Ya en la calle el nº 1036

Victoria Woodhull for presidenta

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GLORIA LÓPEZ CORBALÁN
Escuchaba el otro día decir a Hillary Clinton que había «llegado la hora de escribir nuevos capítulos en el sueño americano» presentándose como la primer mujer candidata a unas elecciones presidenciales en EEUU. Perdona bonita, Victoria Woodhullpero no. Ves diciéndole a tus 200 agentes electorales responsables de campaña que hubo una mujer mucho antes que tú que se presentó para Presidenta de los EEUU. Y mientras que la Señora de Clinton se sirve de maridos y exbecarias para su carrera política, Victoria hizo la suya sola y sin más ayuda que los espíritus, literalmente hablando. Lástima que estos no votasen. Hubiese ganado fijo.
Victoria nace el 23 de septiembre de1838 en California, quinta de siete hijos de un matrimonio de clarividentes que se pasó toda su vida huyendo de la justicia por engañar a desahuciados con potingues y remedios caseros. No es de extrañar que en ese ambiente a los 10 años ya tuviese discusiones en privado con el orador griego Demóstenes, que se le aparecía de vez en cuando para señalarle el camino. No fue precisamente Desmósteles el que se le apareció cuando tenía 15 años, sino un amigo de su padre que se la llevó al huerto y con el que se casó, CanningWoodhull, bebedor, médico alternativo y sanador. (Si llega a durar un poco más, ministro de sanidad en España)
Desmósteles debía de beber o algo, porque les iba trazando el camino haciendo eses, lo mismo viajaban para Chicago que a San Francisco que a Cincinnati, siempre huyendo de la justicia. No sería hasta 1864 que llegan a Nueva York su hermana Tenesse y ella para instalarse definitivamente, se separa de su marido, que cada día la maltrata más y se anuncian como videntes y sanadoras, sin aprender nada de todo el polvo del camino andado.
El caso es que Desmóstales, que ya iba un poco más sobrio y las dos hermanas se hicieron famosos muy pronto entre los intelectuales de la ciudad y pronto empezaron a visitarlas los más progres. Allí conocieron a dos defensores del amor libre y los derechos de las mujeres: Benjamin Butler y Stephen Perla Andrews. Y Victoria, que estaba harta del mismo.

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