Ya en la calle el nº 1040

TUPANANCHISKAMA

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Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.

Escribir es vivir

Mercedes Bautista Martínez (www.almadesuperheroe.blogspot.com)

Hace unos días aprendí que, en el idioma quechua, no existe la palabra “adiós”. En su lugar, para despedirse, utilizan otras expresiones como “tupananchiskama”, que significa “hasta que nos volvamos a encontrar”.

Entiendo que haya idiomas en los que no se pueda decir adiós, porque, en ocasiones, pronunciarlo es imposible.

El quechua, en concreto, tiene su origen en Perú. Y yo me imagino que, hace varios siglos, los incas ya pudieron sentir en su corazón el dolor de no volver a ver a alguien.

Echar de menos es un sentimiento universal y atemporal. No entiende de civilizaciones, de culturas, de épocas. Da igual quién seas y de dónde vengas. Nadie está a salvo de que le escueza un poco el alma al despedirse de alguien a quien quiere. Por eso tratamos de crear formas de despedida que amortigüen un poco el golpe.

Hasta luego. Hasta pronto. Nos vemos. Hasta mañana. Hasta la próxima.

Hasta que volvamos a encontrarnos.

Porque volveremos, siempre volveremos.

Hay personas con las que siempre queremos volver a encontrarnos, sea como sea, cuando sea. Personas a las que decir adiós es demasiado difícil. Por eso tenemos que llenar nuestro vocabulario de expresiones que nos permitan despedirnos (solo) temporalmente, y evitar el adiós, ese que siempre suena a eterno.

Puede que también sea una cuestión de superstición. Quizá sintamos que pronunciarlo lo puede hacer realidad, una realidad que no queremos que exista. Y, a veces, lo que no decimos, no existe.

Y si así fuera, si no pronunciar la palabra adiós me asegurara que siempre volveré a verte, me instalaría en el quechua, y me quedaría allí para hablar contigo. Te diría “tupananchiskama” cada vez que tuviera que despedirme de ti. Para esperarte. Para que me esperes. Para que siempre haya una próxima vez, tarde lo que tarde en llegar.

Porque saber que hay un futuro en el que estarás, me hace (más) feliz en el presente.

Es curioso cómo puede cambiar el mundo de alguien dependiendo de una única idea; la de volver a encontrarse pronto con la persona a la que tanto echa de menos, o no. Dependiendo de cuál haya sido su última despedida: adiós o hasta pronto.

Sí, es bonito que en algunos idiomas no haya forma de decir adiós. Que las despedidas no sean para siempre, aunque solo sea algo simbólico. Pero también es importante que haya idiomas en los que sí, podamos pronunciarlo. Podamos cerrar puertas que no esperamos volver a abrir.

Porque, a veces, un “hasta que volvamos a encontrarnos” nos cura un poco el alma. Pero, otras, lo que de verdad nos la cura es decir “hasta nunca”.

Así que supongo que esto es lo mejor, que podemos elegir cómo despedirnos de alguien, por un tiempo o para siempre. Según lo que necesite nuestro corazón. Y el mío, cuando te tengo delante, siempre habla quechua.

Aunque siempre guardo un adiós en el bolsillo por si acaso, espero no tener que decírtelo nunca. Prefiero pensar que siempre volveremos a encontrarnos. Siempre que eso me cure el corazón.

Tupananchiskama.

Hasta que nos volvamos a encontrar.

 

 

 

 

 

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