Ya en la calle el nº 1041

Abstenerse y gritar

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Por José María Ortega.
No me gusta la gente que grita, al menos aquella que lo hace innecesariamente, sólo para reclamar la atención de los presentes, y Warren Buffettdotar a su argumento de más decibelios, como si eso le otorgara más razón.
Estamos entrando en un nuevo ciclo electoral. Yo, apoyaré la candidatura de la Izquierda Plural (IU) porque me siento partícipe de sus propuestas, porque creo que es urgente cambiar Europa, y eso sólo pueden hacerlo formaciones con un programa que pone en centro en las personas, en lugar de la sumisión a los especuladores, o su brazo ejecutor, la Troika.
Pero no es sobre nuestro programa electoral sobre lo que quiero escribir. Hoy lo que quiero es desenmascarar es la incoherencia de ciertos “gritaores de bar”, que hacen del rechazo a todo su bandera, y de la generalización garrula su método de análisis sociológico, y encima lo hacen a gritos, molestando a todos los presentes.
Hace unos días madrugué bastante. Antes de ir a la huerta me acerqué a tomar un café a un bar. Nada más entrar, di los buenos días, pedí un café con leche y me puse a leer el periódico. Éramos tres, además del gritaor. El discurso del rapsoda de bar, que creo que nadie le había pedido, comenzó con una larga letanía contra los delegados sindicales. Este obrero, como le había ido mal en una empresa a cuenta de un delegado sindical, comenzó a bramar contra el colectivo de todos los delegados sindicales, a los que calificaba con referencias al oficio más antiguo del mundo. Primer error, la generalización, que siempre lleva al error, cuando se practica con falta de rigor. El delegado sindical contra quien bramaba el de la barra tenía, al parecer, otra faceta, la de afiliado a un partido político, para el cual pidió el voto en unas elecciones. Aplicando su lógica de mamporro, aprovechó nuestro mitinero esta condición para disparar contra todos los afiliados, y todos los políticos, y de paso, contra las elecciones. ¿Voy a ir yo a votarles a esa panda de…? Aquí ya todos éramos iguales. De cara a las elecciones europeas, y a las siguientes que vienen, las municipales, el poder establecido debería dar una medalla a los gritaores de bar. Nadie como un obreros sin conciencia de serlo hace tanto por las élites de España y Europa, las que llevan décadas volcándolo todo a su favor, y frotándose las manos cada vez que uno de estos, con un cubata en la mano, actúa como disolvente de la contestación social necesaria.
El especulador, y multimillonario Warren Buffet dijo en 2012; “La lucha de clases existe, pero la mía va ganando” y fue sincero, por una vez. Por si fueran pocas las ventajas de quienes controlan los verdaderos resortes del poder, gracias a la despolitización creciente de la población y a cierto subdesarrollo cultural, abunda entre el pueblo un pensamiento, aparentemente hipercrítico, pero que en el fondo es profundamente reaccionario. Tras los gritos, los insultos y los puñetazos a la barra del bar no hay más que desmovilización. No te impliques, no te movilices, son todos unos hijos de puta.
Al cabo de un rato acabó el burdo monólogo y algunos dejaron de mover la cabeza en signo de aprobación. Nadie le contestó. Tampoco yo, que me sentí aludido por varias de sus generalizaciones. Cualquiera le replica a tamaña inteligencia.

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