Ya en la calle el nº 1041

Guiomar, el último amor de Machado

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

GLORIA LÓPEZ CORBALÁN
Dicen que los amores tardíos son los mejores, quizá los que más marcan por saber que son los últimos. Quizás porque la vejez busca en el amor la vuelta a la juventud, o quizás porque encuentra de viejo lo que no tuvo de joven. Quien sabe que buscan o encuentran las arrugas en los pieles tersas. Quién sabe que encontró Machado en su Guiomar. Del autor de “caminante Guiomar, el último amor de Machadono hay camino…” ya sabemos donde nació, como creció y que se casó en 1909 con Leonor, una joven de 16 años. Él entonces tenía 34 y era catedrático de Francés en Soria.
Felices fueron tres años sin pensar que la muerte no siempre atina cuando llega y se llevó a Leonor dejando a Antonio solo con sus versos: “Señor ya me arrancaste lo que yo más quería… / Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar”. Solo anduvo el camino, recordando su infancia en un patio de naranjos hasta que una tarde de junio de 1928, los últimos coletazos de primavera le metieron de lleno en un ardoroso verano. El viudo y solitario catedrático conoce por casualidad a Pilar de Valderrama, una madrileña de 39 años. Casada y abnegada madre de tres hijos, de familia bien que escribe poemas que nunca van destinados a su marido, Rafael Romarate, que trabaja como luminotécnico (aunque muchas luces no debía tener… el hombre).
El caso es que cuando creemos que todo ha terminado, descubrimos que el corazón vuelve a latir, y para ser tan viejo, de una forma que nos deja sordos. Sordo debió dejar a Antonio, que a pesar que ella le brindó su amistad, lo alejó de cualquier actividad pecaminosa, no sabemos si por sus 39 años de casada o por los 53 de viudo del poeta. Pero él insiste, que dicen que el que la persigue la consigue y no para de enviarle cartas que jamás pensó escribir ni mucho menos sentir: ” ¡Adiós, preciosa, encanto, milagro, maravilla, reina, diosa de mis entrañas, adiós! Escribe a tu loco. Tuyo, tuyísimo, archituyo… “. (Para que luego hablen de Pablo Alboran )
Se ven y dan paseos, en público, eso sí. Y quedan para ver la playa, y aunque no quiere su amor, no le importa recibir regalos a Doña Pilar, y aunque antes ha tenido otra esposa, de las mismas olas que se llevan el pudor de Pilar, se llevan el recuerdo de Leonor: “Cuando ésta llegó, todo lo demás se ha borrado”.
Machado está enamorado y solo sueña con la vida que tendría con ella y no entiende que este casada ni sus reticencias, pero todo con tal de estar cerca los años que le quedan. La escribe cartas, la escribe poemas y la sueña por las noches. Pero entre sueño y sueño arranca la pesadilla de la guerra que los separa. Ella a Portugal, no sin antes destruir muchas de sus cartas, él a la Valencia republicana donde escribiría ” De mar a mar entre los dos la guerra, más honda que la mar. En mi parterre, miro a la mar que el horizonte cierra. Tú asomada, Guiomar, a un finisterre, […] miras hacia otra mar, la mar de España. La guerra dio al amor el tajo fuerte.” No volverían a verse. Ella sigue su camino y el de él se acaba un febrero de hace ahora 75 años.
En 1981, Pilar de Valderrama permite que dos años después de su muerte se publiquen sus memorias Sí, soy Guiomar (Valderrama, 1981); y saca a la luz treinta y seis cartas que pudo conservar de las más de doscientas que le escribió Machado. Porque también hay quien dice que Guiomar fue solo el sueño de un viejo poeta…
Pero ya sabemos que se canta lo que se pierde…

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