Ya en la calle el nº 1041

Ángel Papao y los primero Rifeños

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

José Antonio Melgares Guerrero/Cronista Oficial de Caravaca y de la Vera Cruz.

Otra de las cabilas que integran el cortejo de la Cruz y que este año 2009 celebra el medio siglo de su incorporación a la Fiesta, es la que se conoce popular y cariñosamente con el nombre de Los Rifeños, quienes después de pasar el desierto festero al que algunas mesnadas cristianas y cabilas moras se sometieron voluntaria o involuntariamente, han recobrado reciente y paulatinamente su inicial vigor, suponiendo en la actualidad uno de los principales activos del Bando Moro.

La célula inicial de la cabila rifeña estuvo compuesta por 17 hombres inoculados por el virus festero que contagió a todos los sectores de la sociedad local durante las Fiestas de la Cruz de 1959. Diecisiete hombres capitaneados por el popular Ángel Papao, quienes el 13 de mayo del citado año firmaron un escrito dirigido al sultán Amancio Marsilla Marín que textualmente decía: «Estimado amigo: Deseando participar en el próximo año en las Fiestas de Mayo, nos hemos reunido un grupo de amigos a fin de organizar una Kabila que intervenga en el grupo de moros, comprometiéndonos a cumplir los Estatutos que dicten a tal fin. Esperando ser atendidos, solicitamos la inclusión de dicha kabila de la cual comunicaremos su título seguidamente, compuesta de los individuos que se expresan a continuación. Muy agradecidos le saludan, en nombre de todos, éste suyo afectísimo y amigo». El escrito lo firma de su puño y letra Ángel Celdrán Sánchez, y a su rúbrica siguen los nombres de: José Vacas Navarro, Juan Sequero Gómez, Pedro Rubio Guerrero, Simón Robles Martínez, Antonio Martínez García, Antonio Sánchez Robles, Ramón Martínez Romera, Ginés Carrasco Guirao, Juan José Jiménez Álvarez, Noé Torrecilla Asturiano, Antonio González (Chatico), José López González, Enrique Rivero Navarro, Juan Sánchez Guerrero, Juan Rubio López y Antonio Morenilla Segarra.

A los pocos meses se formaría el grupo de veintiuno, más la madrina (la primera madrina), Mari Cruz Orrico Sánchez, que compuso el total de la cabila que puso en la calle, con mucho esfuerzo e ilusión, lo mejor de sí misma el dos de mayo de 1960.

El alma del grupo, desde su origen, fue Ángel Papao (Ángel Celdrán Sánchez), quien había nacido en Caravaca el 22 de octubre de 1913, siendo hijo del matrimonio formado por Antonio Celdrán Durán y María Josefa Sánchez Egea.

Ángel Papao (sobrenombre cuyo origen y significado no he podido averiguar), vivió su infancia y adolescencia en Caravaca hasta que hubo de incorporarse al ejército durante la Guerra Civil, militando en los frentes de Valencia y Madrid. Fue en la capital de España y durante el período bélico, donde conoció a quien luego sería su esposa. Ángela Galán Pérez, natural de la localidad abulense de Villanueva de Gómez con quien contrajo matrimonio tras la contienda, estableciendo el domicilio familiar en Caravaca, primero en El Puente Uribe y Canalica, y después y definitivamente en Poeta Ibáñez 21 (entonces Don Fernando). Con Ángela tuvo a sus cuatro hijos: María Isabel, Amelia, Antonio y Ángel Gaspar, a quienes ayudó a traer al mundo la popular comadrona Doña Guillerma.

Ángel Celdrán se hizo a sí mismo. Autodidacta en todo, se hizo Agente Comercial Colegiado, abriendo despacho en el nº 13 de la misma calle del Poeta Ibáñez desde el que se dedicó a distribuir material para la fabricación de calzado, y también de la cerveza El Águila y los vinos del ceheginero Antonio Noguerol.

El trabajo al que se dedicó le venía de tradición familiar pues sus antepasados fueron gentes relacionadas con la antigua industria textil: los maestros costaleros de antaño, de los que la familia conserva antecedentes documentales desde 1639 en que el primer Celdrán caravaqueño figura en un censo de oficios que se conserva en el Archivo Municipal local, habiendo sido el último, ya en nuestra generación, Pablo Celdrán, vinculado, como se sabe, al mundo del hilado del cáñamo, y por tanto a la fabricación de suelas para el calzado.

Los principales proveedores de Papao fueron la Comercial Lonera de Elche y otras empresas de Crevillente y Callosa de Segura; mientras que sus más importantes clientes fueron sus sobrinos los Tubos, Eusebio y Ramón Marín Orrico, Romualdo López Asturiano, los Cucharas, Alfonso el Pesquero, Ventura Montiel, Ginés el Zorro, Los Ninos, Los Mulas del Hoyo y otros muchos de difícil enumeración.

Los de Elche le llegaron a hacer sugerentes propuestas como gerente en empresas filiales ubicadas en las entonces colonias españolas de Guinea: Fernando Pó y Santa Isabel, e incluso en el mismo Elche, propuestas sustanciosas desde el punto de vista económico que se negó a escuchar ya que ello le habría obligado a ausentarse de Caravaca, y por tanto a separarse de sus inseparables amigos Simón Robles el de la Panza y las Quinielas, José Comino, El Rojo Romeral, Alfonso el Pili, Los hermanos Albarracín y Pedro Antonio Orrrico entre otros muchos, con quienes solía reunirse y compartir tertulia en el bar Los Yemas, Dulcinea, El 33 y el Circulo Mercantil, así como de sus vecinos de Poeta Ibáñez Pedro Guerrero el practicante, Paco Haro el de la Imprenta, Juan Celdrán, Julián Medina, Pepe El Alto, Luís El Bacalo, María La Topera y Pepe Barreras entre otros, así como dejar de escuchar el jolgorio infantil de la vecina escuela de La Santa Cruz entonces ubicada en dicha calle.

Hombre de corazón noble y generoso, eran proverbiales en él sus francas risotadas y sus chistosas ocurrencias. Amante de los animales exóticos y domésticos (en su almacén llegó a tener dos monos, un loro, varios pardillos, y en el almacén de Poeta Ibáñez hasta 23 gatos alimentados con los despojos que El Carambillo le traía a diario del matadero municipal). Lector empedernido de periódicos que su hijo Ángel le traía de la Librería de Pedro Montoya, y fumador de Caldo de Gallina que también le traía Ángel del estanco de La Justa, en la Cuesta del Cinema que él mismo liaba pacientemente.

Líder natural entre sus amigos, enseguida le confiaron la capitanía de Los Rifeños, a cuya cabila aportó no sólo su persona, sino también las de sus hijos, pues Amalia fue madrina y luego sultana, Antonio gastador y Ángel abanderado, tamborista y gastador. La cabila montó su cuartel general en la Plaza Nueva, ensayando en el Thuillier las zarzuelas con las que allegaban fondos para sufragar los gastos, así como los sainetes que ellos mismos componían bajo la dirección de Matías Albarracín. Tuvieron su propio grupo escénico con el que montaron las zarzuelas Los Cristianos y La Reja de La Dolores entre otras, siendo siempre el apuntador Alfonso El Pili, y organizaron espectáculos públicos en los que trajeron a figuras nacionales como Manolo Escobar. Organizaron, en colaboración con otros grupos festeros, verbenas populares en el antiguo solar donde hoy se eleva el edificio de Correos, así como loterías y rifas populares, llegando hasta vestir un uniforme prefestero, a base de chaqueta color vino y lazo verde, a manera de corbata, anudado al cuello.

Los primeros Rifeños, capitaneados por Ángel Papao crearon su propio estilo y su singular ambiente, dando viveza al pueblo (en frase de Ramón Orrico). Luego llegaría la decadencia cuando comenzaron a flaquear las fuerzas físicas de sus componentes. Ángel murió el 16 de febrero de 1984, triste por lo que había dejado atrás y no podía recuperar, y a la vez satisfecho por la obra realizada. El año de su muerte, cuando se cumplía precisamente el 25 aniversario de la fundación de la Cábila, Matías Albarracín le dedicó un hermoso y sentido texto en la Revista de Fiestas, que viene a ser el compendio de lo que El Papao y sus cabileños habían logrado para Caravaca y para la Fiesta.

Ángel Papao y los primero Rifeños
Ángel Papao y los primero Rifeños

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