Ana María Vacas Martínez-Blasco
Conozco de toda la vida a Raquel Rosique, aunque nuestras vidas se cruzaron poco de jóvenes; pero como ocurre en los pueblos pequeños, siempre he sabido un poco de su vida. Me interesó siempre su faceta artística pues venía de cuna, de un padre Don Blas Rosique, extraordinario profesor y pintor, que con ese aire de artista no dejaba indiferente a nadie; al cual siempre admire por su trabajo, tanto dentro y fuera de las aulas. Por lo tanto, la obra de Raquel tenía una base inmejorable y siempre la creí capaz de desarrollar su estilo propio. En esta exposición nos ha demostrado su maestría con la acuarela, a la par que el dominio del óleo; nos llena los sentidos de imágenes sosegadas pero llenas de fuerza, que en realidad no hacen más que mostrarnos su carácter con multitud de reflejos. Para mí ha sido un placer poder visitar esta muestra y además adquirir una de sus obras, la cual considero un tesoro.
La diversidad en la pintura, como en cualquiera de las artes, nos llena de cultura y motivación para seguir trabajando en cada una de sus facetas. Sé que esta familia tiene una inmejorable cantera que mostrarán su trabajo en años venideros y aquí estará su pueblo para recibirlos.