nos ayude a apreciar muchísimo más nuestra cultura y tradiciones.

Ansío el momento de reencontrarme con mi Peña Júpiter, que se convierte en familia en esos días, donde nos une la misma pasión y devoción. La música y una gran traca anunciará el rencuentro entre nuestro caballo Laurel y  esos casi 300 corazones que corean su nombre. Eso indicará que hemos vuelto a la normalidad y volveremos a sentir todos esos momentos imposibles de describir.

Gracias por tanto mi querida peña, pronto nos volveremos a encontrar.

solo entiende mi locura quien comparte mi pasión”.

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