Ya en la calle el nº 1039

Vivir en el casco antiguo

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

FRANCISCO SANDOVAL

Cuando entré a la carrera de arquitectura y comenzamos a ver las diferentes formas constructivas de un edificio, llegó un momento en que tocó abordar las estructuras tradicionales con mensajes como “aunque os sean ajenas…” o “casi todos viviréis en edificios fuera de este ámbito, pero debéis conocerlo”. Yo desde un principio mostré un particular interés por ese tipo de arquitectura con cierta pátina histórica. No crecí entre pilares de hormigón, sino entre muros de carga.

Es inherente a la Comarca del Noroeste: Mula, Cehegín y Caravaca de la Cruz tienen una declaración de Conjunto Histórico Artístico en su seno. Son los denominados Cascos Antiguos. No son un elemento más sino el mayor rasgo de singularidad de los pueblos. Recientemente Cehegín quedó como Primera Maravilla Rural de España, y el éxito radica precisamente en su núcleo histórico, en su belleza, pero también en su conservación.

El casco antiguo no es un museo, ni tampoco un decorado. No son solo un puñado de edificios con historia, es mucho más que la suma de las partes. En el casco antiguo se vive y se participa. Según el censo que recogía el avance del PERIP de Caravaca, en este casco histórico la población mayor de 65 años es más numerosa que en el resto del casco urbano, pero no es la franja de edad más común en él, pues el segmento más amplio tiene una mediana edad de entre 30 y 50 años. No es pequeña tampoco la cantidad de menores de 15 años, lo que nos induce a pensar que el anterior segmento no solo son personas censadas, sino con una familia formada y residente.

Hace poco se anunciaba en Cehegín un Plan Director Intergeneracional del Casco Antiguo para establecer un diagnóstico de su situación. Esta herramienta resulta interesante para hacer un análisis demográfico y económico, y considerarlo siempre un paso previo para la actualización de los Planes Especiales de Protección del Casco Antiguo, que son el instrumento que garantiza unas obras adecuadas a su valor. En Caravaca y Cehegín este plan data de 1989, por lo que urge ser actualizado pues, ni la situación socioeconómica es la misma ni las técnicas de intervención iguales. Estos planes, nacidos de la Ley de 1985 de Patrimonio Español, han quedado en gran parte obsoletos.

LAS FACHADAS DE YESO

Hace poco dos arquitectos recibieron la medalla Driehaus (un galardón por la recuperación del patrimonio) tras las intervenciones realizadas en Albarracín (Teruel). Resulta que esa población posee unas genuinas fachadas en yeso de tonos rosados y rojizos que le da identidad propia. La buena praxis de estos arquitectos no solo consistió en redactar los proyectos con materiales y técnicas genuinas, sino que fomentaron la recuperación de los hornos de yeso y la reactivación de su fabricación de manera tradicional.

Pues bien, en nuestra comarca las fachadas de yeso han sido también muy habituales gracias a la abundancia de este mineral. El ayuntamiento de Cehegín, entre otros edificios, luce una colorida fachada realizada con “yeso al jaboncillo”, una técnica propia de esta tierra que puede desaparecer definitivamente si no fomentamos su continuidad. Durante los últimos años se han restaurado muchos edificios sin cuidar su piel. A la Plaza de Toros de Caravaca se le aplicó hace 20 años una pintura sobre mortero de cemento. El resultado es un color llamativo, sí, pero nada tiene que ver con la original piel de yeso almagra. Y así con numerosas fachadas que han perdido su identidad. Ya he comentado en algún artículo la idoneidad de aplicar un mortero a base de yeso o cal en vez de las pinturas que se cuartean enseguida, o los horrorosos monocapa de base cementosa.

Acerca de la producción tradicional de yeso en nuestros pueblos, desde su extracción, pasando por el estudio de los hornos, hasta su aplicación en fachadas, existe un amplio trabajo realizado por la arquitecta e investigadora Vincenzina La Spina. Está en nuestras manos aprovechar el conocimiento y la técnica para fomentar la formación y mejorar el entorno.

LA CONGESTIÓN

La zona histórica tiene un problema de congestión con el tráfico. No se trata de peatonalizar por doquier, ya que no es práctico en algunos casos y no ayuda a vivir en el casco antiguo, pero sí podemos reducir el impacto que el vehículo tiene. Planificar aparcamientos estratégicos que liberen las calles y plazas no solo mejoraría la estética de las calles, sino que invita a la población a hacer uso del espacio público. No es imposible, en Cehegín hay un buen ejemplo bajo el vivero de empresas del Jardín del Coso.

BARRERAS URBANAS

El desnivel que existe entre la acera y el resto de la calle puede tener sentido en avenidas con tráfico constante. Pero en el casco histórico provoca que muchas calles tengan una acera muy reducida y dificulta el tránsito con carritos o silla de ruedas. Hace unas décadas el uso del coche era algo novedoso cuya circulación litigaba con el peatón. Hoy un vehículo está obligado a ir a baja velocidad por el centro y su relación con el peatón se asume más conciliadora, por lo que una calle a un mismo nivel, con un pavimento adoquinado, empedrado o similar, no es nada extraño. Como ejemplos, la plaza del ayuntamiento de Mula o la del Arco de Caravaca funcionan con el mismo nivel para todo el pavimento.

UN BUEN PLANEAMIENTO

Como herramienta global que recoja además a las anteriores es deseable un planeamiento que potencie equipamientos, infraestructuras y actividades comerciales que complementen al uso residencial que es ahora preponderante. Vivir sin apenas ruido de tráfico, junto a huertos en muchos casos, y en edificios de rico valor espacial, no es suficiente sin establecimientos que permitan las sinergias de la comunidad.

Estos son algunos de los elementos a tener en cuenta para revalorizar el centro histórico, para reconocer su atractivo como un conjunto y no sólo por monumentos individuales que alberga, es por eso que he escogido esta foto para ilustrar el artículo. ¿Lo reconocen?

En definitiva, vivir en el casco antiguo nos libera de la sustantividad alienante que a veces se nos brinda. Creo que participar de la historia y las raíces edificadas en nuestros pueblos nos permite desarrollar un futuro más rico, interesante y diverso.

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