Ya en la calle el nº 1041

Mi amigo Ramón: un niño grande

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Doctor Alfredo Escolano/ Ginecólogo

Conocí a Ramón hace treinta y cinco años en la apertura del Hospital. Él venía de La Arrixaca donde había hecho el MIR, yo llevaba cuatro o cinco años en Caravaca como ginecólogo y asistía a partos en la Clínica Bernal.

Mi amigo Ramón: un niño grande
Los doctores Serna y Escolano, con el prestigioso grupo GISPEM

Sólo tenía dos pasiones (además de la polémica): su familia y su profesión. Paqui, la mujer de su vida, y sus hijos, muy preocupado siempre por la paternidad responsable.

Voy a hablar de su pasión por su profesión: la Ginecología. Nuestra especialidad tiene dos ramas: Obstetricia y Ginecología. Ramón, magnífico profesional, destacaba en ambas.

El día de la apertura del Hospital tuvimos un parto provocado. A la primera paciente que diera a luz, la antigua Cajamurcia la obsequiaba con 50.000 pesetas de la época. Era una niña soltera y sin familia. Salió en el periódico y Ramón y yo nos sentimos muy orgullosos. Comenzamos nuestra andadura y durante bastante tiempo estuvimos los dos solos. Venían compañeros pero enseguida se marchaban a hospitales más grandes. Asistimos y pusimos en funcionamiento un buen Servicio de Ginecología.

La Obstetricia, los partos, los resolvemos en las guardias. Ramón era muy trabajador, le encantaban las guardias y, como decía José Luis Pardo en la semblanza que el otro día publicó, fue un magnífico obstetra. Cuando la mayoría íbamos dejando las guardias por la incomodidad de los partos extemporáneos y cada vez más judicializados, a Ramón le encantaban y no conforme con las guardias de aquí, como la plantilla de ginecólogos se iba ampliando y las guardias se repartían, se desplazaba a Murcia para realizar guardias en las Clínicas Quirón y La Vega. Seguramente es el ginecólogo murciano que más guardias haya hecho y nunca tuvo una demanda judicial por un problema obstétrico, cosa de la que pocos ginecólogos nos hemos librado.

Inteligente y servicial hacía simple lo complejo, y estaba dispuesto en cualquier momento a aleccionarte cuando pedías su opinión sobre algún problema ginecológico difícil. Tenía sus propias teorías y, como todo genio, no se conformaba con lo científicamente correcto y discutíamos hasta lo indecible cuando presentaba alguna de sus explicaciones atípicas y peculiares.

Pero no sólo era un buen obstetra, muy preocupado por su formación y por estar al día en nuestra especialidad hicimos en los 90 respectivos masters de patología mamaria sin ningún apoyo institucional, él en Barcelona y yo en Madrid. Durante quince años operamos más de 500 cánceres de mama. Al principio del 2000 se creó una gran Unidad de Mama en el Hospital Morales Meseguer que cuenta con Cirugía Plástica, Oncología y la posibilidad de la técnica de ganglio centinela (puede ahorrarse la linfadenectomía). Todo ello sumado a los diagnósticos cada vez más tempranos hizo que prácticamente dejáramos de operar de la mama y remitiéramos a los pacientes al Morales.

Los dos formamos parte del prestigioso grupo GISPEM, dedicado a los estudios del Suelo Pélvico (prolapso, incontinencia…). En este grupo estaban representados todos los grandes hospitales de España: Clínico de Barcelona, La Paz de Madrid, La Fe de Valencia… y Ramón y yo únicos representantes de Murcia. Aportamos técnicas innovadoras para esta cirugía en la que el problema más frecuente son las recidivas. Algunos hospitales de la región nos enviaban pacientes para operar de esta patología que se les había recidivado tras una primera cirugía. A pesar de ser un hospital pequeño, apenas derivábamos pacientes y sí en cambio recibíamos pacientes de otras zonas, sobro todo de esta patología.

Ramón nunca iba con prisa. No tenía horas, y bien lo saben Paqui y sus pacientes, siempre fieles. Cundo todos acabábamos la consulta sobre las 13:30 horas o las 14:00 horas, Ramón lo hacía a las 15:00 horas, las 16:00 horas o las 18:00 horas de la tarde. En los primeros años del hospital, cuando todavía éramos pocos y formábamos una gran familia, si venía el capellán lo primero que preguntaba era: “¿no estará Ramón de guardia?”, y como muchas veces la respuesta era sí, después de cenar daban los dos vueltas al hospital charlando y pasaban las 2:00 y las 3:00 y para el ginecólogo Ramón nunca era tarde. Recuerdo que los fines de semana hacíamos el cambio de guardia alas 10:00 de la mañana y me decía: “mañana ven pronto que me tengo que marchar”. Yo lo sustituía a las 9:00, 9:30 horas pero luego eran las 14:00 horas y él seguía en el hospital haciendo cosas.

Gran polemista y con una visión propia de la especialidad en ciertas patologías, le gustaba discutir e incluso en muchas ocasiones acabábamos enfrentados. Como muy bien acuñó Maribel Celdrán, la matrona, y recordaba José Luis Pardo el otro día, lo malo con Ramón no era discutir, lo peor era la reconciliación. Si no lo despachabas, por la noche venía a pedir perdón y podías llegar al desayuno con él.

Se ha ido prematuramente un compañero trabajador, inteligente, servicial, muy preocupado por su formación y un amigo con el que he discutido mucho.

Adiós Ramón, un abrazo.

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