Ya en la calle el nº 1040

Un cuarto de siglo sin el lorquino que mejor trató la guitarra: Narciso Yepes

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Pedro Antonio Hurtado García

Existen personajes en el mundo artístico que, si posible fuera, no deberían morirse nunca, porque es mucho y bueno lo que se llevan en su mente creativa, dejándonos huérfanos de su sabiduría, su arte, su sensibilidad y las muchas toneladas de obras pendientes de alumbrar que se cobijan en sus entrañas. Porque su corazón y sus sentimientos no tienen límite a la hora de regalarnos nuevas creaciones. Y, eso, lo notamos más, si cabe, cuando nos quedamos sin su existencia y se nos hace más difícil y complejo el camino, como nos ocurre, ahora, en este mes de mayo, en el que se cumple el primer cuarto de siglo sin la existencia del lorquino Narciso García Yepes (14-11-1927, Lorca-Murcia-España/03-05-1997, Murcia-España), un malabarista, alquimista, mago y “domador” de la guitarra que manejó y disfrutó como nadie. Conocido, artísticamente, como Narciso Yepes, músico mundialmente valorado y respetado por su brillante e impecable trayectoria como guitarrista clásico español.

Una fe intensamente renovada.- Con solamente 13 años, inició sus estudios en el “Conservatorio de Valencia”, con Vicente Asencio, famoso guitarrista de la época. Interpretó en público, por vez primera, en 1947, el “Concierto de Aranjuez”, del maestro Joaquín Rodrigo, bajo la batuta del pianista y director orquestal Ataúlfo Argenta, lo que vino a convertirse en una inmediata celebridad. Y fue en 1951 cuando ocurrió, en su vida, algo mucho más notable que su magia como guitarrista, al descubrir claramente su fe en Dios, por lo que manifestó abiertamente que “mi vida de cristiano tuvo un largo paréntesis de vacío, que duró un cuarto de siglo. Me bautizaron al nacer, y no volví a recibir ni una sola noción que ilustrase y alimentase mi fe. Desde 1927 y hasta 1951, yo no practicaba, ni creía, ni me preocupaba lo más mínimo de que existiera, o no, una vida espiritual y una transcendencia, así como un más allá. Claramente, Dios no contaba en mi existencia. Pero, luego, pude saber que yo siempre había contado para Él. Lo mío, pues, fue una conversión súbita, repentina, inesperada y, al mismo tiempo, muy sencilla. Estaba yo en París, acodado en un puente del Sena, viendo fluír el agua. Era una matinal, exactamente la del 18 de mayo. De pronto, le escuché dentro de mí. Quizás me había llamado ya en otras ocasiones, pero yo no le había oído. Aquel día yo tenía ‘la puerta abierta’. Y Dios pudo entrar. No sólo se hizo oír, sino que entró de lleno y para siempre en mi vida. Me hizo una pregunta, en apariencia, muy simple: ‘¿Qué estás haciendo?’. En ese instante, todo cambió para mí”, contaba el guitarrista lorquino intensamente instalado en su renovada fe. ​

Familia de artistas.- Anunció, en 1952, que rescataba para su recomposición una canción tradicional para guitarra: “Romanza española” (anónimo), partitura incluída en la película, del mismo año, titulada “Juegos prohibidos” (“Jeux interdits”), del director René Clément. Contrajo matrimonio, en 1958, con una joven polaca, estudiante de filosofía, de nombre Marysia Szumlakowska. Con ella, tuvo tres hijos: Juan de la Cruz, fallecido en un accidente a los 18 años; Ignacio Yepes, compositor, flautista y director de orquesta, y Ana Yepes, bailarina y coreógrafa, lo que nos dejó una familia de artistas reconocidos bajo un admirado y popular apellido.

Su amigo de Molina de Segura.- En 1960, animó a un paisano molinense, seis años menor que él, para asistir, becados, ambos, por el Ministerio de Asuntos Exteriores, a las clases magistrales que impartía el maestro Andrés Segovia, en los cursos internacionales de Santiago de Compostela, donde conocieron a lo más granado de la guitarra clásica española y a guitarristas ingleses, japoneses y de numerosas nacionalidades. Este amigo molinense, con el que colaboró en numerosas actividades, recogiendo enormes éxitos, no es otro que Tomás Fernández Gil, nombrado hijo predilecto de Molina de Segura, en 2017, según acuerdo unánime del pleno municipal. Luego, se le dedicó un espacio público, como es el Auditorio del Parque de la Compañía que, hasta entonces, no tenía un nombre concreto y, ahora, recibe el del guitarrista molinense, que ha cumplido 89 años, muy bien llevados, por cierto, y que, hace unos días, presentó un disco en su localidad natal titulado “Tomás Fernández Gil, una vida en la guitarra”, aunque bien es cierto que su luz primera la vio en la pedanía local de Ribera de Molina. Con Fernández Gil nos une una sólida amistad. Además, hemos coincidido, con él, en numerosos actos y hemos presentado, en público, todos los acontecimientos que, concentrados en el último lustro, ha impulsado el ayuntamiento de Molina de Segura para poner en valor las excelencias del artista local.

La guitarra de 10 cuerdas.- Pero seguimos con Narciso Yepes que es el protagonista de nuestra página de hoy, diciendo que fue en 1964 cuando el lorquino comienza a utilizar y promocionar la guitarra de diez cuerdas. Y, en su inquebrantable humildad, llegó a decir que “yo no he creado nada, ya que guitarras de 8, 10 o más cuerdas, existen desde los Siglos XVIII y XIX”. De este instrumento, el gran guitarrista lorquino lograba una resonancia de mayor amplitud y perfección de sonido, facilitándole la interpretación de piezas barrocas concebidas para laúd.

Apariciones limitadas por enfermedad.- Participó como solista, junto a la “Orquesta de Valencia”, el 25 de abril de 1987, en el concierto inaugural del “Palau de la Música” de la capital del Reino de Valencia, interpretando el “Concierto de Aranjuez”, de Joaquín Rodrigo, bajo la batuta de Manuel Galduf. Por razones de salud, inició un proceso de limitación de sus apariciones públicas, a partir de 1993, celebrándose su último concierto el 1 de marzo de 1996, en Santander. Sus premios, reconocimientos, galardones y menciones, representan una interminable lista. Y, todos, de categoría y valor, aunque, como murcianos que somos, sí debemos recordar que Murcia le dedicó un espacio público esplendoroso, como es la sala principal del magnífico “Auditorio y Centro de Congresos Víctor Villegas”, de la capital del Segura, que luce el nombre de Narciso Yepes. Falleció, con 69 años, a consecuencia de un cáncer linfático. Dejó indicado que sus cenizas fueran entregadas a la “Comunidad de Monjas del Monasterio de Santa María de Buenafuente del Sistal”, en Guadalajara, centro al que se sentía cercanamente unido. También fue nombrado “Amigo Ilustre de Buenafuente”. ​

Partituras con su brillo.- Allá donde esté, que continúe ilustrando a los grandes de la música para que nos sigan brindando partituras para guitarra con el brillo que, él, compuso las de su titularidad. Descanse en paz. Buenos días.

 

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