JESÚS AMO PÉREZ
Desde su llegada a Mallorca, a finales de 2016, las alarmas han permanecido activadas. No es para menos, pues al hablar de Xylella fastidiosa estamos hablando de lo que se conoce como el Ébola del olivo, aunque en este caso no es un virus el responsable de causar la enfermedad sino una bacteria altamente infecciosa que se trasmite de árbol en árbol utilizando insectos que se alimentan de la savia (Philaenus spumarius) como vectores.
Suele detectarse con la aparición de ramas y frutos secos. Al llegar al árbol, Xylella tapona los conductos por los que circula la savia y causa la muerte de la planta, un proceso que se conoce como enfermedad de Pierce. Además en nuestra zona el problema adquiere una dimensión mayor ya que una de las características de esta bacteria es que encuentra mayor facilidad para infectar ejemplares de mayor edad y esto es un problema, pues gran parte de las plantaciones de nuestro país y de nuestra región son centenarias.
Pero no es la edad el único problema que encontramos, otra de las dificultades a la hora de controlar esta plaga es que no sólo infecta a olivos, sino que también infecta a otras variedades bastante comerciales como son cerezos, limoneros, laureles o melocotoneros, todos ellos frecuentados también por los vectores que comentábamos anteriormente lo que facilita la infección entre especies.
Esta situación obliga a tomar unas medidas de contención muy estrictas si no queremos que esta agresividad, que está dejando grandes extensiones de terreno sin árboles en Italia, se traslade a nuestra mesa con la ausencia de productos como el aceite o deliciosas frutas como la cereza. De ahí que en la provincia de Alicante, ante la ausencia de un tratamiento efectivo y con la aparición de los primeros casos, se procediera a la eliminación de todos los árboles en un radio de 100 metros para evitar que el insecto responsable de su transmisión pueda moverse de árbol a árbol.
Una actuación que entra dentro del plan Silletti de la Unión Europea encaminado a contener la epidemia y que resalta que, además de esta medida, es imprescindible la puesta en marcha de dispositivos con herramientas para la detección temprana. Mientras tanto, los científicos trabajan contrarreloj buscando un tratamiento que permita hacer frente a esta amenaza de forma efectiva, disminuyendo así el riesgo que supone una epidemia de estas características para los productos de nuestra tierra, de nuestra mesa.
