Ya en la calle el nº 1041

25N: la violencia machista en la pornografía

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

FELIPA GEA/Psicóloga, Sexóloga y Neuropsicóloga/

ESPACIO DE ALCOBA

Os doy la bienvenida otra semana más a mi sección sobre la Ciencia del Sexo y después de meditarlo mucho, finalmente, he decidido escribir sobre la violencia machista en el porno, ya que es el medio por el que adquirimos esa poca y mala educación sexual. Creo que es un tema relevante y muy venido al caso, especialmente esta semana que se celebra el Día Internacional contra la Violencia de Género (25N), y por este motivo hoy me voy a centrar en ampliaros este tema.

25N: la violencia machista en la pornografíaComo ya os he vaticinado en el párrafo anterior, la falta de educación sexual en esta sociedad ha provocado que esta educación se haya dejado en manos de la pornografía. Por lo tanto, la pornografía se ha convertido en el modelo de sexualidad a seguir, el cual es patriarcal: está diseñado por y para el hombre. Todo gira en torno al hombre y su pene, una falocracia instaurada en un sistema patriarcal hegemónico.

Esto se ve claramente a día de hoy, pues la pornografía se ha convertido en algo omnipresente en Internet. Nos invade a cualquier minuto y en cada segundo cuando navegamos por la web, nos convertimos en sumisos y sumisas para su consumo. No podemos escapar. Y la interminable oferta se centra, como no puede ser de otra forma en un sistema patriarcal, en la variedad de mujeres: rubias, morenas, asiáticas, maduritas, negras, con pechos grandes, “dispuestas a todo”… y así hasta aburrirnos. Estas mujeres son humilladas y vejadas en escenas de sexo “supuestamente” placentero, pero, ¿placentero para quién? Lo que es seguro es que para las mujeres no lo es, pero eso da igual en una industria que busca cada vez más clientes y los encuentra.

La pornografía es machista en términos absolutos y coloca a la mujer en un estado de sumisión e inferioridad, es una “guarra” haga lo que haga. Además, siempre se lleva su dosis de humillación y vejación, ya sea de una forma u otra. Lo peor es que a las personas que consumen porno (todas, ya sea por sumisión o acción), debido a la frecuencia con que nos encontramos estas imágenes, les empieza a parecer normal estas visiones vejatorias y humillantes hacia las mujeres respecto a lo que se puede hacer con ellas. Las mujeres no somos consideradas sujetos sino objetos, cosas con las que me puedo o se pueden “descargar”.

El problema real es la imposición de este modelo pornográfico como el modelo de sexualidad normativa y hegemónica, un modelo que se encuentra desprovisto de elección, de reciprocidad y de emociones. Este modelo es el mismo que el de la prostitución. De hecho, al igual que pasa con la prostitución, cuando se habla de este tema suele aparecer la voluntariedad y consentimiento como argumento: que si lo hacen de forma voluntaria, que si les gusta, que si es consentido, etc. Algo que se debe analizar desde la perspectiva de género antes de dar por hecho estos argumentos, ya que ningún sistema de dominación se mantiene sin la complicidad de las personas sometidas y, además, dicho sistema hace creer que toda acción realizada por la mujer es feminista, lo cual hace confundir que dicha decisión es fruto de su propia decisión individual, cuando en realidad es impuesta por el sistema patriarcal.

¡Exacto! No existen decisiones que no estén sometidas al juicio del sistema patriarcal y esto hay que tenerlo claro para poder contrarrestar dicho juicio en pro de la lucha de la igualdad. Es más, usar los argumentos de voluntariedad y consentimientos hacen ver las elecciones como libres y no enjuiciables. Esto hace que desaparezca el feminismo y se legitime una vez más el sistema patriarcal. Por favor, ¡no caigamos en la trampa!

En definitiva, los clientes, los medios de comunicación, el dinero y, el “supuesto” consentimiento, hacen aceptable lo inaceptable. Si nuestra educación sexual sigue recayendo en una pornografía que se regula a través de la violencia de género, va a hacer imposible la eliminación del patrón hegemónico establecido: falocrático, patriarcal y lleno de violencia hacia la mujer.

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