Enrique Fuentes Blanc
Por más vueltas que le doy, no lo puedo entender. Como padre de una persona gran dependiente, y por tanto con gran riesgo, estoy indignado, no, “lo siguiente”.
Nos han dicho que antes del día 26 de enero no vacunan a mi hija para prevención de la covid ni a otros muchos en situación parecida; aunque me parece demasiado tarde, no me he quejado más que en el ámbito más reducido y privado pero ahora me dan ganas de gritar a los cuatro vientos la enorme falta de respeto (por decirlo suave) de los canallas que no se merecen ni un minuto más el sueldo que les pagamos. Mi caso no es aislado; la pandemia está causando muchos problemas a las personas dependientes y a sus familias; el cierre por covid, del centro de día, aumenta considerablemente la dedicación hacia las personas dependientes, con la consiguiente afección a la conciliación de la vida laboral y familiar, de lo que tampoco me quejo ni veo que se quejen demasiado los afectados, acostumbrados como están a armarse de paciencia por situaciones frecuentemente complicadas. Seguiremos teniendo paciencia, entre otras razones porque lo contrario no serviría para nada pero, desde la serenidad que mantengo haciendo un gran esfuerzo, quiero manifestar que me siento ofendido y, por tanto, mi rechazo más absoluto hacia los que, saltándose el plan establecido, han adelantado su vacunación aprovechándose del privilegio que tienen por el cargo público que ocupan, despreciando a los más indefensos y vulnerables.
