Ya en la calle el nº 1041

Don Alfonso

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

JOSÉ ANTONIO MELGARES/Cronista Oficial de la Región de Murcia

Desde el mes de septiembre de 2013, la persona más cercana a la Stma. Cruz, como rector de su Real Basílica, es el sacerdote Alfonso Moya Fernández, natural de Cehegín, donde nació en enero de 1942 como segundo fruto del matrimonio integrado por José Moya y Josefa Fernández, siendo sus Don Alfonsohermanos Pedro, José y Ramona.

Vino al mundo en la casa familiar donde aún tiene su residencia, cuya antiguo acceso se abría a la C. Velázquez y en la actualidad a la de S. Agustín, en las inmediaciones de la Pl. de Toros. Aprendió las primeras letras en la escuela pública de la mano de D. Agustín, recordado maestro en Cehegín cuya esposa, Dª. Herminia, también se dedicaba a la enseñanza. De aquellos sus primeros años recuerda a compañeros y amigos como los primos Antonio Bejar, Martín Noguerol, Anita Carreño y Cati Noguerol entre otros.

Desde niño ayudó a su padre en las faenas del campo, simultaneando el trabajo agrícola con la asistencia a clases nocturnas impartidas en el convento de los PP. Franciscanos, por lo que pagaba la cantidad d 15 pts. mensuales. Comenzó la segunda enseñanza (hasta lo que entonces se denominaba “cuarto y reválida”) en la academia de D. Salvador Piñero, en la zona urbana tras la iglesia mayor de Sta. María Magdalena, compatibilizando los estudios del bachiller elemental con el aprendizaje de solfeo y música en la banda municipal de música que por entonces dirigía el maestro Antonio Martínez Nevado. Fue un virtuoso en el manejo del clarinete junto a otros compañeros y amigos como el hijo del “Lucas”, el “Carruchón”, Jesús y Ginés, recordando entre sus actuaciones en la Banda, la venidas a las Fiestas de la Cruz de Caravaca, contratados por la cábila mora de los Rifeños. También fue “defensa derecho” en el “Cehegín C.F”, recordando de aquel tiempo las liguillas entre barrios y a su compañero Juan Corbalán.

Como tantos adolescentes de su época, participó en la vendimia otoñal en el sur de Francia, y concretamente en la localidad de Clemont Leró, actividad económica en la que prosiguió siendo seminarista en Murcia.

Llegada la edad militar hizo “la mili” en Valencia y cuartel de intendencia de “La Alameda”, tiempo que aprovechó para hacer el curso de enfermero militar de primera en el hospital de Mislata.

Vestido de militar ingresó en el Seminario Menor de San José de Murcia junto a compañeros mucho menores que él, en octubre de 1963, siendo rector de dicho centro el Rvdo. Telesforo Hermosilla Cerón, incorporándose al aula en que se encontraban los hoy venerables sacerdotes Patricio Ros, Salvador Soler y el obispo José Manuel Lorca Planes entre otros, quienes entonces contaban 13 años de edad.

Para poder costearse los estudios eclesiásticos siguió yendo durante las vacaciones de verano a la vendimia francesa, así como a Mallorca, donde trabajó como camarero en los hoteles “Safari” y “Son Ventura” donde al concluir la temporada podía ahorrar hasta 21.000 pts, cantidad nada despreciable en los primeros años sesenta del pasado siglo.

Hizo los cursos de Filosofía y Teología en Granada y fue ordenado sacerdote, por el obispo Miguel Roca Cabanellas, a los pies de la Virgen de las Maravillas, el 28 de octubre de 1973, obteniendo su primer destino en la parroquia de S. Pedro de Calasparra bajo la tutela del párroco D. Blas, y compatibilizando su ministerio con Moratalla, Valentín y el Santuario de La Esperanza. En septiembre de 1977 fue nombrado párroco de S. Francisco de Caravaca, donde permaneció hasta 1990, atendiendo simultáneamente las parroquias de La Almudema, La Encarnación y Los Prados e impartiendo clases en el instituto “San Juan de la Cruz” y en la entonces Escuela de Maestría Industrial. Posteriormente fue nombrado párroco de Barranda y Benablón, alternando su ministerio con la capellanía de las Monjas Claras de Caravaca, el Hospital Comarcal (cuya primera piedra tuvo el honor de bendecir) y la parroquia de Archivel.

En 1991 fue destinado como párroco a la Asunción de Moratalla, con el encargo de atender el Campo de S. Juan y el de Bejar. Y entre 1992 y 1993 a San Antonio de Cehegín con el encargo de La Copa de Bullas, El Chaparral y Royo Hurtado. En este año 1993 fue nombrado párroco de La Alberca, (pedanía de Murcia) lugar donde permaneció hasta 2013 en que fue nombrado rector de la Rl. Basílica de la Vera Cruz donde permanece en activo actualmente.

No se ha aburrido D. Alfonso en ningún momento de su vida, ni en minuto alguno desde que fue ordenado sacerdote. A sus ocupaciones ministeriales hay que sumar otras derivadas de su forma de ser y actuar pues, atento a todo y con todos, difícilmente se niega a favores que le exigen desplazamientos continuos. Leal y obediente a los obispos con los que ha colaborado en el servicio al pueblo de Dios, su vida sacerdotal ha sido del todo itinerante. Su motocicleta (durante muchos años compañera inseparable) ha hecho miles de kilómetros de un sitio a otro por todos los caminos de la Región y, sobre todo, del Noroeste de Murcia, territorio que conoce palmo a palmo y donde tiene amigos incondicionales.

Todos tenemos algún recuerdo imborrable de D. Alfonso en las tierras del Noroeste de la Región. Todos lo recordamos en momentos de zozobra, de alegría o de tristeza compartiendo con nosotros lo mejor de sí mismo. Todos le recordamos en la Plaza del Arco de Caravaca en la mañana de cada Viernes Santo, desde 1977, pronunciando el “Sermón de las Siete Palabras” por lejano que tuviera su destino pastoral, atendiendo la invitación de tantos presidentes de la actividad pasional de la Semana Santa local, y todos tenemos marcada su eterna sonrisa y su total disponibilidad física y espiritual en nuestro recuerdo ya que a nadie pasa desapercibida la figura jovial y su afecto sentido.

Por todo ello, sin duda, ha merecido en la actualidad el inconmensurable honor por parte del Obispo diocesano, de renovar su actividad ministerial, en el otoño de la vida, al pie de la Stma. Cruz, al servicio no sólo de las gentes de Caravaca, de la comarca y de la Región, sino de los peregrinos de toda procedencia, clase y condición que llegan a postrarse ante la Sda. Reliquia en cumplimiento de promesas, por devoción o por simple curiosidad. Su dedicación y disponibilidad siguen siendo virtudes que adornan la personalidad de un cura de vida itinerante que se ha ganado a pulso el ser otro que, como la Virgen María y San Juan permanecen al pie de la Cruz ante los avatares de la vida.

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