Ya en la calle el nº 1041

Adiós a Mikis Theodorakis, mucho más que “Zorba, el griego”

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Pedro Antonio Hurtado García

No solamente fue músico, terreno en el que brilló con luz propia y gracias al enorme prestigio de sus partituras, sino que añadió, a su polifacética vida, su condición de activista, parlamentario y ministro. Precisamente, su apellido goza de una libre traducción que podría ser “regalito de Dios”, apellido que, ciertamente, lleva numerosas décadas grabado a ley en la mente y en el corazón de los griegos, porque son ellos, especialmente, quienes, con su fallecimiento, han perdido un auténtico tesoro nacional. Mikis Theodorakis (29-07-1925, Isla de Quíos-Mar Egeo-Grecia/02-09-2021, Atenas-Grecia), intelectual, político y reputado compositor que cobró relevancia añadida por su militancia política como claro y convencido opositor a la “Junta de los coroneles”, en 1974, admitiendo todos sus historiadores que contar su vida es sumergirse en una auténtica odisea.

Autodidacta.- Centrándonos en su música, hay que señalar que, desde pequeñito, manifestó siempre lo clara que tenía su vocación. Fue, Theodorakis, un sólido coloso de la creación musical, con una trayectoria artística que le otorga nombre y titularidad a más de un millar de obras. Curioso resulta que aprendiera a componer solito, simplemente escuchando música bizantina, folclore griego y liturgia ortodoxa, esencialmente. Posteriormente, cursaría estudios reglados en la capital francesa. Y tuvo el arrojo de ofrecer su primer concierto con solamente 17 años, para iniciar una trayectoria en la que nunca más se detuvo, ni siquiera cuando tuvo que combatir en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra Civil que, seguidamente, vino a desangrar a Grecia. Pero tampoco cuando sufrió persecuciones, torturas y el exilio en el periodo de la “Junta Militar”, que ostentó el gobierno de su país, entre 1967 y 1974.

Enterrado vivo, dos veces.- Sus canciones fueron prohibidas y hasta, en dos ocasiones, le enterraron vivo con el ánimo de amedrentarle. Pero nada le hizo rendirse, sino que mantuvo su imponente presencia, su carácter expresivo y su esbelta figura. Y es que creció desarrollando su afición musical y sin abandonar su vocación política en plenos años de la “Segunda Guerra Mundial”, uniéndose a la resistencia contra la Italia fascista y, posteriormente, contra la Alemania nazi, aunque también se le señalaba como militante, anteriormente, en grupos fascistas del régimen de Ioannis Metaxas, ayudando a familias judías a escapar de las autoridades germanas, lo que ocasionó su detención y tortura a manos de los italianos, en 1943.

Regreso a Grecia.- Llega la beca para completar estudios en París, en 1954, alistándose en el conservatorio de la capital gala para estudiar análisis musical y dirección de orquesta con profesores de muy destacado prestigio. Resulta obvio que aprovechó todas sus oportunidades de estudio, lo que le hizo llegar a convertirse en el enorme artista, creador, músico y compositor que siempre ha sido Theodorakis, quien, lógicamente, y como queda patente en sus creaciones, regresó con fuerza y para siempre a las raíces musicales griegas que, en definitiva, son las que le han otorgado vitola e identidad como músico consagrado. Por eso, en 1960, volvió a su Grecia natal, un regreso que no era exclusivamente presencial, sino que le devolvía a su querencia artística, espiritual, tradicional y a sus sentimientos de origen y pertenencia.

“Zorba, el griego” y mucho más.- Todas esas circunstancias quedan patentes en el actual anuncio de su fallecimiento, momento en el que a todo el mundo le viene a la mente que nos hemos quedado sin el compositor de “Zorba, el griego”, obra que Grecia mantiene en su propio Olimpo. Pero, siendo así, no es la realidad más adecuada, porque Mikis Theodorakis compuso esa insuperable obra, sí, pero, como todos sabemos, no se quedó ahí, sino que parió otras muchas y, desde luego, no de menos categoría. Puede que “Zorba, el griego” haya sido su estandarte, su obra cumbre y, desde luego, su partitura más laureada, considerada y atractiva, pero no carece de composiciones que, en el buen gusto musical, puedan codearse con la citada obra e, incluso, superarla.

Musicalizando poemas.- Lo que sí queda meridianamente claro es que sus composiciones gozan de un inconfundible e inimitable sello propio. Su versión, por ejemplo, del poema “Epitafio”, de Yannis Ritsos, fue creando una fortalecida estructura con la que Theodorakis inició una verdadera revolución en todos los ambientes musicales griegos, pues, con esa actitud, logró, como pretendía, aproximar la bella poesía de la Grecia moderna a nutridos sectores de la población, gracias a la música de marcada tradición popular y enorme calidad artística.

Renovación lingüística.- Telegráficamente y para resumir, digamos que fundó la “Pequeña Orquesta Sinfónica de Atenas”; ofreció centenares de conciertos en su país para dar a conocer su obra, cosechando interminables éxitos. Musicalizó, igualmente, poemas de los “Premio Nobel” Yorgos Seferis y Odysseas Elytis, lo que les convirtió en artistas populares ante un público que se aprendía sus creaciones literarias, aspectos que posibilitaron una profunda influencia para la renovación de la lengua y la cultura de la Grecia moderna. Fundó las “Juventudes Lambrakis”, en 1963, tras el asesinato de Gregoris Lambrakis. Elegido, por vez primera, diputado por la “Alianza de socialistas y comunistas EDA”. Compuso, en ese transcurso de 1963, la música para “Zorba, el griego”, película de Michalis Cacoyiannis, un film en el que Anthony Quinn encarnó al personaje principal. También el tema conocido como “La danza del Sirtaki” alcanzó un reconocido éxito internacional, convirtiéndose en uno de los más notables sellos de identidad de Grecia.

Clandestinidad.- Pero llegó el 21 de abril de 1967, fecha en la que una junta militar de extrema derecha asestó un golpe militar, haciéndose con el poder en Grecia. Theodorakis, entonces, pasó a la clandestinidad y, pese a ello, fundó una organización de resistencia frente a la dictadura. Pero los coroneles le tenían en su punto de mira y prohibieron la divulgación y audición de su música. En agosto del citado año, le detienen y encarcelan durante cinco meses. Comienza una prolongada huelga de hambre, queda desterrado con su mujer, Myrto Altinoglou, y sus dos hijos, Margarita y Yorgos, situándole en la localidad de Zatuna, en la Arcadia. Luego, sería recluído en el “Campo de concentración de Oropos”. Siguió componiendo incansablemente y, como decían sus historiadores, es que contar su vida es toda una odisea que requeriría una edición completa de “El Noroeste”, por valiente, incansable y fiel a sus creencias, principios e ideología, que, dicho sea de paso, también tuvo sus claros procesos cambiantes.

Infarto agudo de miocardio.- Venía padeciendo de complicaciones de muy variada naturaleza, ya que sus dolencias cardiacas le mantenían bastante inquieto e inseguro. Por todo ello, falleció, como consecuencia de un infarto agudo de miocardio, cuando contaba con unos respetables 96 años. Descanse en paz el maestro, el músico, el artista, el incansable, el político y el luchador por causas sociales. Buenos días.

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