Sequía

ANTONIO F. JIMÉNEZ
Decía un pariente mío de trasantaño que si llovía en verano el invierno sería de poco trigo y poco grano. Desde la balconera del Hogar del Pensionista oí platicar el otro día a unos señores que resumieron su discusión en que no les gusta ni un pelo cómo se está comportando el otoño. Maldonado y sus meteorólogos del tiempo.es dicen que diciembre será un mes inusual por las altas temperaturas y las escasas precipitaciones. Si echamos la vista atrás unos meses, creo recordar que tuvimos unas últimas semanas de julio algo húmedas y de precipitación abundante. Para los guíscanos ha venido bien, porque llovió también en septiembre y la buena temporada estaba más que asegurada. Pero fastidia hacerse a la idea de que esta Navidad, ni lumbre ni bufandas. Con un jersey de lana, uno se mete en el cuerpo el alfajor gustosamente. Pero en manga corta no me como yo un zurullo aunque el envoltorio me traiga las remembranzas más cálidas que yo he tenido nunca. Apañados estamos si lo que nos toca es una Christmas a lo sudamericano. No soy un transgresor o un provocador de extranjerismos por decir Christmas. Los poetas de los cuarenta en Murcia, o sea, la que se llama entre el mundillo la generación de Azarbe, por la revista, sacaban en el número de Navidad una especie de tarjeta postal con poesías de la fiesta religiosa y la llamaban Crismas, no recuerdo ahora si españolizada o tal cual, con sus haches y sus tés con tilde de azucarillo. De Bullas, me cuentan, emigraron vecinos a Brasil a finales del Ochocientos por el tema sequía. Había tíos que, del hambre, molían el trigo y se tragaban los granillos aplastados. Esperando que todo sea augurio meteorológico, les dejo con la reflexión que le oí a un viejo del Hogar: «Dicen que no llueve por los coches. Y digo yo: ¿es que no hay coches en Galicia?».