Ya en la calle el nº 1041

Primavera amputada

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Pérez de la Hoyica

Porque en los parques falta el eco de la risa de niños y un anciano que alimenta a las palomas de un gris plomizo que extrañadas ahora deambulan por espacios desolados, inhabitados, que echan de menos a los hombres.

Calla el mundo sus miserias o sus alegrías y las encierra en casa mientras la primavera sigue su curso, pero a la vez resiste el mundo, unido, confinado, dejándose los nervios en hacer lo único que puede mientras unos pocos, gracias, nos salvan del invisible enemigo terrible.

Se diluye el caparazón irrompible de la vanidad y nos redescubrimos extraños, vulnerables a pesar de todo, frágiles, constatamos la terrible levedad del ser, nos imaginábamos trascendentales. Se posponen prioridades, se descartan necesidades como tales, se acatan órdenes dictadas por el miedo, los valores sociales y humanos mutan, sale a la luz la naturaleza del individuo solidaria pero también se refuerza la estupidez de unos pocos como algo innato, pero a pesar de todo podremos y libraremos la batalla y utilizando nuestra inteligencia lograremos parar esta pandemia que ha puesto todo patas arriba, que ha desbaratado agendas, anulado proyectos ,impidiendo últimas despedidas, mutilando sueños…enfrentaremos adversidades y llegaremos a Ítaca aunque el viaje nos transforme.

La vida se abre paso y a pesar del daño volveremos a recorrer caminos y seremos más cuidadosos en todo. Emplearemos filosofía de andar por casa,  distinguiremos lo esencial de la vida de lo que no, o no aprenderemos  y seguiremos cometiendo los mismos errores. Me avisaban mis mayores “Dios perdona siempre, el hombre a veces, la Naturaleza nunca…” ¿Por qué?

Hay un halo de tristeza que inunda las calles y poco importa que llueva tras los cristales que rebuscan horizontes inalcanzables en estos tiempos que corren. Los tranvías lloran en cada estación y ahora la ciudad se sobrecoge en cada esquina persiguiendo fantasmas. En los pueblos los abuelos con la serenidad que les queda aguardan noticias de los que tienen lejos. Hemos sido despojados del sentido del tacto en un intento de salvación.

Pero como en un juego de contrarios a cada momento de angustia le contrarresta  un sentimiento de orgullo propio y ajeno al ver a esas personas solidarias que se juegan la piel por salvar vidas, por hacer que el mundo no se pare y siga funcionando, personas valientes,  imparables ante una derrota, siempre las mismas, aquellas que menos piensan en ellas y sacan fuerzas y medios de donde no los hay, abanderados incluso de las causas perdidas, hombres y mujeres que deberían escribir la Historia con mayúsculas y no ser anónimos del mundo.

Este virus terrible que no entiende de edad, sexo, religión o clases sociales,  arrasa a la población detenida mientras resistimos. Es en los momentos de crisis cuando se destapa la calidad de un alma, al descubierto lo que vemos es sinceramente lo que somos. Seremos fuertes y positivos, con esperanza trabajaremos para un futuro próximo mejor. Cada cual a su manera debería contribuir en esta lucha que es de todos. La humanidad superó la plaga de Justiniano (541), la viruela (735), la peste negra (1346), el cólera (1817), la gripe asiática (1957) …venceremos al Covi19.

Es difícil y a veces el desánimo nos vence y diríamos como Jean Paul Sartre: “Voy a sobrevivir a mí mismo. Comer, dormir, dormir, comer. Existir lentamente, en voz baja, como estos árboles, como un charco de agua, al igual que el banco rojo en el tranvía.”  Pero no, y saldremos adelante porque tenemos el mejor recurso, la unión, la perseverancia, la imaginación, y nuestra recompensa será el reencuentro con la vida.

#Quedateencasa y ayuda a esos héroes sin capa que luchan por todos.

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