Ya en la calle el nº 1041

Cuando ser musa te cuesta la vida

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

GLORIA LÓPEZ CORBALÁN

Lizzie había nacido en 1829 en aquellos barrios londinenses donde la gente bien no entraba ni para pasar de largo. Pero encontró trabajo en una sombrerería donde vino verla, entre los cristales, un joven artista: Walter Deverell miembro destacado de la HermaLizzie Rossettindad de los Pre-rafaelistas, para los que paso a ser su modelo predilecta. No era la suya una belleza formal, era demasiado alta y pelirroja, pero encarnaba el tipo de belleza, atormentada y cadavérica, que estos artistas harían tan famosa. “…se la ve más delgada y más cadavérica y más bella y más desmadejada que nunca; una autentica artista, una mujer sin igual en mucho tiempo; es de estimulante frescura … el sello de la inmortalidad”. ¿Quién mejor que ella para representar a Ofelia? El cuadro sobrecoge por la fuerza de su imagen, y es que los pre-rafaelita no se les ocurrió otra cosa que someter a sus modelos a los sufrimientos que evocaban sus imágenes para lograr mayor realismo. Así Millais, sin pensar en las consecuencias, sumergió a nuestra Lizzie horas, días y semanas en agua helada para retratar la muerte de Ofelia. Si a pocas sale viva, claro. Del posado le quedó una tuberculosis y una adicción al opio que el artista le suministraba para que aguantase en el agua helada. No sería esa su mayor desgracia. En una de esas sesiones conocería a Rossetti, otro pintor que la haría padecer lo mismo que el primero, pero sin meterla en la bañera. Pero Lizzie no solo era esa belleza que a ellos tanto les gustaba mirar, era lista, culta, pintora y seguramente, escribía mejor que ellos. Y tenía, la muy osada, la intención de entrar a formar parte de esa Hermandad, no como modelo, sino como miembro de pleno derecho. Rossetti, loco por meterla en su cama, le prometió el cielo en arameo, y la convirtió en su musa, y de paso en su amante. El rostro de Lizzie se convertiría en motivo principal de las obras de Rossetti, que tuvo su etapa más fructífera junto a ella. Pero mientras el pintor se encontraba en el olimpo de los artistas, en la tierra sus hermanas se encargaban de amargarle la vida a esa joven de clase baja que se acostaba con su hermano. Total, que la pobre Lizzie, que ya no se encontraba muy bien después de las sesiones en la bañera, terminó abusando del opio para soportar a el menosprecio de sus propios compañeros y de las hermanas de su amado Rossetti. En 1860 pinta a Lizzie embarazada en el cuadro “Regina Cordium”, con la mirada perdida y gesto de tristeza. La hija que llevaba dentro no nacerá viva. Hundida emocionalmente, y sabiendo de los escarceos de él con otras mujeres, Lizzie pasa su vida entre dosis de láudano, opio y morfina. Mientras la pintaba a ella, se acostaba con su mejor amiga, lo que acabó de rematarla y decidió convertirse para siempre en la Ofelia que tanto sufrimiento le había costado. Una noche se pasó con el láudano y la encontraron muerta. Bajo entonces de los Olimpos el tal Rossetti para rasgarse las vestiduras en el entierro de su amada y hasta le escribió unos versos que enterró entre sus cabellos. Y ya no volvió a subir. Rossetti comenzó un largo camino hacia la degradación personal y psicológica que termino con su vida por una sobredosis de cloral y alcohol. Antes de eso tuvo la genial idea de exhumar el cadáver de su amante muerta hacía siete años para recuperar los poemas a ella dedicados y publicarlos. Los cabellos de Lizzie, largos y rojos se encontraban intactos y brillantes, tal y como él tanto los había pintado.

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