Ya en la calle el nº 1041

El Hotel Bernardo

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

José Antonio Melgares Guerrero/Cronista Oficial de Caravaca y de la Vera Cruz

Allí donde la Cuesta del Cinema (o de la Plaza, que de ambas formas se la denomina popularmente), termina o comienza, según se mire, y enfrentado a la misma, hubo durante muchos años un establecimiento hotelero cuando aún no se clasificaban éstos con estrellas que indican su categoría. Su nombre: el que encabeza el texto, debido al de su propietario Bernardo Hernández Mellinas, natural de Moratalla, quien llegó a Caravaca con amplia experiencia como cocinero, ya que ejerció como tal  en casas señoriales y en el hotel Gran COSAT de San Sebastián.

Bernardo en San Sebastián, hacia 1911
Bernardo en San Sebastián, hacia 1911

Bernardo, de quien no era preciso pronunciar sus apellidos para conocerlo entre la sociedad local, nació en Moratalla en 1895, siendo el mayor de los cinco hijos que trajo al mundo el matrimonio formado por Juan Hernández y Josefa Mellinas. Éste, peón caminero de oficio, murió muy joven, con sólo cuarenta años, por lo que el mayor de los hijos, con quince años de edad, hubo de hacer frente a la economía familiar empleándose como pinche de cocina en el domicilio del médico local D. José Mas (Caballero Cubierto ante el rey) y su esposa María Tamayo (dama de honor de la reina Victoria).

Los secretos del oficio los aprendió de Josefa, la cocinera doméstica, avezada sesentona muchos años en la casa, quien presentó a su pinche, durante unas fiestas locales, a un invitado especial de al familia, de apellido Palazón, quien trabajaba en el ya citado hotel donostiarra, quien se lo llevó consigo a la capital vasca. A Bernardo, sin embargo, le tiraba la tierra y, tras varios allí, regresó y contrajo matrimonio con Ana García, de Benizar ella.

Bernardo amplió sus conocimientos culinarios en Madrid, como cocinero del político e industrial Joaquín Paya, quien vivía en el palacio del también político Antonio Maura, y con la experiencia acumulada en San Sebastián y Madrid, abrió una pensión en la calle Mayor de Moratalla durante los años de la II República, en casa que alquiló a D. Jesualdo Aguilera.

Aquel establecimiento, denominado Pensión Hernández permaneció abierto durante los años de la Guerra Civil, y al concluir la contienda, animado por amistades de Caravaca y clientes que se dedicaban al trato de ganado y fruta, alquiló en la Ciudad de la Cruz un edificio a D. Miguel Mata, por 300 pts. mensuales, en la entonces calle de Manuel Martínez (hoy Mayor)  48, con teléfono cuyo número era el 145.

El Hotel Bernardo, que así se denominó siempre el establecimiento, tenía 15 habitaciones y dos comedores distribuidos en tres plantas y diferente altura, cuyos clientes eran de lo más variado. Los ocasionales eran, sobre todo, marchantes de ganado procedentes de Sevilla, Córdoba y Granada, a quienes venía muy bien el emplazamiento del hotel por la cercanía a la feria y mercado de ganado mular y caballar que daba comienzo en el inicio de la cuesta de las Herrerías, ocupando un amplio espacio que llagaba hasta el Templete y calles adyacentes. Pero también tenía clientes fijos, como los empleados de Correos y Teléfonos, entre ellos Francisco Capitán España, quien vivió allí desde que llegó a Caravaca hasta que contrajo matrimonio; Juan, el sastre de la cale Mayor. José y Alfonso el Cartero. Guardias civiles durante el tiempo de construcción del actual cuartel de la carretera de Murcia. Futbolistas de la plantilla del Caravaca C.F. que vivían fuera, llegaban los viernes, entrenaban el sábado y jugaban el domingo. Viajantes y profesionales destinados temporalmente en la ciudad, y muchos otros que derivaba José Mari, el del Victoria, cuando no había sitio en el suyo, junto a la Plaza del Arco. También se alojaron allí artistas que venían al Cinema, como El Príncipe Gitano, Antonio Amaya, Aurora Redondo, Juanito Navarro, Nati Mistral en 1947 siendo novia de Toni Leblanc (quien convaleció allí de una infección en la garganta que le curó el médico D. Alfonso Zamora), y compañías de teatro completas los días que actuaban en la ciudad.

Sin embargo, lo que más fama dio al Hotel Bernardo durante los años de su existencia fue la cocina. Bernardo siempre fue conocido y apreciado por su habilidad en la alimentación. Amasaba pan cada dos días que cocía en el cercano horno de Carmen la del Manco. Adquiría la carne a Jesús Atocha y al Chireta. El pescado a Maria la de Terronesy a María la Pescatera, y las verduras en la Plaza de Abastos. El chocolate, siempre marca Supremo, lo facilitaba Antonio El Pichaca y del menaje textil doméstico se abastecía en la tienda de Los Jiménez, en Amadeo, en la tienda de Josefa Romero (frente al Salvador) y en El Tío Amarillo, surtiéndose además, del material proporcionado por los padre de la artista Maruja Garrido, gitanos que se dedicaban a la venta ambulante por los mercados de la zona.

También era requerido Bernardo para dar banquetes en domicilios particulares como el del alcalde Manolo Hervás, cuando venían personalidades a quienes era preciso agasajar; de los Hermanos Mayores Pedro Antonio Melgares, Mario Moreno, Miguel Robles y Manuel Álvarez, entre otros, para la Comida del Obispo cada tres de mayo. Del empresario Pedro Antonio Orrico cuando venían artistas al Teatro, y a particulares con motivo de las bodas de sus hijos, entonces celebradas en las propias casas. A manera de ejemplo encionaré las de Aurita Marín-Espinosa, Mercedes y Pilar Jiménez y el dentista Blas Vera.

Las especialidades gastronómicas de la casa eran los solomillos de ternera rellenos, las piernas de cordero, los pollos y pavos deshuesados y rellenos y los aperitivos, que cuando era necesario preparaba en el horno mencionado.

A veces le encargaban comidas para llevar a casa, como era habitual en el caso de D. Blas Marsilla y el banquero Pepe Carrasco.

No hubo empleados fijos en el Hotel Bernardo. Había chicos jóvenes que, por la propina, llevaban o traían las maletas de los clientes desde los coches de línea o desde la estación del ferrocarril. Lavanderas de sábanas y manteles que lavaban la ropa en el Río Ancho y, sobre todo la familia: Ana, su mujer, y sus hijas Fina, Ana y Antonia, pues el resto: Juan, Pepe, Bernardo y Paco eran muy jóvenes aunque arrimaban el hombro en cuanto se les requería.

Bernardo nunca se amilanó para atender a las necesidades gastronómicas de sus clientes. Cuando el abastecimiento escaseaba en Caravaca buscaba al vecino taxista Vicente Castaño, o al también taxista Pepe Barrancos, desplazándose hasta Murcia, donde encontraba fácilmente lo que no había en la ciudad, en unos años de escasez como fueron los de la posguerra y siguientes.

Bernardo mantuvo el negocio abierto hasta su muerte, el Viernes Santo de 1967. A su fallecimiento el hotel dejó de prestar servicio de alimentación, permaneciendo sólo el alojamiento en manos de Ana, su viuda, quien en los primeros años setenta marchó a Barcelona con los hijos, falleciendo poco después en Alicante.

El Hotel Bernardo sin embargo permanece en el recuerdo de muchos como un entrañable establecimiento en una ciudad históricamente hospitalaria, cabecera de comarca, con un discreto movimiento económico que propició con el tiempo la apertura de un buen número de sucursales bancarias. El citado hotel, segundo en el reconocimiento popular, tras El Victoria, estuvo apoyado en su oferta de alojo y restauración por pensiones de menor envergadura. Unos y otras dieron cobijo a tantos que, por los tradicionales malos caminos que hasta aquí conducían hasta la apertura de la autovía en 2001, se arriesgaban a venir al encuentro con negocios más o menos lucrativos o en cumplimiento de promesas a la Stma. Cruz.

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