Ya en la calle el nº 1040

Un siglo de afición taurina en Caravaca (primera parte)

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

FRANCISCO FERNÁNDEZ/ARCHIVO MUNICIPAL CARAVACA

El pasado 9 de junio, previo al comienzo de la novillada, se guardó un minuto de silencio en memoria de mi padre; quiero desde aquí Comida homenaje en Las Fuentes, 1926agradecer a los promotores del mismo, especialmente a Julián Medina, este emotivo homenaje, ya que mi padre, del que ahora se acaba de cumplir el primer aniversario de muerte, fue el mayor y mejor aficionado taurino que he conocido, siempre dispuesto a colaborar y ayudar para mantener viva la afición a los toros en nuestra ciudad. En su recuerdo, y aprovechando la circunstancia de que este año se cumple el centenario de la fundación del primer Club Taurino en Caravaca, dedico este artículo a la afición taurina caravaqueña, de la que él fue parte importante.
La afición a los juegos y fiestas taurinas en nuestra ciudad es muy antigua, como lo atestigua la frecuencia con que se programaban festejos de este tipo desde el siglo XVI; en este sentido conozco un documento de esta época que refleja esta inclinación a propósito del robo de algunas reses en la dehesa caravaqueña, cuyo análisis, debido a su gran interés, dejaremos para otra posterior ocasión.
El primer intento asociacionista protagonizado por aficionados caravaqueños se produjo en 1914, año importantísimo para nuestra población desde el punto de vista taurino ya que, tras casi una década de cierre debido a su mal estado, la Plaza se rehabilitó volviendo a programarse festejos con regularidad. Con anterioridad a esta fecha, los aficionados se reunían en improvisadas tertulias en bares, barberías, reboticas y todo tipo de salones. Son relativamente frecuentes en la prensa local y regional de la época las referencias a los aficionados taurinos caravaqueños, tanto por su desplazamiento a diferentes Plazas para presenciar las corridas como por su participación en la organización de festejos taurinos. En estos años de cierre, hubo varios intentos para recomponerla, aunque todos infructuosos, destacando el protagonizado por Isidoro Díaz de Mendoza, que en 1911 formó una comisión para recaudar mediante suscripción popular fondos para este fin: “El entusiasmo que reina por este motivo en Caravaca, es grandísimo, pues la afición á la fiesta nacional no decae ni por un momento, sino por el contrario aumenta de un modo notable, habiéndose dado el caso de que obreros humildísimos que no pueden suscribirse por ninguna cantidad, llenos de júbilo han prometido trabajar gratis los días que sus ocupaciones so lo permitan”.
Como ya se ha dicho, la primera peña taurina caravaqueña se fundó en 1914, concretamente en noviembre, quedando reseñada en la prensa local del día 23: “Varios jóvenes de esta localidad, aficionados al “cultísimo” arte de Montes, han constituido un club taurino cuyo domicilio social se halla enclavado en la calle Mayor. A nosotros no nos parece mal tal decisión siempre y cuando la labor por dichos jóvenes emprendida sea fructífera para ellos y para los demás. Con que, ánimo imberbes taurófilos, a ver si en venideras temporadas hay sucesos estupendos en nuestro coso taurino producidos por fenómenos caravaqueños”. La asociación, que adoptó el nombre de Club Taurino, gozó de gran aceptación llegando a contar con más de 200 socios tan solo tres meses después de su constitución. Su primer presidente fue Pascual Rosa, fijando su sede en la confluencia de las calles Mayor y Sor Evarista, muy cerca de donde años después se instalaría por primera vez la Peña Taurina Caravaqueña. El Club Taurino Caravaqueño se mantuvo activo durante algunos años, hasta el cierre definitivo de la primitiva Plaza de Toros de nuestra ciudad en los primeros años de la década de 1920.
Tras algunos años de cierre, en 1926 el coso caravaqueño se rehabilitó totalmente, inaugurándose en la feria de ese año. Avivada la afición por esta causa, surgió un nuevo club en torno a la figura de Cayetano Ordóñez “Niño de la Palma”, cuyos partidarios eran muy numerosos en nuestra ciudad. La asociación se registró en Gobierno Civil de Murcia el 30 de enero de 1926, permaneciendo en activo durante más de una década, aunque con diferentes nombres; entre sus fundadores se hallaban reconocidos aficionados como Pascual Rico, Pablo Celdrán, Antonio Martínez-Reina, Ginés Fuentes o el propio dueño de la Plaza Bartolomé García. Una de las primeras actividades de este club fue costear una lápida de mármol dedicada a este último al que habían nombrado socio honorario en agradecimiento por la construcción de la plaza. La lápida sigue ocupando en la actualidad el mismo espacio donde se colocó originariamente, sobre el dintel de la puerta principal.
El Club Taurino “Niño de la Palma”, tuvo una gran aceptación, contando al final de su primer año de existencia con 500 socios, gozando asimismo de una amplia capacidad de convocatoria, lo que le permitió la organización de varios festivales taurinos, algunos de ellos de gran nivel. Uno de sus momentos más notables notorios, fue en la feria de 1926, cuando consiguieron que el diestro rondeño, tras su actuación en la corrida inaugural, permaneciera varios días en nuestra ciudad, asistiendo a una comida homenaje en su honor que el Club organizó el paraje de Las Fuentes y pidiendo las llaves en la novillada que tuvo lugar el 5 de octubre de ese año.
El Club se instaló en la Calle Mayor, en el primer piso de una preciosa casa barroca, esquina con la Canalica, donde hasta entonces había sido la sede del Club Taurino de Caravaca, por lo que podemos pensar que fue una especie de continuación del mismo. En agosto de 1928 y siendo su presidente Antonio Caparrós Sánchez, el Club decidió cambiar su nombre, debido a alguna desconocida incorrección del rondeño, que no agradó a los caravaqueños. La revista taurina valenciana “La Reclam Taurina” dio cuenta así del suceso: “El día 16 del corriente se celebró una junta general en el Club Taurino Niño de la Palma. El objeto de ella fue la destitución de su presidente honorario Cayetano Ordóñez. Desde esta fecha esta sociedad se llama Club Taurino de Caravaca, hasta que por merecimientos o simpatías se le adjudique a algún otro torero. Los socios en general verían con gusto fuera su presidente alguno de los toreros modestos que hay, por ser los que merecen protección y propaganda”.
En octubre de ese mismo año tenemos constancia de la existencia de una peña con el nombre del novillero valenciano José Serrano, ya que al regreso de este de Nerpio, donde había participado en las tientas de López Chicheri, “fue agasajado a su paso por Caravaca en la peña de su nombre”. Cabe la posibilidad de que fuera este el “torero modesto” que buscaba la afición, aunque lo más probable es que se tratase de otra sociedad distinta, ya que en las noticias publicadas en octubre y diciembre de ese año sobre el Club Taurino no incluyen denominación alguna. Desconozco como se inició la relación de este matador con la afición caravaqueña, pero su presencia en nuestra ciudad y sus alrededores fue frecuente desde la inauguración de la plaza en 1926.
A finales de 1928 se trasladó a la Plaza del Arco, concretamente a la esquina donde años después se ubicó Muebles Nevado, estando a cargo del bar instalado en él el popular hostelero José Romera y su hijo Tomás. La noticia se publicó así: “Esta entidad taurina, que tanto por su valía como por su gran cantidad de asociados es ya sin disputa la que goza de mas popularidad en Caravaca, se traslada de su domicilio actual a la Plaza de la Constitución, siendo este local mucho mas amplio y cómodo que el primero, por lo que se demuestra que los taurinos de esta tierra progresan y que el colosal presidente don Antonio Caparrós es un hacha en esto de que su Club no le tenga ganas a ninguno en España. Durante las próximas fiestas de Navidad será la apertura de este nuevo local a todo rumbo, con bailes, banquete, música, luz y alegría. ¡Bien por los aficionados de Caravaca!”. La inauguración oficial de esta nueva sede tuvo lugar el sábado 15 de diciembre con un “suculento banquete, al que concurrió lo más selecto de la ciudad”, entre los cuales figuraban los novilleros Julián Medina y José Soriano.
En los primeros meses de 1934 la situación interna de la asociación, con dos sectores claramente enfrentados, provocó que uno de ellos abandonara el club, buscando cobijo en el cercano Bar León, donde formaron una tertulia taurina y también una nueva peña, primeramente bautizada como Peña León y poco después, ya de manera definitiva, con el nombre del diestro local Pedro Barrera. La mala gestión del grupo que permaneció en el Club ocasionó su cierre en marzo de 1934. La revista taurina cordobesa “El Defensor de la Afición”, en su ejemplar del 25 de ese mes, explicó así lo sucedido: “El Club que fue allá en los años 25, 26, 27 y 28 Club taurino Niño de la Palma, ha cerrado sus puertas, no se conocen detalladamente los motivos, si bien parece ser que desaparecidos unos cuantos aficionados de aquel seno, solo quedaron aficionados que lo que mejor hacían era censurar, sin capacidad para otras cosas: la calumnia es lo que mas cerca está siempre de los ignorantes y de los maliciosos”. Esta publicación daba cuenta al mes siguiente de la buena marcha de la recién creada: “La Peña León sigue su curso… Muchas conversaciones, buen principio de temporada que todos auguramos”.

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