Ya en la calle el nº 1041

Apuestas

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

El español medio (y su político tipo) no planifica, ni proyecta, ni construye. Apuesta. Una desesperante versión de un maldito casino. Apostamos a que el aeropuerto traerá gente, a que la construcción subirá hasta el infinito, a que saldremos de ésta… No invertimos, especulamos. No sembramos, explotamos. No recogemos los huevos de las gallinas, las matamos.
Los Madrides olímpicos, las Eurovegas o los Paramounes, las Exposiciones Universales sevillanas o los monumentos arquitectónicos de autor, son un tipo de hacer política. Política de presupuestos llenos de ceros en los que es fácil que beban colegas por aquí y por allá, mausoleos de estulticia de los que nadie resulta nunca responsable, financiados con el famoso ‘yo invito y tú pagas’, que se despachan con un ‘Os lo prometí, y ahí está’. Y sí, ahí quedan, testigos de la historia de pandereta, enhiestos, dispersos por el territorio, carísimos nidos de pájaros hechos de hormigón, metal e indecencia. Un aeropuerto en cada esquina, un auditorio para cada pueblo, un cortijo en cada parlamento.
Ninguno de estos proyectos crea nada. Ninguno de estos proyectos enseña a los niños idiomas, o mejora la formación de los jóvenes, o les proporciona la cultura empresarial necesaria para autoemplearse. Ninguno de ellos fomenta esa investigación básica que creará nuevos horizontes para todos. Ninguno de ellos ayuda a desarrollar el turismo local, el pequeño comercio, el día a día de los ciudadanos. Ninguno de ellos provee los servicios necesarios, como la sanidad, los bomberos o los servicios sociales. Son un gran décimo de lotería, un poco más caro, un poco más inconsciente, un poco más peligroso.
No hay más dinero que el que hay. Los 100 millones de euros de la promoción (o apuesta) de una candidatura olímpica, no estarán cuando queramos invertir (sembrar) en algo menos espectacular, pero más tangible, más seguro. Nuestros cuentos de la lechera suelen terminar sin cuento y con el cántaro roto. No podemos seguir así.
Españoles todos: es tiempo de dejar de comprar lotería. Ha llegado el momento de que sembremos las semillas de nuestro futuro, para que nuestro invierno sea más soportable, confiados en la certeza de que mañana brotará nuestro sustento. Forjemos un proyecto de inversión de país de otro estilo: la atención a lo pequeño -que somos todos-, al pequeño empresario; al tren de cercanías; al turismo rural; al comercio comarcal; al cuidado del monte que da tan buen fondo a las fotos del pueblo y que tan feo queda cuando se quema; a la alcantarilla que siempre se atasca; al cruce maldito que tantas vidas se lleva; al logopeda de nuestro crío; a crear un concurso literario que descubra los talentos perdidos entre nuestros vecinos, o a un tiempo de espera decente para el psicólogo que ayuda a nuestra madre a superar la muerte del amor de su vida…
Es hora de cambiar de cuento; no más lecheras, por favor. Ahora nos tocan la hormiga y el cerdito previsores. Juntos, trabajando, entre todos.

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