Ya en la calle el nº 1040

Un grupo de brujillas lectoras a los pies de las murallas del Castillo

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

GLORIA LÓPEZ

Fotografías: NICO

A esa hora mágica en la que la noche y sus sueños vienen a ganarle terreno al día y pesares, a esa hora oscura vinimos a juntarnos un grupo de brujillas lectoras a los pies de las murallas del Castillo. No había mejor entorno para la I Noche Lectora del Club de Lectura Rosas Negras.

El Salvador de nocheLa consigna era un cuento cada una, cinco euros para un piscolabis y venir sin prisa.

Así lo hicimos y pocas faltamos a la cita de nuestra librera Juani.

En cuanto comenzamos a leer entre las  penumbras de ese jueves de verano nos dimos cuenta que no estábamos solas.

La noche nos trajo otras voces, otras historias y hasta un artista que guardó en pequeñas obras de arte nuestras palabras.

Nos trajo a un Don Quijote y un Sancho tan modernos como descreídos, protagonistas de un cuento de Luis Leante.

Nos trajo el susurro de Jorge Bucay y sus cuentos para pensar. Luego nos llevó a Francia a soñar un sueño, un sueño que podría haber sido y no fue y nos dejó la historia real de un amor inventado sin edad ni fronteras. El mismo amor que sin embargo acabó en desamor en la historia de un policía y su mujer, la vida, que es muy puta.

Luis Cernuda nos habló de amores libres que nunca deberían de haber estado prohibidos, recordándonos que no siempre cualquier tiempo pasado fue mejor y al que nunca debemos de volver, digan lo que digan.

De aquellos oscuros recuerdos también nos llegó una carta y una lección, que no es posible ocultar la verdad ni en los subsuelos de la memoria, porque al final todo sale a la luz, aunque esa luz sea roja.

Y más que un susurro, lo suyo fue un grito de terror, lo que nos trajo Zahrsahn el brujo, una historia de horror y amor, como la vida misma. El horror de llevarse tan pronto tanta vida, el amor con que se pronuncia cada palabra cuando lo ha escrito tu compañero de viaje.

Todo eso nos trajo la calina de una noche de verano a medianoche, pero nos dimos cuenta de otras muchas.

Que hay pasiones que se pueden compartir, que siempre hay tiempo cuando hay ganas, que no son necesarios grandes espacios porque siempre hay pequeños lugares para encontrarte en otros mundos. Que no se puede olvidar quién nunca se ha ido, que una buena lectura une tanto como dos pizzas y que se pueden fotografiar las palabras.

El verano pasará y llegará el otoño y seguramente no seremos las mismas. Pero será el mismo árbol, la misma hora y las mismas voces, esta vez arrastradas por el viento de otoño, las que nos volveremos a juntar para recuperar el arte de reunirse sin prisa, cenar con hambre y reír sin pausa…pero sobre todo, para leer.

Estáis invitad@s a pasar con nosotras ese momento mágico… ya sabéis el lugar y lo que tenéis que traer, lo demás lo pone el viento…

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