ADRIÁN LÓPEZ GARRIDO/Cycling Coach & Sports Director
@adrian_lopezgar
En toda tertulia ciclista que se precie, las conversaciones sobre medidores de potencia, pulsómetros y sensaciones están presentes, así como métodos de entrenamiento y cualquier bebida, barrita, gel o recuperador de los duros entrenamientos y competiciones.
Como ya escribí hace algún tiempo, la inestabilidad económica que sufrió la mayor parte de la población en los últimos años, hizo brotar los instintos de superación y evolución que en la década pasada parecía que se habían adormecido debido a los buenos estados de las cuentas bancarias y una economía relativamente acomodada en la mayoría de los casos. Dentro de este marco, ya no solo los ciclistas o deportistas profesionales quieren y necesitan mejorar para conseguir resultados de prestigio, ahora también, ciclistas amateur, entrenan, se cuidan y buscan mejorar día a día para alcanzar sus objetivos, sin un fin económico, solo por la propia superación y sentirse realizados.
Para llegar a tal fin, los entrenadores y ciclistas buscamos todos los medios posibles para mejorar el rendimiento, ahí es donde entran en juego los monitores de potencia, frecuencia cardiaca y en algunos casos, sensaciones.
Los potenciómetros, son la última inclusión en la medición de entrenamientos y competiciones (aunque llevan con nosotros casi 30 años), éstos, nos muestran los vatios (fuerza que se aplica en los pedales por la velocidad, es decir, la cadencia) que está generando nuestra musculatura, es un dato de carga externa y este valor (en terreno ascendente la relación de w/kg es la que marca la diferencia) es el que decidirá quién gana o puede ganar una competición. Evidentemente, para llegar a generar una determinada potencia, se necesita que el motor la genere, en este caso, nuestro organismo. Por ello, la medición de la frecuencia cardiaca (carga interna) es clave para observar en qué medida nuestro cuerpo está desarrollando ese valor de carga externa. La frecuencia cardiaca, nos muestra los latidos por minuto de nuestro corazón para mantener una determinada velocidad o potencia, pero este valor es muy variable debido a que el ritmo de contracciones del corazón está afectado por muchas variables, entre ellas, la deriva o drift cardiaco, que principalmente se observa en ambientes calurosos y es debido a que hay un mayor flujo sanguíneo hacia la piel para expulsar el calor y mantener la homeostasis, éste mecanismo de protección, compromete el retorno venoso y genera que el corazón lata más rápido para mantener el gasto cardiaco y aportar el oxígeno necesario a la musculatura activa. Por esta y otras variables, un mismo dato de frecuencia cardiaca, no genera el mismo trabajo en diferentes días o incluso el mismo día por mecanismos de fatiga. Centrarse solo en la frecuencia cardiaca, puede hacer en determinadas ocasiones, no llegar al objetivo propuesto en el entrenamiento y por lo tanto, a la mejora del rendimiento, ya que esta deriva cardiaca, no modifica el consumo de oxígeno ante un mismo valor de carga externa. Entre los medidores de potencia y la frecuencia cardiaca, se encuentran las sensaciones o RPE, muchas veces infravaloradas por ser “antiguas” o subjetivas, en las que no existe un aparato moderno que nos muestre un valor objetivo para decir si estamos en forma o mejorando nuestras capacidades, y en estas épocas, el “deportista de redes sociales” no encontrará un dato que mostrar para recibir “likes”. Personalmente, pienso que para entrenar, las sensaciones del ciclista, son más reales ante un estímulo a un determinado hito fisiológico que la frecuencia cardiaca, debido a que un ciclista que se conozca y haya sido formado a comprender cómo funciona su cuerpo en los diferentes hitos fisiológicos, será capaz de sentir y percibir ese trabajo y si realmente está trabajando donde quiere. Como nota de mi experiencia, la calidad del entrenamiento termina siendo superior con las sensaciones que con la frecuencia cardiaca si el deportista es experimentado, ya que aportarán una menor variabilidad sobre la carga externa.
En el complejo mundo del entrenamiento deportivo, todos los datos son importantes para mejorar, mi opinión personal es que la medición y el trabajo con medidores de potencia es lo más fiable e importante debido a que ese valor nos hará ganar o no una competición, seguido de lo que sienta el ciclista, y por último, la frecuencia cardiaca, aunque el análisis de ésta en reposo y test de valoración sin factores contaminantes, es clave para observar las mejoras fisiológicas o detectar cualquier problema a nivel orgánico. En definitiva, ninguna de estas tres formas de medir son la panacea en el entrenamiento deportivo por si solas, pero la unión de la información de estos tres medios y su correcta comprensión, nos llevan a poder estar cerca del máximo rendimiento del deportista.